(FOTOS: RAMÓN SOTOMAYOR)
Una breve oscuridad invadió la sala del Teatro Isauro Martínez tras la tercera llamada. A continuación luz cenital sobre los jóvenes músicos de la orquesta de cámara, afinación de instrumentos, la entrada del maestro Miguel Ángel García Rodríguez al escenario, la sonoridad humana del aplauso que respondió con la respectiva reverencia.
Bajo los frescos del pintor Salvador Tarazona, el compositor Antonio Vivaldi volvió a la vida durante la noche de este jueves. Se trató del espectáculo escénico Yo Vivaldi, el cual fue montado por la Fundación DIME, contando con la participación del taller de teatro de la Escuela Carlos Pereyra, la orquesta de cámara Il Solisti DIME, la compañía de teatro Luciérnaga, la compañía de danza Tierra en Movimiento, el tenor Octavio Rivas, la mezzosoprano Melissa Reuter, la soprano Sara Graciano y el tenor Abdías Medina.
La obra, escrita y dirigida por Miguel Ángel García Rodríguez, al más puro estilo de la obra de arte total wagneriana, presentó una narración lineal sobre la vida del maestro Vivaldi.
La primera escena se situó en el 4 de marzo de 1678, durante el nacimiento del compositor. Entonces Venecia era una pudiente ciudad empapada por la festividad del carnaval y un ambiente lúdico, pero esa bonanza económica también tuvo eco en las artes como la música y la pintura. También era un entorno marcado fuertemente por la influencia religiosa.
En la segunda escena se retrató a Vivaldi como un niño en busca de su vocación. Su padre le presenta el violín como “un ser vivo”. La inocencia del pequeño Vivaldi le hará responder que sólo ve un objeto de madera. ¿Es que acaso el violín es poseedor de un alma? No se trata de cambiar la fe por la música, sino de incrustar la fe propia en las partituras.
Acto siguiente, el futuro compositor se ha formado como sacerdote, pero impartir misa no se muestra como una de sus grandes virtudes. Antonio es distraído por las musas de la música, las notas revolotean alrededor de su cabeza como si se tratara de pajarillos errantes. El joven debe encausar su dote, encontrarse a sí mismo en esas partituras sobre las que tanto escribe.
Vivaldi es mandado al orfelinato para instruir a jovencitas que han nacido fuera del matrimonio de duques y príncipes. No se trata de niñas pobres, pero sí olvidadas de alguna manera por la sociedad veneciana. Vivaldi les comparte sus conocimientos, pero la Iglesia malinterpreta sus intenciones y lo echa, aunque más tarde se pedirá su regreso.
Tras el intermedio, la segunda parte de la obra se encargó de mostrar a un Vivaldi que ha llegado a la madurez hasta convertirse en la gran figura de la música culta, cuyas Cuatro Estaciones siguen reverberando en los escenarios más importantes del mundo.
Yo Vivaldi es un espectáculo que, además de mostrar la vida de este compositor, busca hablar de la naturaleza humana, que en ocasiones trata de ocultarse tras una máscara, como lo hacían los nobles en Venecia para no ser reconocidos durante las juergas.
Cabe señalar que esta función se gestó como una actividad del Encuentro de Interculturales 2024 de la Escuela Carlos Pereyra.