EDITORIAL

El otro día del niño

Yohan Uribe Jiménez

Con la bendita costumbre de comercializar las fechas para evadir las responsabilidades, es inevitable no relacionar el mes de abril con la fiesta de los niños. Dulces, bolos, juguetes y la excusa para que los adultos recuerden la mejor etapa de la vida, la niñez. Abril también toca a la memoria con las páginas del gran Gilbert Chesterton, en las que alguna vez escribió "...lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla". Aunque en la aburrida adultez uno se pregunte, por ejemplo, si el trabajo duro, extenuante y mal pagado, además de una realidad, sea para miles de niños en nuestro país una maravilla.

En México, según datos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, se calcula que en 2022 más de 800 mil niños y niñas entre los 5 y 17 años de edad trabajan jornadas de 35 horas a la semana. Más de 400 mil no van a la escuela. El estudio revela que en el país 1 de cada seis menores de 14 años trabaja, 2 millones 536 mil 693 pequeños que este mes tendrán que ver como el resto de la población celebra una fecha que tal vez para ellos sea tan ajena como dolorosa, porque llegará mientras ellos realizan labores en la construcción, la industria manufacturera, el campo, el comercio, algunos sectores de servicios y sobre todo en la informalidad.

Es tan difícil reparar en los datos, en parte porque ningún esfuerzo de gobierno se ve lo suficientemente serio, que es preferible esquivar la realidad y refugiarnos en los torpes comerciales de juguetes. Mientras nuestros legisladores discuten y se desgarran en San Lázaro por el Plan B, la autonomía de los órganos descentralizados o las mañaneras del presidente, salvo alguna excepción que confirma la regla, a ninguno, de ningún partido, se le ve haciendo un esfuerzo verdadero por al menos sacar de esa realidad al 1.4 por ciento de esos niños que trabajan, los que según los datos tienen entre 5 y 9 años.

Es cierto, ver la realidad de frente cuesta trabajo. Más cuando tenemos el privilegio de tener a nuestros hijos en escuelas, incluso particulares, y poder celebrarles de alguna manera el Día del Niño. Porque seguramente no hacen parte de esos pequeños que tienen que trabajar para pagar sus estudios y sus gastos, ayudar a la economía familiar, aprender un oficio o simplemente porque el destino disfrazado de desigualdad los hizo nacer en el lado más vulnerable de la sociedad, esas razones son al menos las que dio a conocer la valiosa investigación del INEE.

Una sociedad que viola permanente la ley no castiga la corrupción, atiza a diario la hoguera del odio y la descalificación, no puede reparar sobre el drama del trabajo infantil. En el papel la Organización Internacional del Trabajo y la ley en México determinaron que ningún menor de 15 años debe trabajar, y que de los 16 a los 18 solo pueden trabajar máximo seis horas a la semana y en condiciones que no pongan en riesgo su salud, en cierta medida para garantizar el derecho a la educación, entre otras cosas, pero ¿cuántas veces reparamos en la edad de los niños que vemos trabajando, ¿cuántas veces alzamos la voz o al menos cuestionamos?

Lamentablemente Oaxaca ocupa el primer lugar a nivel nacional en niños en situación de trabajo infantil. Da un respiro saber que tanto Coahuila como Durango se encuentran entre los estados con menos niños que tienen que trabajar. Pensar que, si aspiramos a construir una sociedad tolerante, incluyente, progresista y humanista, tenemos la obligación de reflexionar, al menos por algunos segundos durante ese colorido festejo, sobre esos millones de niños que pasaran un día con una herramienta de trabajo en las manos en lugar de un juguete.

Exigirle a nuestras autoridades el diagnostico, elaboración y puesta en marcha de políticas públicas para combatir en México el trabajo infantil es una necesidad. Ir más allá en un acto de conciencia y esquivar la tentación de consumismo para evitar comprar la felicidad que venden en forma de mercancía todas esas páginas que nos inundan de productos innecesarios es una obligación, porque a nivel mundial el trabajo infantil es mucho más dramático, en todas esa ropa, objetos de decoración y joyas de bajo precio que compramos, se esconde la miserable explotación laboral de niños, mujeres y hombres que trabajan por menos de un dólar al día para llevar comida a su mesa mientras satisfacen la ansiedad consumista de quienes somos privilegiados.

Este mes cuando festejemos la alegría de los pequeños de nuestra casa es indispensable hacer un pequeño espacio y dedicar unos segundos en memoria de quienes vivirán otro Día del Niño, uno en el que no existen colores, sino más bien el gris de una jornada laboral y mientras esa vergonzosa cifra de millones de niños en situación de trabajo infantil en México no llegue a cero, no debemos olvidar que también es responsabilidad de nosotros como sociedad, y para no contradecir a Principito de Saint-Exupéry hay que recordar que todas las personas mayores han sido primero niños, pero pocos lo recuerdan. Por eso en lugar de compartir fotos de cuando éramos niños, deberíamos compartir denuncias en contra del trabajo infantil.

@uyohan

Escrito en: niños, trabajo, pequeños, tienen

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