EDITORIAL

¿Un artículo contra la polarización?

Manuel Rivera

Si de alguien he de desconfiar es de quien se dice todo bueno o todo malo y, más todavía, de quien su propia palabra asegura que lo es, evitando que se encarguen los hechos de hablar por él.

Hace muchos años, tantos que en ellos cabrían vidas enteras, tuve singulares experiencias como reportero y fotógrafo en un diario de amplia circulación, en ese entonces de aceptable prestigio.

Las vivencias que hoy quiero relatar sucedieron en tiempos del doctor Alfredo Piñeyro López, rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León en el periodo 1979 - 1985.

Una de ellas tuvo lugar en la Facultad de Ciencias Químicas, cuando acudí a cubrir una protesta estudiantil.

Pese a ser advertido por mis compañeros con mayor experiencia en el periódico de que iría a un sitio hostil, donde porros al servicio de la rectoría podrían agredirme o, en el mejor de los casos, tratar de restringir mi acceso, la necesidad me llevó a entrar hasta el centro mismo del conflicto.

Mi presencia con cámara y libreta fue tardíamente descubierta en la Facultad, por lo que pude abrirme paso entre un tumulto de jóvenes, quienes trataban de ingresar mediante la fuerza al auditorio donde estaban sus opositores afines al rector, para manifestarles su inconformidad con algunas políticas universitarias.

Mientras los gritos y empujones subían de intensidad, logré colocarme muy cerca del acceso principal para fotografiar el inminente "portazo", sin embargo, el tumulto me desplazó hasta la vitrina de un tablero de avisos, que mi humanidad terminó por romper. No recuerdo si los inconformes lograron entrar al auditorio, pero sí que el ambiente se tornó violento.

Pero ese incidente no acabó con mi aventura reporteril, pues pronto fui sujetado por un porro al que prudentemente no ofrecí resistencia.

Haciéndome "manita de puerco", el simpatizante de la rectoría me sacó de la Facultad y dijo que tenía la orden de retirarme también de los terrenos de la universidad, lo que finalmente sucedió.

No obstante, en esa situación mi quizá surrealista vida registró un episodio más acorde a ella.

Lejos de tratar de escapar o insultar a quien veía como mi verdugo, pausadamente y sin alzar la voz le dije que me quedaba claro que él, al igual que yo, estaba realizando un trabajo.

"¿Cómo te sientes por ser visto como una persona a la que algunos respetan sólo por miedo, pero que creen que carece de mayores cualidades y traiciona a sus iguales universitarios?", palabras más, palabras menos, pronuncié.

No, no era un troglodita. Aunque se aseguró de que yo saliera del campus universitario, en el trayecto admitió, con cierto acento de introspección, percibirse despreciado por el desempeño de un trabajo que necesitaba.

Más tarde, la redacción de mi periódico recibió un comunicado de prensa firmado por el grupo inconforme, que afirmaba que gente del rector había lesionado a un reportero.

Jamás fue así.

La pequeña cicatriz que quedó en mi espalda por la herida que me causaron los vidrios del tablero que rompí al ser comprimido contra este por la muchedumbre, no fue consecuencia de una agresión hacia mi persona. Simplemente fue resultado del movimiento descontrolado de una masa en defensa de sus ideas, cuyos representantes, por cierto, sí deliberadamente, atribuyeron el hecho a sus contrarios.

Tiempo después las circunstancias me llevaron a platicar con una persona que fue chofer de Piñeyro López, rector a quien por su mano dura y carácter consideré durante un tiempo el "Führer" de la Universidad.

Sin necesitarlo ni pedirlo el rector, escuché a ese empleado ponderar con convicción lo trabajador y disciplinado que era su jefe, del que nunca dijo fuera "un dulce", pero sí un hombre recto.

Más adelante conocí universitarios que durante el periodo de esa rectoría estudiaron en el extranjero, pero que regresaron al país para poner sus nuevos conocimientos al servicio de los mexicanos. Por supuesto, recuerdo también a los porros y su figura contraria a la ciencia.

¿Y si en lugar de la búsqueda de personajes bondadosos y malévolos, sólo útil para trasladar responsabilidades o atribuir culpas, hiciera a un lado etiquetas y me dedicara a encontrar lo positivo de cada uno?

Qué es la existencia humana, sino la bebida que ofrece el tiempo y cuyo sabor depende del ingrediente que el hombre decida predomine.

Salud.

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Escrito en: quien, rector, rectoría, periodo

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