EDITORIAL

El eterno presente vs. el pasado perfecto

Diego Petersen Farah

uieres que siga la corrupción? Ya sabes por quién vas a votar. ¿Quieres que siga el clasismo, el racismo, la discriminación? Ya sabes por quién vas a votar. ¿Quieres que siga la transformación y los programas sociales? Ya sabes por quién vas a votar, arenga López Obrador.

El presidente está en campaña. Eso no es novedad. De hecho, lo está desde hace dos años. La elección del 2024 comenzó recién pasada la elección intermedia cuando el presidente habló por primera vez de las corcholatas. Lo curioso es la forma verbal. No deja de ser extraño que hable en presente de la corrupción, que diga que el clasismo, el racismo y la discriminación son cosas que siguen sucediendo en el país que el mismo dice que ya cambió. ¿En qué consistió entonces la transformación si todo sigue igual?

La "magia" del populismo reside justamente en la construcción de un futuro que nunca llega. Es una especie de banda sin fin donde lo importante no es avanzar sino caminar, huir de las amenazas que nunca se irán, que están ahí acechando eternamente al mundo idealizado. La misión del pueblo es perseguir el futuro inalcanzable, ese que nunca llega porque siempre hay otros que lo impiden. Para el obradorismo lo importante no es construir el país, sino la idea de país. El país y el futuro son un enunciado, no un plan o un proyecto con metas. Baste recordar el famoso plan de desarrollo presentado al inicio del sexenio que es más un sermón que un programa de gobierno.

El gobierno de López Obrador tiene muchos defectos y un gran activo: un discurso de esperanza que es creíble y creído. Lo que muestran las encuestas es justamente que la gente tiene fe, y contra la creencia, cualquiera que esta sea, no hay dato ni racionalidad que sirva.

Si la campaña de los partidos de oposición, quien quiera que sea el candidato o candidata, se dedica a contrastar las cifras y resultados de gobierno, a hablar de los proyectos fallidos y sacar a la luz los actos de corrupción de su familia, van a fracasar más de lo que ya lo han hecho. Aunque todo sea cierto, en el discurso de la transformación los señalamientos son ataques, los votos en contra de los Ministros de la Corte son corrupción y las denuncias, periodismo chayotero.

Mientras López Obrador está apostado en el eterno presente, la oposición, por voluntad o porque ahí los ha colocado hábilmente el presidente, está en el pasado perfecto. Es muy difícil que la oposición construya una idea de futuro a la vez creíble y autocrítica, pero al menos debería intentar salirse de ese rincón en el que sus furiosos ladridos sólo ayudan a construir la idea del pasado que acecha al inasequible futuro llamado transformación.

Escrito en: futuro, siga, transformación, López

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