EDITORIAL

Rescate

Yamil Darwich

He conocido, demasiado tarde en mi vida, al profesor Roberto Martínez García, educador de los últimos de "endenantes", aquellos que, como forma de vivir, tomaron la profesión de enseñar por vocación y comprendieron cuál era su misión para trascender.

En sus "andanzas educativas" en La Laguna, con ese gusanillo por la investigación que tiene todo educador que se precia de serlo, entrevistó y dejó escritos sobre la historia regional, que representan más rescate de nuestros antecedentes como habitantes de la Árido América mexicana.

En su esfuerzo, deja silenciosamente la querella por la insensibilidad de las autoridades estatales y municipales de Coahuila y Durango, las que, sistemáticamente, descuidan nuestro acervo cultural, de por sí escaso; lo hacen por dos razones: primero por la carencia de recursos para la investigación regional; luego, por su limitada educación que genera insensibilidad de quienes pudieran apoyar y preservar nuestra herencia antropológica e histórica. Pregunte la realidad a Jesús Sotomayor, Manuel Ramírez o Jesús Vargas, esforzados cronistas regionales.

No podemos dejar de señalar nuestra reciente formación como comunidad lagunera; tan solo un poco más de cien años nos anteceden como ciudades así nombradas y, los ciudadanos que nos precedieron, debieron seguir el proceso natural que dicta la sociología para asentamientos humanos: primero nacer como entidad, luego crecer y diversificarse para producir y crear autosuficiencia; después, asegurar la educación de las nuevas generaciones; finalmente y solamente entonces, dedicar esfuerzos al recate y promoción de la cultura. También recorremos ese camino.

Otro factor importante son los usos y costumbres de nuestros primeros pobladores; ellos trabajaron poco las obras líticas, aprovechando los elementos regionales -restos de fósiles, huesos y vegetales- para dejar constancia de su existencia.

La Cueva de la Candelaria, en La Laguna de Coahuila, es de los pocos rescates exitosos que muestran los ritos funerarios del siglo XIII, incluyendo el sorprendente penacho encontrado, coronando una de las calaveras. Otros datos se encuentran en la posición fetal de algunos sepultados y ornamentos varios, de fibras vegetales, huesos y cuentas de conchas y caracoles marinos. Recuerde que fuimos el Mar de Tetis.

SUME LA CUEVA DEL BARRIAL DE GUADALUPE.

En La Laguna de Durango, sucede lo mismo con los grupos semi sedentarios -Tepehuanos como sobresalientes- que también dejaron restos textiles que hablan de su florecimiento cultural y, muy interesante, su exquisita gastronomía -caldos con larvas de mariposas, otros con insectos, abejas asadas, vegetales, flores hervidas como las amapolas, además del quiote y diferentes tipos de hongos. Incluya las proteínas animales -venados, liebres y tejones-.

Otros fueron los Zacatecos, que merodearon la frontera de Durango.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia y otros organismos afines preservan nuestra historia, pero básicamente lo realizan al centro y sureste de México; lo injusto: aplican el presupuesto asignado -miserable- por el Gobierno Federal, tomado de ingresos del norte de México, al que descuidan. Nos aplican criterios discriminatorios.

Del rescate de escritos históricos tenemos poco o casi nada; debemos apoyarnos en anteriores historiadores con Vito Alessio Robles o Eduardo Guerra, de quienes aún toman datos para exposiciones recientes.

El esfuerzo, invirtiendo en la cultura, no genera votos para los politiqueros -muchos analfabetas funcionales-. Son parásitos sociales insensibles.

El profesor Roberto Martínez García, debió hacer las primeras impresiones -auto costeadas- de su rescate escrito obtenido en entrevistas a los viejos moradores de las regiones más desprotegidas de La Laguna.

En su lucha: primero pudo policopiar diez ejemplares que entregó en resguardo a autoridades ejidales y luego, agregando información, logró un primer tiraje de trescientos ejemplares, gracias al apoyo de la esposa del entonces gobernador Montemayor. Después… ¡nuevamente olvido!

Y como él, muchos historiadores de la región; quizá, algunos tengan logros con publicaciones de corto tiraje, gracias a sus relaciones político/sociales; los otros, quedan con sus escritos guardados en la biblioteca familiar, con el riesgo de perderse para la historia. Si tiene dudas al respecto, pregunte a nuestros escritores quienes trabajan con penurias y/o sin apoyo.

En su texto, el investigador Martínez, rescata información sobre diferentes regiones, incluida las zonas de Viesca y Jimulco; eventos históricos como el Reparto Agrario y relatos de hechos y personajes, útiles para comprender -aún mejor- los porqués de nuestra idiosincrasia.

Ojalá que algún enamorado de nuestra región, con recursos y deseos de retribuírle, apoyara la reedición de su texto "SANTA ANA DE LOS HORNOS Y LA FLOR DE JIMULCO, dos haciendas laguneras", cuyo título queda corto ante la riqueza de su contenido.

Dicen que "quienes no conocen su historia están condenados a repetirla", nosotros tendremos que conformarnos con construir nuestra fortaleza afectiva sin los antecedentes, perdidos por negligencia política.

Al escribir este Diálogo temo el "silencio" de los responsables de arte y cultura de La Laguna de Coahuila y Durango, porque "hay otras cosas en que gastar los raquíticos presupuestos" … ¿verdad?

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Escrito en: nuestra, nuestros, poco, quienes

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