EDITORIAL

Mensajes de Turquía

Jesús Silva

El próximo domingo se celebrarán las elecciones más importantes del año. Turquía elegirá presidente. La elección atrae la atención del mundo no solamente por la importancia geopolítica de esa nación, sino porque pone a prueba el autoritarismo que es capaz de desmontar contrapesos, intimidar a oposiciones, someter a los medios manteniendo, al mismo tiempo, un sólido apoyo popular. Por primera vez en veinte años, el imperio de Erdogan parece vulnerable. En la primera vuelta fueron 5 puntos porcentuales los que lo separaron de su rival Kemal Kiliçdaroglu, el candidato de una amplia alianza opositora. A decir verdad, el desempeño de Erdogan fue mejor del que anticipaban las encuestas y las probabilidades de que permanezca en el poder después del balotaje son altas, pero la oposición parece haber encontrado una fórmula para confrontar al autoritarismo populista.

Sea cual sea el resultado de la elección del próximo domingo, merece reflexión la aparición de un bloque opositor que logra construir una alternativa creíble. ¿Qué enseña esa estrategia opositora? El Journal of Democracy ha publicado en línea un artículo interesante de Murat Somer y Jennifer McCoy en el que examinan las maniobras de la oposición turca en un contexto extraordinariamente complejo. La política de la enemistad ha pintado a la oposición como traidora, el erdoganismo ha encarcelado o silenciado a un número importante de críticos. Los medios reproducen casi unánimemente la voz oficial. En un contexto así, parece casi imposible hacer oposición. ¿Cómo pudo abrirse camino? Lo primero que ha logrado es escapar del anzuelo de la polarización que solo beneficia a quien sabe usar ese chicote.

El principal acierto de la oposición turca ha sido la despolarización de su discurso. Si se quieren los votos de quienes han simpatizado con el régimen hay que facilitar el brinco al campo democrático. A los opositores corresponde el deber de cambiar la conversación. No responder a las invectivas del autócrata, sino concentrarse en los asuntos concretos de la gente. Por eso no conviene espolear la ideología. No es desde la vehemencia de una doctrina pura que puede combatirse a un autócrata. Si se necesita asentar una plataforma amplia de coincidencias esenciales, no hay nada peor que el sectarismo, aunque se crea moderno.

La oposición turca no ha llamado al desquite. A las agresiones del oficialismo no ha respondido con amenazas de cárcel a quienes se quiere derrotar electoralmente. El mensaje esencial han sido demostraciones prácticas de tolerancia y de sentido práctico. La unidad de la oposición ha sido muy importante, por supuesto. Si el próximo domingo es incapaz de dar el brinco a la mayoría, si tuvo un desempeño parlamentario decepcionante es por esa sencilla razón: el esfuerzo unitario fue incompleto. El acuerdo en la candidatura presidencial no se vio reflejado en listas comunes para el parlamento. Pero más allá de las complejidades que tiene una concertación de partidos con tradiciones distintas y aún opuestas, lo que resulta notable, a mi juicio, es la apuesta cívica que desmonta la retórica identitaria. El video más visto durante toda la campaña fue un mensaje del candidato opositor donde defendía su pertenencia a una minoría religiosa. Desafiando el mensaje de las exclusiones nacionalistas del régimen, Kemal Kiliçdaroglu defiende una nación abierta a múltiples identidades, a diversas pertenencias. Nadie elige quien es, pero todos somos libres de actuar como queramos, cada uno es responsable de lo que hacemos. Frente al bombardeo retórico del populismo, el mensaje adquiere una potencia extraordinaria: el patriotismo no es propiedad exclusiva de nadie.

Frente al caudillismo, la oposición ha buscado consensos y propone soluciones concretas. Frente al hombre fuerte, un equipo que dialoga. En las propuestas hay sensatez, no utopía. Un sistema político menos presidencialista, un salario mínimo universal, la recuperación de las instituciones devastadas por el autócrata, la reinserción del país en el mundo.

Nada garantiza el triunfo de la oposición el próximo domingo, pero en esa estrategia pueden encontrarse claves valiosas para derrotar la política de la enemistad.

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