Llegó a su casa don Astasio y, como de costumbre, halló a su esposa en trance de carnalidad con un toroso individuo de la más baja condición moral, según se advertía por un tatuaje en forma de perro bulldog que ostentaba en el antebrazo izquierdo con la inscripción “Loco y violento”.
Y es que en tratándose de sus eróticos devaneos doña Facilisa no hacía distinción de persona: ejercía con todos la más generosa liberalidad; aplicaba sin reserva la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, documento según el cual todos los hombres fueron creados iguales. Habituado ya a los hábitos de fornicio de su esposa, don Astasio colgó su saco en el perchero y del bolsillo de su chaleco extrajo la libreta donde solía anotar denuestos para enrostrárselos a su mujer cuando la hallara en esos ilícitos performances. Así, procedió a dar lectura con voz monótona a los últimos adjetivos que había espigado: “Bagasa, enquillotrada, granillera, calientacamas, calvadora...”. “Astasio -le dijo la señora sin perder el compás de lo que hacía-.
No es de buena educación ponerse a leer en presencia de las visitas”... Himenia y Celiberia, amigas de muchos años, decidieron juntar sus ahorros para poner una pequeña granja avícola. Propuso Himenia: “Compraremos 100 gallinas y un gallo”. Acotó Celiberia: “Para 100 gallinas necesitaremos varios gallos”. “¡De ninguna manera! -protestó con vehemencia Himenia-. ¡Gallinero sí; promiscuidades no!”... Pomponona, vedette de moda, fue a una fiesta, y alguien le presentó a don Crésido, señor rico y añoso. Le dijo Pomponona: “Al verlo pienso en mi tercer marido”. “¿De veras? -se interesó don Crésido-. Pues ¿cuántas veces se ha casado usted?”. Con acento insinuativo respondió ella: “Dos”... No necesito decir nombre ni fecha pero hemos de recordar que López Obrador ordenó que se reformara la Constitución para favorecer a uno de sus incondicionales, lo cual fue ominoso anuncio.
Ciertamente eso de negar a los mexicanos por naturalización la posibilidad de ocupar determinados cargos era un acto de discriminación por el cual había mexicanos de segunda. Pero la facilidad con que la máxima ley fue reformada por los legisladores obedientes a AMLO hizo pensar entonces que con la misma premura podrán introducirse en el texto constitucional cambios de mayor importancia. La oscura premonición se está cumpliendo. Aquel muchacho estaba casado con una chica que era asistente ejecutiva. Vivía feliz con ella; sólo una sombra opacaba su ventura: la muchacha tenía poco busto, y a él le gustaban las damas con mucha pechonalidad. Anatole France dijo en su tiempo: “Una mujer sin busto es como una cama sin almohada”. Cierto día entraron los dos en una tienda de antigüedades y vieron ahí una lámpara de estilo oriental que les gustó. La compraron, y al llegar a la casa él la frotó para limpiarla. De la lámpara salió un genio. “Gracias por liberarme -le dijo el genio-.
Tienes derecho a que te cumpla dos deseos”. Sin vacilar pidió el muchacho: “Haz que el busto de mi mujer sea más grande”. El genio hizo un ademán sobre el menguado planisferio de ella, y los atributos de la asombrada chica crecieron en manera extraordinaria. “¡Santo Cielo! -exclamó al ver su frontis dotado con tan munífico caudal-. ¡Con esto no voy a poder alcanzar el teclado de la computadora, y perderé el trabajo! ¡Usa tu segundo deseo para pedirle al genio que me reduzca algo el busto!”.
El muchacho, sin apartar la golosa mirada del nuevo atractivo de su mujercita, frotó otra vez la lámpara, y cuando el genio apareció le dijo: “Haz que los brazos de mi esposa sean más largos”... FIN.