EDITORIAL

Las desgracias de Sudán

Jorge Álvarez Fuentes

Sudán, el tercer país más grande de África, uno de los once estados ribereños del Río Nilo, se encuentra otra vez en conflicto, atrapado en combates urbanos, en una secuencia interminable de estallidos de violencia. Una tragedia que no ha cesado en las últimas semanas, con ataques aéreos y de artillería, choques armados en la capital Khartoum. Sucesos que han vuelto a hacer añicos una frustrada transición democrática, arrojando por la borda un mínimo respeto por el derecho internacional humanitario.

Han pasado cuatro años de aquella esperanzadora revuelta civil, que con apoyo del alto mando del ejército sudanés, depuso a uno de los suyos, al autócrata Omar al Bashir, condenado por genocidio por las atrocidades cometidas en Darfur. Una revolución que para desgracia de millones de sudaneses, después de un breve gobierno civil precario y tambaleante, terminó en una nueva asonada en 2021, para desembocar ahora en cruentos enfrentamientos entre fuerzas militares y paramilitares empeñadas, como siempre, en apoderarse del país.

Han transcurrido también doce años de la consumación de la independencia de Sudán de Sur, proceso traumático que trajo la partición en dos del entonces país africano más extenso, que en forma casi inmediata y trágica concluyó en un conflicto armado intestino, también entre facciones militares encabezadas por hombres fuertes de uniforme, con la responsabilidad de gobernar, cuando se suponía conducirían los nuevos destinos de un país nuevo. Otro infortunio que parece no tener fin.

Las noticias y hechos en el terreno parecen indicar que han fracasado casi por completo, en ambos países, los esfuerzos para establecer sendos gobiernos civiles, mediante procesos de transición centrados en la discusión, adopción y supremacía de un texto constitucional, en el imperio de las leyes, no en la fuerza de la autoridad militar y la debilidad de los partidos políticos y la sociedad civil. En conseguir el alejamiento de la institución armada de la toma de decisiones políticas y asegurar la independencia y predominio de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, con la necesaria inclusión de comunidades locales, grupos y organizaciones civiles de poblaciones jóvenes y no musulmanas recurrentemente marginadas, comprometidas en la lucha para lograr cambios verdaderos.

Los graves acontecimientos de violencia ocurridos en las últimos 25 días en Sudán están alejando, cada vez más, las posibles soluciones a las demandas para hacer justicia a las numerosas víctimas de la violencia del Estado, a conseguir la sujeción del estamento militar y de los grupos paramilitares a autoridades civiles, a poner fin a las actividades comerciales de la institución armada y sus adláteres, hasta acabar o acotar su larga apropiación de la economía del país. Si los estallidos y las secuelas del conflicto se prolongan, si persisten los enfrentamientos entre el Ejército Nacional Sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido, -surgidas de la guerra civil-, si el éxodo de 500 mil refugiados se extiende masivamente, se harán cada vez más patentes las exiguas posibilidades de lograr cambios políticos pacíficos.

¿Cómo conseguir auténticas transformaciones que terminen con las recurrentes violaciones a los derechos humanos, la marginalización de las minorías, la concentración del poder y la riqueza en un clan de potentados en Khartoum? Resulta extremadamente difícil acabar con la prevalencia de la pobreza y el subdesarrollo en un país enorme, saqueando, teniendo una extraordinaria diversidad étnica, cultural y religiosa, con notables riquezas y recursos naturales como extensas tierras fértiles, abundante petróleo, agua y reservas minerales

Si las justas demandas y los prolongados reclamos sociales, económicos y políticos de la población sudanesa, en todas las regiones, no son escuchados y atendidos pronto, las enésimas negociaciones estarán condenadas al fracaso. Los anhelos de una transición democrática incluyente quedarán sólo en eso, con el riesgo de un Estado fallido y la eventual desintegración nacional.

Los esfuerzos internacionales de intermediación para lograr un cese al fuego duradero, al menos una tregua humanitaria, siguen fracasando. Está en curso una iniciativa estadounidense saudita. Pero mientras prevalezcan los factores internos y los apoyos externos, las fuerzas beligerantes no considerarán necesario sentarse a negociar. El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas ha debido alertar que el conflicto armado podría incrementar a 19 millones el número de personas en Sudán que sufrirán inseguridad alimentaria aguda y desnutrición grave en los próximos tres a seis meses.

La atropellada salida de ciudadanos extranjeros y funcionarios diplomáticos e internacionales ha generado una preocupación adicional, puesto que los acuerdos para asegurar los salvoconductos y el tránsito seguro se han visto vulnerados por ataques indiscriminados a vehículos, camiones de carga con ayuda, incluso aeronaves. El cierre de las principales embajadas residentes ha dejado, también, indefensos a miles que no podrán recibir protección o recuperar sus pasaportes. Se cuentan con los dedos de una mano los convoyes de ayuda humanitaria que han podido llegar a los pobladores atrapados en medio de los bombardeos, quienes carecen de agua, electricidad y alimentos, no habiendo asistencia médica y poquísimos hospitales funcionando.

El arribo de un avión de los Emiratos Árabes Unidos al aeropuerto de Port Sudán, con 30 toneladas de ayuda humanitaria, principalmente medicamentos, en coordinación con la Organización Mundial de la Salud, destinada a las poblaciones más vulnerables: enfermos, niños, mujeres y adultos mayores es un hecho sumamente alentador. Sin embargo, cabe recordar que Emiratos ha jugado la carta de las Fuerzas de Apoyo Rápido, apoyándolas, luego de obtener que algunos cientos de sus efectivos participaran en la catastrófica y olvidada guerra en Yemen.

@JAlvarezFuentes

Escrito en: país, Sudán, lograr, conseguir

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