EDITORIAL

¿Jefe Máximo?

ÁTICO

Cuestionado sobre los viajes faraónicos del titular de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval, el Presidente responde con una frase memorable: "¿Y qué? ¿Cuál es el problema?". De ahí prosigue con el guión de siempre, la reacción predecible, la cantaleta conocida. El ataque a los ajenos para distraer la atención de los suyos. El "whataboutism" que busca relativizar las conductas inapropiadas de su gobierno, comparándolas con las conductas inventadas de sus críticos. Pero el efecto distractor es revelador. Cada vez que López Obrador es confrontado con casos de corrupción o enriquecimiento ilícito por parte de las Fuerzas Armadas, se convierte en su principal defensor. Cada vez que AMLO es encarado sobre el empoderamiento excesivo del Ejército, se erige en su escudo protector. Y eso propicia una pregunta cada vez más urgente: ¿Quién gobierna? ¿López Obrador es jefe de los militares o su empleado?

La duda es válida ante una militarización que crece exponencialmente. La Suprema Corte acierta en declarar inconstitucional la transferencia de la Guardia Nacional a la Sedena, pero su sentencia es una cubeta de cal entre toneladas de arena. Las Fuerzas Armadas avanzan en la construcción de Sedena Inc., apropiándose de puertos y aduanas y aeropuertos, hoteles y aerolíneas y fideicomisos y bancos. Cada día presenciamos una nueva transferencia de facultades, cada semana vemos cómo el gobierno subcontrata las funciones que le corresponden a quienes no les toca. Y de manera paralela, aumentan las denuncias a militares que mandan u obedecen. Familias acribilladas en retenes, civiles espiados por Pegasus, narcotraficantes coludidos con coroneles, generales pletóricos de privilegios, viviendo como marajás mexicanos. Hay una nueva mafia en el poder, edificándose ante nuestros ojos, tan impune y rapaz como la que AMLO criticó y ahora fabrica.

A él no le preocupa la militarización que ha profundizado. A él no le concierne ser el heredero de Felipe Calderón, y el facilitador de su legado sangriento. AMLO se engaña a sí mismo y a los demás con el mito de militares incorruptibles, impolutos. Lo usa para justificar decisiones que convierten al Ejército en el poder sentado en la silla presidencial. Los verdaderos beneficiarios de la "Cuarta Transformación" no son los pobres; son los militares. Favorecidos con los subsidios al AIFA que se apropian. Ayudados con los impuestos a turistas vía el Fonatur que se embolsan. Patrocinados por los contratos del Tren Maya que se adjudican. Asistidos por la tajada creciente del presupuesto que se asignan. El número de pobres con acceso a la salud disminuye, mientras el número de militares con acceso al erario aumenta. Y el problema minimizado por el Presidente, pero obvio para los ciudadanos, es la opacidad de quienes sí gobiernan.

¿Dónde está la información sobre los montos robados al Banco del Bienestar? Reservada por cinco años. ¿Dónde está la información sobre los contratos de Pegasus, el sistema de espionaje ilegal usado por la Sedena? Reservada por cinco años. ¿Dónde está la información sobre la operación fallida para detener a Ovidio? Reservada por cinco años. ¿Dónde está la información sobre los contratos del AIFA, de Dos Bocas, del Tren Maya? Clasificada como de "seguridad nacional" y por lo tanto, retirada del escrutinio. El ocultamiento de información que debería ser pública forma parte de un patrón peligroso. AMLO no protege a las mujeres de la violencia, pero sí protege a los militares de la supervisión. AMLO no protege a la población de la violencia, pero sí protege a aquellos que ejercen el poder de manera metaconstitucional. AMLO no protege al INAI, pero sí protege a quienes subvierten el derecho ciudadano a la información y a la protección de datos personales.

Ante la contención que la Suprema Corte intenta imponer, el Presidente responde, desafiante. Si la militarización viola la Constitución, habrá que cambiarla. Si el Ejército quiere mantener las prebendas, habrá que permitirle ser jugador político y acompañante electoral. AMLO quiere que las Fuerzas Armadas no sean leales al Estado sino a él, a la corcholata destapada, al proyecto de hegemonía morenista, en el 2024 y más allá. Pero como lo revela Guacamaya Leaks, el Ejército comienza a mandarse sólo y a actuar a su libre albedrío. Y hoy no queda claro si AMLO es el "Jefe Máximo" de las Fuerzas Armadas o su subordinado.

Escrito en: AMLO, protege, información, militares

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