EDITORIAL

¿Qué demonios pasa con la Rusia de Putin?

Urbe y Orbe

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Desde Occidente cuesta mucho trabajo saber lo que en verdad ocurre en Rusia y, por ende, comprender lo que pasa con ese país y su relación con el mundo. Una causa puede ser que el régimen de Vladimir Putin se ha ido endureciendo en los últimos años, y cuesta trabajo saber a ciencia cierta cómo se toman las decisiones en el Kremlin. Otra razón son los prejuicios, sesgos ideológicos, clichés y visiones simplistas que abundan en el tratamiento mediático y oficialista en Occidente. En este sentido, poco ayudan las miradas ancladas en paradigmas que han perdido efectividad frente al cambio de época que vivimos.

Uno de los argumentos principales de la negativa a admitir que Rusia estaba por invadir Ucrania fue el económico. La economía rusa, dijeron muchos analistas, no soportaría una guerra ni, sobre todo, el peso de las sanciones que Occidente le aplicaría. A la vuelta de dos años, el Producto Interno Bruto (PIB) de Rusia no sólo no se ha desplomado, sino que hoy registra el mayor crecimiento de Europa y está próximo a superar el PIB de Alemania a valores de paridad de poder adquisitivo.

La resistencia económica rusa ha ido acompañada de una sorpresiva adaptación de sus tropas a las condiciones de una invasión que inició de forma errática. El ejército ruso ha ido aprendiendo de sus fallas, mientras que las fuerzas ucranianas no han capitalizado el abundante apoyo que han recibido de Occidente. Y hoy ese apoyo a Ucrania se tambalea, en parte por el desgaste, en parte por la distracción que ejercen la guerra en Palestina y la elección en EUA. Pero vale la pena detenerse un poco más en las razones de la resistencia económica rusa y su intrigante capacidad de adaptación.

Varios expertos apuntan a una conjunción de factores. Por un lado está el apoyo militar directo que Rusia recibe de Bielorrusia, Irán y Corea del Norte y la ayuda económica indirecta que China e India le proporcionan a través del comercio. Por otro lado están los ajustes estructurales que desde 2014 aplicó el Kremlin en reacción a las sanciones occidentales por la anexión ilegal de Crimea, y las reformas que ha hecho el gobierno en los últimos dos años para convertir la economía rusa en una economía de guerra, dependiente del gasto militar que ronda el 35 % del PIB.

Por otra parte, existen señalamientos de que Rusia ha recibido otras ayudas, por ejemplo, de Starlink, la compañía de internet vía satélite del tecnoligarca global Elon Musk. Según estas versiones, Starlink habría negado el servicio a las fuerzas ucranianas para que coordinaran un ataque esencial contra las fuerzas rusas. Además, se habla de que el ejército ruso está utilizando, vía intermediarios, la señal de internet de los satélites de Musk, aunque él lo niega.

En los últimos días, la Rusia de Putin ha vuelto a acaparar la atención mediática por múltiples factores. Tucker Carlson, personaje mediático de la derecha estadounidense, le ofreció al presidente ruso un espacio cómodo para que justificara su guerra contra Ucrania con todos los argumentos propagandísticos posibles. Y lo hizo en pleno proceso electoral y con la discusión caliente sobre otorgar más ayuda a Ucrania en el Congreso de EUA.

Días después, el aspirante republicano a la presidencia, Donald Trump, soltó una de sus frases explosivas al decir que, en caso de llegar de nuevo a la Casa Blanca, dejaría que Putin hiciera lo que quisiese con los países miembros de la OTAN que no cumplen con el gasto militar mínimo que demanda la alianza. Aplausos y risas en el Kremlin; sudor y enojo en Bruselas y otras capitales europeas. En otra entrevista, ahora para un medio ruso, Putin paga el favor diciendo, con audacia maliciosa, que él prefiere que gane Joe Biden la elección porque "es más predecible" que Trump. Vituperio disfrazado de condescendencia.

En la misma semana, la que acaba de pasar, una fuente de inteligencia de los EUA filtró a una cadena de noticias que Rusia está trabajando en un arma nuclear antisatélites desplegada en el espacio. No hay que ser un genio para entender que la filtración, probablemente cierta, busca incidir en la discusión del Congreso sobre el nuevo paquete de ayuda a Ucrania. La alerta no tardó en propagarse en la mediosfera estadounidense, aún y cuando después se aclaró que el arma no está en operación todavía y tardará tiempo para entrar en funciones.

Curiosamente, un día antes, el presidente ruso anunció durante el foro Tecnologías del Futuro que su país está muy cerca de fabricar "la vacuna contra el cáncer", noticia que le dio la vuelta al mundo blanqueando la imagen del régimen ruso que con una mano hace la guerra y con la otra cura enfermedades. En medio de toda esta andanada de noticias sobre el país euroasiático, una cosa queda clara: Rusia ocupa un lugar de relevancia en la agenda electoral de los EUA.

Pero también hay elecciones presidenciales en Rusia este año, en marzo. Nadie se atrevería a apostar que Putin no conseguirá el triunfo para un quinto mandato. No obstante, eso no quita importancia a la cita, sobre todo por el reacomodo de fuerzas políticas regionales, que es para lo que sirven las elecciones en ese país. La oposición real ha sido neutralizada. Boris Nadezhdin, único aspirante contrario al régimen y que además se ha pronunciado a favor de la paz con Ucrania, vio negado su registro en la comisión electoral por supuestos errores en la lista de apoyos. Los candidatos que sí pudieron registrarse son postulados por partidos marginales que orbitan en torno al putinismo.

La noticia más impactante de estos días tiene que ver con la muerte de uno de los principales opositores de Putin, Alexei Navalny, quien falleció el viernes en la prisión ártica Lobo Polar, donde purgaba una condena de 19 años por el delito de creación y financiación de una organización extremista. En los últimos años, Navalny ha sido la figura política más incómoda para Putin por los apoyos que en su momento logró juntar y el aval que tenía de Occidente. Hasta el momento de escribir este artículo, las causas de su muerte no habían sido reveladas, pero las voces críticas del Kremlin no han tardado en responsabilizar al régimen del deceso, dado el largo historial de atentados que pesa sobre los servicios de espionaje rusos.

Que una potencia nuclear pueda actuar como lo hace Rusia hoy y genere lo mismo odios que simpatías en el mundo, pero sobre todo en EUA, dice mucho de la época que estamos viviendo. No hay duda de que hay quienes quieren ver a Rusia caer, pero también hay quienes no sólo desean que triunfe en sus objetivos, sino que además le brindan ayuda. Y esto debemos tenerlo muy presente si queremos entender en verdad qué demonios pasa con la Rusia de Putin.

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