EDITORIAL

De la política como exorcismo

Jesús Silva

No hay nada más sencillo que manipular a un fanático. Es suficiente alimentar su prejuicio para obtener de él lo que se quiere. Basta usar sus palabras, montarse en sus cuentos, en sus prejuicios y en sus rencores. El más poderoso de los presidentes mexicanos de los últimos años ha sido, por eso, uno de los más maleables. Su corte (no me refiero a la Suprema Corte de Jusiticia, sino el entorno de zalamería que lo rodea) descifró pronto los resortes de su mando. No fue difícil. Un hombre que carece del mínimo impulso de curiosidad, un político que no contrasta el discurso con lo que acontece, un cerebro convencido de que el mundo cabe en cinco o seis frases convoca a que lo engañen.

De fanatismo se alimenta el fanático. Cuando la directora de Conacyt describió la producción científica en México de los últimos años como "neoliberal" obtuvo el permiso de hacer su voluntad. No había mucho más que hacer para tener el campo abierto para sus destrozos. Simplemente había que reforzar el estigma con las marcas con las que el presidente asocia esa "oscura noche": servicio a los oligarcas, corrupción, lujos de unos cuantos, irrelevancia para el pueblo auténtico. Así de sencillo es obtener el respaldo del presidente para llevar a cabo la reforma más profunda y más dañina en la historia de la ciencia en México. Bastan un par de anécdotas que se pintan como si fueran la norma. Debe envolverse después el cambio con la sensiblería de la "regeneración nacional." El cambio no debe pensarse como una simple reforma sino una nueva acta de independencia intelectual. Un cambio que conquistará nuestra soberanía científica, que escuchará la sabiduría de los pobladores originarios, que recuperará la preminencia de lo público.

Lo que ofrece el consejo de ciencia son servicios de exorcismo transformador. Esa es la idea profunda que rige la política oficial. Habiéndose detectado que el demonio del neoliberalismo entró en los laboratorios y en las universidades; al advertir que el diablo desnacionalizador se adueñó del alma de los centros de investigación la doctora Álvarez Buylla emprendió la batalla por la depuración ideológica y moral de la ciencia mexicana. Su misión ha sido expulsar al Satanás que se había apropiado del microscopio. Esa ha sido su tarea: liberar a la biología y a la física de las perversiones del egoísmo globalista para que los científicos del país sean pueblo con doctorado.

La exorcista no conversa con el maligno. No está dispuesta a negociar los territorios que el diablo puede conservar. El propósito de su cruzada es extirpar de raíz el espíritu del mal. Por eso todos los esfuerzos por lograr el diálogo estaban destinados al fracaso. La comunidad científica buscó por todos los medios posibles participar en la reforma. Pero la infección neoliberal la hacía indigna de ser atendida. La comunidad de investigadores logró un entendimiento frente a la furia ideloógica del régimen. Trató que que su voz fuera escuchada en el congreso, pero no encontró nunca disposición a considerar la experiencia de quienes hacen investigación.

Culminó el asalto a la comunidad científica de México, ha dicho Antonio Lazcano, la voz más lúcida en esta batalla por la integridad de la ciencia. Rechazando el diálogo y rompiendo su estatuto, el Congreso aprobó una ley que daña la libertad académica y la autonomía presupuestal de los centros de investigación. Aprobó una ley que impone una ideología a la ciencia. Como tantos asuntos vitales, dependerá de la Suprema Corte de Justicia consentir o rechazar el atropello.

Si fuera necesario una prueba adicional del fanatismo con el que actúa la comisaria de la ciencia, valdría prestar atención a la exhibición de los herejes que se hizo recientemente en Palacio Nacional. Actuando abiertamente como inquisidora de la ciencia, la directora del Conacyt mostró una gráfica que mostraba a una respetada institución académica como si fuera núcleo de banda de delincuentes. El Cartel del Cide - Vieja Generación. El acto era una competencia entre la estupidez y la perversidad. Mostrar la extensión y los alcances de la actividad académica como si fueran prueba plena de criminalidad. Acusar, desde el poder, con vaguedades.

Escrito en: fuera, ciencia, académica, cambio

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