EDITORIAL

El espejo chileno

Carlos Castañón Cuadros

Sin duda, la prisa es mala consejera. No basta la voluntad o el querer hacer rápido, para atender adecuadamente. Por el contrario, la rapidez se puede volver perjudicial. Al igual que otros ámbitos, esa sentencia se nota mucho en la política. En alguna ocasión, un cándido mandatario, se propuso arreglar un problema profundo en quince minutos. Por supuesto, no arregló nada. Llegar al poder a correr, con afán de cambiar las cosas en un santiamén, puede volverse el camino seguro para la inmovilidad. Es cierto, hay circunstancias que ayudan a un proyecto, la hechura de una obra o ciertos cambios en las instituciones. No obstante, la política es un arte que demanda paciencia: el arte de lo posible. Por lo mismo, no por llegar muy votado, un gobernante, puede hacer todo lo que se propone, incluso sí es benéfico para los gobernados. Veámonos en el espejo chileno. Ahí, llegó Gabriel Boric con gran fuerza. El joven presidente despertó la esperanza de los chilenos y obtuvo el 55% de los votos. Asumió el poder en marzo de 2021, e inmediatamente se propuso un cambio monumental: hacer una nueva constitución. De esa manera, conformó un grupo para redactar la Carta Magna, a fin de sustituir la constitución de 1980, que heredó el régimen militar de Augusto Pinochet. La prisa con que se abrió el proceso, generó expectativas y también muchas dudas. Pero en el gobierno pesa lo que se hace, no lo que se va hacer. De esa manera, se empeñó en el ambicioso proyecto para dar lugar a una democracia paritaria, donde las mujeres ocupen el cincuenta por ciento de los cargos públicos. Asimismo, se propuso reconocer a los indígenas y definir a Chile como Estado plurinacional e intercultural. En materia legislativa, propuso reformar las cámaras y desaparecer el senado. Sobre el agua, proyectó reconocer un bien "inapropiable". Tema espinoso, incluyó el aborto en la propuesta.

Entre tanto, una cosa es cambiar la calle o hacer una carretera. Otra muy distinta renovar el andamiaje del viejo sistema político, lleno de vericuetos, intereses, actores y callejones sin salida. No se enfrentó a uno, sino a varios minotauros. En septiembre, es decir, a los seis meses de asumir la presidencia, sometió el proyecto de la nueva constitución a plebiscito. La respuesta de los ciudadanos fue un rotundo rechazo. 62 por ciento se manifestó en contra. Para Edmund Burke, el brillante pensador irlandés, los cambios trascendentes emanan de genuinas necesidades. A él no le gustaban los cambios, y muchos menos la revolución. Su pensamiento político se muestra receloso de aquellos que pretende barrer la tradición. Hoy diríamos, instituciones. Por lo mismo, en los asuntos públicos, más valen pequeños cambios; uno a uno, que grandes intenciones fracasadas.

Tras el tremendo rechazo a la nueva constitución, el impaciente gobernante, dejó mal sabor de boca y abrió la puerta, a una tendencia diametralmente opuesta a su gobierno. El pasado 7 de mayo, durante las elecciones de concejales, la derecha logró un triunfo amplio, a la cabeza de José Antonio Kast, el líder radical cargado a la extrema derecha. No lo oculta, ni tampoco suaviza su discurso sobre la familia, patria y seguridad. Es decir, la torpeza de un gobierno puede sembrar su caída. En los últimos años, Kast ganó apoyo, y se perfila como el competidor serio de la izquierda. Aunque desestima los vínculos familiares, su padre, Michael Kast, fue un refugiado nazi en Chile, y él mismo, ha reafirmado su afinidad con Pinochet. Sobre aviso, no hay engaño.

Sin embargo, las democracias no son estados idílicos. Hay tensión, disputa, pluralidad. Los franceses lo saben bien. El presidente Emmanuel Macron recetó una reforma al sistema de pensiones, y aumentó los años laborables de 62 a 64. No buscó apoyo, ni tampoco consultó, sencillamente ejerció el poder contra los ciudadanos. Rápido emitió el decreto. Por supuesto, la respuesta provocó manifestaciones en las calles y hasta enfrentamientos violentos. La impopular reforma socializa los costos de las empresas para los trabajadores, y de paso, impulsa una tendencia cada vez creciente, donde la ultraderecha espera sumar más lugares en las siguientes elecciones. En ese sentido, Marine Le Pen, líder de la extrema derecha, es la principal beneficiaria de la estocada de Macron a los ciudadanos. Incluso, en las democracias más consolidadas, se contraponen los derechos sociales a los intereses privados. Esa tensión abre la puerta a los extremos. Lo que sigue, no es difícil imaginarlo.

Nos vemos en Twitter @uncuadros

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