EDITORIAL

Repensar nuestra ciudad

Manuel Valencia Castro

Cuando salimos a las calles, como peatones, ciclistas o automovilistas es inevitable darnos cuenta de la suciedad, de la agitación y de los malos olores que se generan en las emisiones de los camiones y automóviles que se combinan con los aromas de los drenajes repletos, a veces colapsados, y de la quema de basuras que continúa sin remedio. Ahora sabemos que lo que percibimos en las calles constituye una exposición a la contaminación atmosférica que nos afecta de diferentes maneras: el ruido y la agitación se asocia al estrés y ansiedad y la contaminación del aire a trastornos físicos igualmente graves.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) estamos expuestos a niveles de contaminación del aire exterior superiores a lo establecido en las guías sobre la calidad del aire, esto ocasionó por ejemplo que, en 2012, 3.7 millones de personas murieran en todo el mundo por causas atribuibles a la contaminación. Las cosas se complican cuando nuestro estilo de vida es de baja actividad física, motivado quizás por un mayor uso del automóvil que en sí mismo representa un riesgo. El punto es que si a la exposición a una pésima calidad del aire le sumamos la inactividad física el resultado es el aumento de casos de las enfermedades no transmisibles, entre las que se encuentran el cáncer, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas, la diabetes y los trastornos mentales y neurológicos. De acuerdo con la OMS, estos padecimientos son responsables actualmente del 68% de la mortalidad mundial y esto le ocurre al 88% de los habitantes de las zonas urbanas.

Las enfermedades no transmisibles y el cambio climático son dos de los retos más importantes del siglo XXI, ya que ambos representan una importante amenaza para la salud y el desarrollo sostenible.

Frente a esta problemática ¿qué opciones tenemos? La urbanización trepidante y dispersa en concordancia con el crecimiento demográfico o una urbanización compacta con acciones pensadas en la gente y no en los automóviles.

El crecimiento de la urbanización está estrechamente relacionado con la morbilidad y mortalidad debido a las enfermedades no transmisibles, además, fomenta un mayor uso del automóvil y por ende el aumento de la congestión y contaminación lo cual abona a los gases de efecto de invernadero, no a la mitigación y por lo tanto a la amenaza más temible el cambio climático, que convertirá en inhabitables nuestras ciudades.

La segunda opción nos invita a reinventar nuestras ciudades y a repensarlas de tal manera que podamos tener ciudades que sean más limpias y frescas, sin contaminación y con efectos positivos sobre nuestra salud. Pensar distinto significa cambiar lo que desde hace muchas décadas se venía pensando las ciudades en función de los automóviles y no de la gente: recuperar nuestras calles y el espacio público. Una de las acciones concretas para la salud urbana son los espacios verdes y los cursos de agua, estos son importantes espacios públicos en muchas ciudades. Según la OMS, la literatura científica describe varios modos en los que el entorno natural puede afectar positivamente a la salud y el bienestar humanos, ya que las zonas naturales ofrecen oportunidades de realizar actividad física, mantener el contacto social y reducir la tensión. Cada vez hay más estudios epidemiológicos que demuestran los diversos impactos positivos que conlleva mantener espacios verdes urbanos y cursos de agua, como la mejora de la salud mental y la reducción de la ansiedad y la depresión, la reducción de las tasas de morbilidad y mortalidad cardiovascular, obesidad y diabetes.

Es tiempo de cambiar la narrativa: abrir las calles a la gente y coadyuvar a que se vuelva a realizar ahí la vida social y comercial de la ciudad.

Que el lecho seco del Nazas se convierta en el curso de agua que necesitamos los Laguneros y la renaturalización de sus riberas y planicie de inundación que conformen en el mediano plazo un gran parque en todo el tramo de la zona metropolitana y finalmente contar con un #NazasVivo.

Además, se deben mejorar y rescatar las áreas verdes ya existentes y establecer nuevas en todas direcciones buscando una distribución equitativa de los espacios verdes públicos. Se debe poner énfasis en aquellos parques que aumenten la permanencia de los visitantes, que por lo general ocurre en aquellos que tienen una superficie mayor o igual a 15 hectáreas. Las fuentes de agua tratada deberían ser usadas como principal fuente de agua para riego así como la creación de estructuras para cosecha de agua de lluvia.

Buscamos disminuir el dióxido de carbono, principal gas de efecto invernadero y mejorar la calidad de los Laguneros. Recordemos que el planeta cambia y hará más calor. Debemos enfrentar el problema de manera científica y no ideológica.

Escrito en: enfermedades, contaminación, espacios, salud

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