EDITORIAL

Crítica, antisionismo y antisemitismo: tres dimensiones discursivas

Mauricio Meschoulam 4 may 2024 - 04:23

Hace unas semanas el líder del del Senado de EUA, Chuck Schumer, pidió que hubiese nuevas elecciones en Israel, criticando duramente al primer ministro Netanyahu como un obstáculo para la paz. Schumer, demócrata, es el funcionario judío estadounidense de más alto rango. Otro senador, también judío, Bernie Sanders, lleva meses intentando que su país suspenda el envío de armamento a Israel. En otro ámbito, cientos de personas judías y no judías desde la academia, el activismo o el arte, han emitido severas críticas al gobierno israelí, o demandan el fin a la guerra en Gaza. ¿Eso es antisemita o antisionista? ¿Qué define la línea entre la crítica política, el antisionismo y el antisemitismo? La confusión no se limita a esos temas. Por ejemplo, se habla de "dos" campos en sitios como las universidades: uno "pro-israelí" y otro "pro-palestino", como si existiesen únicamente esas dos mutuamente excluyentes posiciones.

Pensemos en el propio senador Schumer. Él se dice "pro-Israel" y afirma que cuidar a Israel hoy en día significa presionar por la renuncia de Netanyahu. Desde otra perspectiva, ¿ser "pro-palestino" supone el apoyo a Hamás, o supone apoyar a la Autoridad Nacional Palestina en la larguísima y violenta confrontación entre ambas?

1. Las críticas en contra del gobierno de Netanyahu y su gabinete, así como a sus acciones o a su respuesta ante los atentados terroristas del 7 de octubre, se enmarcan dentro de cualquier clase de crítica a cualquier gobierno o a cualquier estado. El hecho de ser una persona de origen o religión judía, no convierte a esa persona en "embajadora" o "portavoz" del gobierno en Jerusalem. Muchas personas judías optan continuamente por defender las políticas de ese estado, y están en su derecho de hacerlo, se esté o no de acuerdo con ellas. Hay otras personas judías que optan por oponerse, total o parcialmente, a esas decisiones.

2. El antisionismo, a diferencia de lo anterior, es estar en contra de la idea, la esencia o la existencia misma del Estado de Israel, no de las políticas del gobierno en turno. Y desde la perspectiva de la libertad de expresión, podríamos decir que ello está protegido por ésta. Pero tendría que establecerse con claridad que esas ideas abandonan la fórmula de dos estados para dos pueblos y, por tanto, se apartan de los procesos de negociación del pasado entre las partes interesadas (Israel y la representación palestina).

3. El antisemitismo-la hostilidad o discriminación a los judíos como grupo religioso (o racial)- es otra cosa. Eso que acuñó Wilhem Marr se manifiesta cuando un conflicto en Medio Oriente propiciado por dinámicas históricas y factores estructurales irresueltos por décadas, activan en muchos países la identificación entre las políticas del Estado de Israel con el judaísmo de quienes viven dentro o fuera de ese estado, o cuando se hacen críticas afirmando la "judeidad" de los tomadores de decisiones de ese país, de sus ciudadanos, o de quienes vivimos fuera de este y somos ciudadanos de cualquier otro. Cuando en un texto o en una manifestación se declara que "los sionistas no merecen vivir", "todos los judíos a la basura", o "judíos: váyanse de regreso a Polonia", la conducta ya es antisemita. Pero lo es esencialmente porque esa estudiante a la que está acosando no tiene nada que ver con las decisiones que toma un gobierno del cual ella no forma parte, y que es su condición de judía la que da permiso a los acosadores de acosarla.

La clave es ubicar en dónde es posible tender puentes que no polaricen y que no excluyan la otredad. Es un poco apreciar las luces que sí permiten la coexistencia y el futuro para los dos pueblos y distinguirlas de los discursos que no lo hacen.

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