Museo de Broadway abre sus puertas al público en el barrio más teatral de Nueva York
El Museo de Broadway abrió sus puertas al público en el barrio más teatral de Nueva York, donde se concentran las salas de teatro y musicales que constituyen una de las señas de identidad de la Gran Manzana.
¿Cómo es posible que nadie hubiera tenido todavía la idea de resumir en un museo la historia del teatro neoyorquino, y cobrar además por el recorrido?
A precios que van de los 43 a los 53 dólares, el nuevo museo supone una inmersión en la magia del teatro neoyorquino a través de varias salas ordenadas históricamente, donde se reproducen murales de cientos de obras junto a vestuarios originales, tocadores de maquillaje de época, butacas antiguas de teatro...
Pero lo más original es que, a modo de capítulos especiales dentro del recorrido, se reproducen escenas de algunos de los musicales que marcaron época y cautivaron a millones de espectadores, volviéndose después películas o que había nacido de un largometraje.
Una barra de bar con su gramola de discos de West Side Story (1957), un campo de maíz donde se desarrollaba Oklahoma (1943), la psicodelia donde explosionó Hair (1968) o un pedacito de selva por donde deambula El Rey León (1997) son solo algunos de los ejemplos de este museo cuidado hasta el último detalle.
No es una "experiencia inmersiva" tan de moda actualmente, pero en cada una de las salas temáticas suenan las canciones que más triunfaron en cada una de esas obras y que hoy cualquiera asocia con ellas, ya sea Money money, de Cabaret, o Let the sunshine in, de Hair.
LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA
A través del recorrido, que se despliega en tres pisos, el museo cuenta también la propia historia de Estados Unidos durante el siglo XX: la explosión creativa de entreguerras, los años de la ley seca, la llegada de los negros al mundo de Broadway en papeles que no fueran de meros subalternos, la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles, la epidemia del sida... todos esos fenómenos han tenido una o varias obras dedicadas.
En paralelo, también puede verse la propia evolución del género musical, nacido como un género frívolo y de evasión hasta constituir un pequeño universo donde la música y el baile no impiden que puedan tratarse temas religiosos (Jesucristo Superstar) o políticos (Hamilton, Cabaret), o algunos tan trágicos como la epidemia del sida (Angels in America).
Por supuesto, el paseo por la historia de los musicales viene acompañado de multitud de objetos recuperados de todos los teatros que han contribuido a dar vida al género: la lámpara de Aladino, una chaqueta original de West Side Story, máscaras de El fantasma de la ópera, la peluca que vistió el personaje de Evita o el candelabro con que se iluminaban Los Miserables.
Hay además cartas manuscritas, guiones originales o grabaciones de audio de los autores que dieron estatura al género, como Andrew Lloyd Webber, Bob Fosse, Stephen Sondheim, Leonard Bernstein... autores que a su vez revolucionaron una forma de hacer las cosas y abrieron nuevos terrenos para los musicales.
El recorrido termina en una reconstrucción de lo que podrían ser las bambalinas de cualquier musical, donde están reproduciendo con mucho realismo todo el mundo de tramoyas que sostiene estas obras: sogas, escaleras de tijera, cables, apuntes pegados en la pared o focos de colores, y junto a ellos camerinos donde se maquilla a los artistas o pianos donde ensayar las obras.
De forma que al salir a la calle -previo paso por la tienda-museo- uno tiene la impresión de haber transitado por uno o varios espacios de magia. O como dice Oscar Hammerstein, uno de los grandes autores del género citado en el museo: "Tienes que tener un sueño. Porque si no lo tienes, ¿cómo harás tu sueño realidad? ".