EDITORIAL

Bye-bye TikTok

JORGE RAMOS

Entré a TikTok y me atrapó. Encontré a una chica con el pelo de muchos colores y que invitaba a un "espacio seguro" a quienes no son aceptados en sus casas. Luego un video de SpongeBob, mi caricatura favorita, escapando de un enemigo imaginario en el fondo del mar. El tercero fue una narración bíblica, con una voz grave e imponente, ofreciéndome la salvación eterna. Después me encontré a un par de gatos hablando entre sí, una receta de quesadillas, dos comentarios opuestos sobre la guerra entre Israel y Hamas, una canción de Taylor Swift con novio incluido, un berrinche del basquetbolista Lebron James y la nueva tendencia en la moda: vestidos estampados con flores de colores.

Caí en una red digital tan grande que era casi imposible no ser pescado. Algo de todos esos temas me obligaría a teclear dos veces y meterme en un laberinto sin fin. Y una vez dentro es muy difícil salir. ¿Cómo resistirse a esos tiernos animalitos, a esos consejos para reducir de peso y crear musculatura en dos semanas, a ese llamado por la paz mundial y a subirse virtualmente en ese yate de lujo que cuesta más que la mayoría de las casas?

El algoritmo funciona.

Mientras más me metía a un tema, más videos similares me llegaban. Así se van creando burbujas o mundos paralelos que están cercados por tus gustos y prejuicios. Si te gusta Donald Trump, tienes más Trump. Si no te gusta Trump, tienes más anti-Trump.

TikTok hace cosas muy parecidas al resto de las redes sociales. Te quieren cerquita. Cautivo si es posible. Pero la diferencia es que ByteDance - la corporación dueña de TikTok - es china. Argumentando que se trata de un asunto de seguridad nacional, hace unos días el congreso de Estados Unidos y el presidente Joe Biden firmaron una nueva ley que obliga a la venta de TikTok en 270 días o ser prohibida.

TikTok ha insistido en que el gobierno chino no tiene nada que ver con su plataforma. Pero el temor es que China obtenga información privada de sus usuarios en Estados Unidos. O, peor aún, que influya en el contenido de la plataforma para afectar los intereses del gobierno estadounidense y de sus habitantes.

TikTok no va a cerrar el laptop. Ya prometió que pelearía el asunto en las cortes y su argumento principal es el de la libertad de expresión. "Es tristemente irónico que el congreso haya autorizado una ley que pisotea la libertad de expresión de 170 millones de estadounidenses", aseguró Alex Haurek, un vocero de TikTok, "y que sea parte de un paquete que, dicen, es para promover la libertad en el mundo".

Las consecuencias de esta batalla digital ya se están sintiendo.

Hace poco le pregunté sobre esta guerra digital entre Estados Unidos y China a Moisés Naim, quien acaba de publicar el libro "Lo que nos está pasando". "Este es el campo de batalla más importante", me dijo. "Se va a agudizar; no sabemos qué nos viene y no sabemos exactamente de qué forma". Particularmente cuando, para mucha gente, su vida y su "identidad depende de su perfil en las redes sociales".

Para discutir todo esto me puse en contacto con el comediante y tiktokero conocido como Juan de Montreal (@juandemontrealoficial), quien tiene más de 20 millones de seguidores en la plataforma, y que se ha vuelto viral con sus videos de desastres en la cocina. Hace poco experimentó poniéndole dulce de leche al mate (820 mil vistas) y pretendiendo que lo perseguía un oso (31 millones de vistas). Le pregunté a Juan cómo le afectaría el cierre de TikTok. "Como creador de contenido, no me gustaría que la prohíban", me contestó, "porque es algo que la gente disfruta muchísimo, y una red que sustenta muchas empresas …Yo dejaría que la gente decida tenerla o no tenerla, más allá de la seguridad".

¿Es censura el intento de vender o prohibir TikTok? "Por un lado sí", me dijo Juan, "porque no nos dan la libertad de elegir".

Millones de nosotros llevamos vidas paralelas: la real y la digital. Y muchas veces no es posible separarlas. Tenemos nuestros trabajos, nuestras familias y nuestro círculo más cercano. Pero, al mismo tiempo, nos presentamos en Instagram, Facebook, X, YouTube, Telegram y otras redes sociales como seres (ligera o drásticamente) distintos. La tendencia en ese mundo cibernético, claro, es resaltar nuestros talentos y ocultar los defectos. Ese es nuestro otro "yo".

El problema es que las redes son la selva. Los escasos esfuerzos para regular contenidos agresivos, negativos y peligrosos han fracasado o nunca se implementaron con seriedad y disciplina. Además, la desinformación, la descalificación y las calumnias flotan en las redes con absoluta impunidad. Y para completar el preocupante panorama, nuestra información personal suele estar disponible al mejor postor o al hacker más hábil.

Cuando uno se mete a las redes, envía un email, busca información o entra a una página debe asumir que todo lo que hace es público. La privacidad (casi) no existe. Y en eso se basa el temor de que el gobierno chino tenga acceso a nuestros datos privados. Pero la realidad es que esos datos tan personales - dirección, teléfono, fotos, páginas favoritas, compras, deudas, llamadas, correos - ya están expuestos y es fácil tener acceso a ellos desde fuera. Igual en China que en Estados Unidos.

¿Bye-bye TikTok? Quizás. Pero eso no nos va a salvar del resto de la jungla.

Escrito en: editoriales columnas redes, Estados, esos, libertad

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