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Las galletas o el dinero

Prácticamente, las galletas existen desde el nacimiento del internet comercial, hace casi 30 años.

Prácticamente, las galletas existen desde el nacimiento del internet comercial, hace casi 30 años.

JORGE MARTÍNEZ MAURICIO

Las galletas “cookies” de un navegador web inicialmente se crearon para almacenar pequeñas cadenas de información, desde un sitio web al navegador del usuario. Esos datos se utilizaban inicialmente para darle continuidad a la lectura de un contenido, para saber que dicho usuario regresó al sitio, para identificarse mediante un correo y contraseña, para almacenar algunas preferencias y por ejemplo para almacenar objetos de un carrito de compras, para cuando se completa la operación y la persona vuelve. Prácticamente, las galletas existen desde el nacimiento del internet comercial, hace casi 30 años.

El problema es que luego que se comenzó con la publicidad en línea (y no hablamos de un simple gráfico), sino de complejos anuncios interactivos y en el que detrás de ellos están empresas que tratan de maximizar la atención de quien los ve, además de intentar a toda costa que se interactúe con ellos, es que comenzó a dársele otro uso a las cookies, haciendo un seguimiento puntual de las preferencias del usuario, qué sitios ha visitado, inclusive que tanto tarda dentro de un segmento de una página web, a qué partes da click y cuáles son las que ignora. Pero lo más cuestionable es que al conocer el historial de navegación, se crean perfiles muy personales de qué lugares, con qué frecuencia, qué compra, y dependiendo de la información que consume sus preferencias políticas, posibles enfermedades y un largo etcétera.

El problema se agrava porque aunque hay muchas empresas, son las grandes como Facebook y Google que, haciendo uso de la tecnología que han desarrollado, obtiene toda esa información y la vende al mejor postor, aunque siempre lo han negado. La vende en forma de público segmentado para tal o cual anunciante, a un nivel tan preciso que se convierten en una especie de francotirador dirigiendo al posible cliente con el anunciante, por eso es que para ciertos segmentos del mercado, son tan precisos, a costa de vulnerar la privacidad de sus usuarios.

Claro que muchos creadores de contenido obtienen ganancias sobre ello, aunque sea una parte ínfima de lo que las grandes plataformas de anuncios cobran. Hasta ahora, no hay una forma más directa de obtener ingresos residuales, hay otras formas como por ejemplo la venta directa, el patrocinio y espacios publicitarios de contenido, algo que últimamente ha crecido. Sin embargo, y gracias a las presiones de colectivos y personas que han alzado la voz, se están regulando cada vez más, sobre todo en la Unión Europea, el asunto de la privacidad en la red. Así entonces, ya es común al entrar en sitios donde te solicitan “aceptar todas las cookies” -con lo que eso conlleva o pagar dinero de forma mensual. Esto es diferente a tratar de venderte una suscripción por el contenido, porque ciertamente es algo lícito, normal y que se espera al tener valor la información para quien la consume; sin embargo, de ello a obligarte a prácticamente ceder tus datos personales a cambio de ver el contenido, hay una diferencia abismal.

Lo mejor sería volver a los anuncios de toda la vida, genéricos, como las vallas publicitarias, anuncios de periódico o de televisión, donde pueden ser mensajes genéricos para ciertos horarios y tipo de público y no sabiendo que te gusta o necesitas tal cosa y por eso te bombardean con ello en cualquier lugar que visites en tu navegador o aplicaciones. No deberíamos consentir ceder nuestras cookies, porque ahí se va parte de nuestro comportamiento digital, que ya es parte de nuestro día a día. ¿Las galletas o el dinero?

X: @toro

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