El Real Madrid celebró su decimotercera Supercopa de España sobre el césped del estadio Al-Awwal Park, ante el Barcelona que esperó a que Nacho Fernández recogiera el primer trofeo como capitán Merengue (EFE)
Liderado por un Vinicus sensacional, que marcó los tres primeros goles y originó el cuarto, el Real Madrid destrozó ayer a un Barcelona de cristal (4-1) y se adjudicó la Supercopa de España en el Al-Awwal Park de Riad, que fue testigo de la enorme superioridad del conjunto blanco.
DESDE TEMPRANO
Los de Ancelotti tenían una cuenta pendiente con el eterno rival en esta competición después de la exhibición azulgrana en la final del año pasado. Y la saldaron con creces, en un partido que dominaron de forma insultante desde el pitido inicial.
A los diez minutos de juego, el Real Madrid ya ganaba 2-0 gracias a un doblete de Vinicius, ante un Barça que se deshizo en defensa como un terrón de azúcar en una taza de café desde el primer ataque del cuadro madrileño. En el primer gol, Bellingham filtraba un balón a la espalda de Kounde para dejar completamente solo a Vinicius, que driblaba a Iñaki Peña y marcaba a portería vacía.
En el segundo, era Carvajal quien rompía la zaga azulgrana poniéndole una pelota en banda derecha a Rodrygo, que se anticipaba a Christensen y centraba raso al segundo palo para que su compatriota remachara el 2-0.
Entre un gol y otro, el propio Rodrygo puso a prueba a Iñaki Peña tras una pérdida incomprensible de Kounde, que hoy volvía al eje para que Araujo ocupara el lateral derecho y tuvo un día para olvidar. Aterrizó el Barça en el partido en cuanto su centro del campo -hoy reforzado con Pedri como el cuarto hombre del cuadrado- empezó a tener el balón y Gündogan se ponía al mando de las operaciones para poner algo de pausa al inicio trepidante que había tenido el choque. Pero para entonces, el encuentro ya estaba en el punto justo donde quería el Madrid.
Ferran Torres, el elegido por Xavi para suplir la baja del lesionado Raphinha, remataba al larguero en la primera ocasión del conjunto azulgrana antes del cuarto de hora. El rechace fue a parar a Lewandowski, que puso a prueba por primera vez a Lunin, al que Ancelotti había devuelto la titularidad tras las dudas de Kepa en la semifinal contra el Atlético de Madrid.
SE METEN AL PARTIDO
El Real Madrid se sentía cómodo atrás, esperando su oportunidad para sentenciar la final a la contra. El Barcelona tenía la posesión, pero solo lograba inquietarle con dos internadas de Ferran Torres por la banda izquierda. En la primera, disparó muy cruzado; en la segunda, Lunin se la sacó con el pie derecho.
Pero entonces apareció el Lewandowski de los viejos tiempos para convertir un despeje de cabeza de Mendy en una volea descomunal desde la frontal que, a los 33 minutos, significa el 2-1 y metía al Barça de nuevo en el partido.
Sin embargo, la alegría duró a los de Xavi solo seis minutos. Lo que tardó Martínez Munuera en señalar penalti de Araujo por un agarrón sobre Vinicius, cuando este se disponía a cabecear otro centro de Carvajal, al que la defensa azulgrana había vuelto a dejar solo. En la pena máxima, Iñaki Peña adivinaba la dirección del lanzamiento del brasileño, pero no podía parar el balón. Vinicius completaba así su particular triplete.
CULÉS, SIN "PUNCH"
El Barcelona pudo volver a recortar distancias en la última jugada de la primera parte en un tiro de Pedri desde la frontal a la salida de un córner que se marchó desviado por poco. Pero el duelo se marchaba al descanso con la sensación de que el Madrid -tres goles en cuatro tiros a puerta- era capaz de intimidar a su adversario con muy poca cosa.
Siguió el estéril dominio del Barça al inicio de la reanudación, esa especie de cruyffismo que predica su entrenador, pero vacío de contenido cuando no se acelera el ritmo de balón y se pone en jaque la portería rival.
Xavi decidió hacer un triple cambio a la hora de juego para agitar el partido, dando entrada a Joao Félix, Fermín y Lamine Yamal y sentando a Pedri, Sergi Roberto y Ferran Torres. Pero instantes después, el Real Madrid finiquitaba el Clásico aprovechando el enésimo error de su equipo. De nuevo era Vinicius el que controlaba con el muslo un centro de Valverde en la banda izquierda para poner el balón en el corazón del área. Y de nuevo era Kounde el que despejaba mal para regalárselo a Rodrygo, que hacía el cuarto a placer.
Ahí acabó la final, y para colmo de males azulgranas, un Araujo impotente ante el vendaval de juego blanco por su banda, veía la segunda amarilla por darle una patada a Vinicius poco después. El Barcelona tenía que jugar los últimos veinte minutos con diez y se salvó de que los Merengues marcaran el quinto gol.
Pedro Rocha, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, acompañado de Florentino Pérez y Joan Laporta, presidentes de Real Madrid y Barcelona, respectivamente, colgó en el cuello de cada jugador y entrenador las medallas de campeones y subcampeones antes de entregar el trofeo de la Supercopa a Nacho Fernández como capitán madridista.
Los jugadores del Barcelona, cariacontecidos tras ser goleados por 4-1 en al final, fueron los primeros en recibir las medallas y encabezados por su técnico, Xavi Hernández, mostraron deportividad al esperar en el césped hasta que el Real Madrid levantó el trofeo de campeón.
Carlo Ancelotti, técnico madridista, encabezó al Real Madrid. Felicitado y abrazado por su presidente, Florentino Pérez, el día que igualó los títulos de Zinedine Zidane y pasó a ser el segundo entrenador más laureado de la historia del club blanco.
Tras recoger la medalla de campeón cada jugador, esperaron en el escenario montado sobre el césped la llegada con la copa del capitán, Nacho Fernández, para iniciar la celebración. Tras levantar el trofeo entre saltos, con los focos de confeti funcionando y la imagen para el recuerdo, los futbolistas posaron con camisetas del Real Madrid con el dorsal 13 serigrafiado por el número de Supercopas de España ganadas.