EDITORIAL

Migrar a veces no es una opción

Yohan Uribe Jiménez

Las tragedias a veces confirman lo que todos sabemos. Duelen, molestan e irritan. Pero no solo porque en ocasiones se pueden evitar, sino porque nos recuerdan lo que no queremos ver, conocemos el drama hasta cuando es demasiado tarde. Más allá de la responsabilidad de las autoridades en todos sus niveles de gobierno, como ciudadanos hemos callado a conveniencia cuando de migración se trata. Nos indigna el trato que reciben nuestros compatriotas en los Estados Unidos, pero volteamos la mirada a los centroamericanos y sudamericanos que cruzan nuestro territorio buscando el mismo sueño. Aunque antes les brindemos una pesadilla.

La indiferencia de los agentes de migración, según el video que registró el incendio en el albergue de Ciudad Juárez que hoy tiene a 38 familias llorando una pérdida y sufriendo la imposibilidad de ver a sus seres queridos, no solo evidencia la falta de sensibilidad de los agentes de un instituto que desde hace décadas grita una verdadera reforma, sino que confirma que el valor que le damos a la vida de quienes viven el drama de cruzar México en su lucha por llegar a la unión americana.

Lo que desde hace años gritan y claman diferentes organizaciones de la sociedad civil, en su ardua lucha por dignificar el trato que le damos a los migrantes, no ha tenido eco en el Instituto Nacional de Migración (INM), señalado una y otra vez por la violación permanente de los derechos humanos de una población doblemente vulnerable. A diferencia de la masacre de San Fernando, en la que el crimen organizado privó de la vida a 72 migrantes, esta vez era el estado el encargado de resguardar su seguridad, su vida, su dignidad.

En su novela "Las tierras arrasadas", el escritor mexicano Emiliano Monge retrata con crudeza y realismo testimonial el dantesco camino que transitan los migrantes centroamericanos que cruzan por México intentando llegar a los Estados Unidos. Y el verdadero escalofrío que vive el lector, viene cuando reconoce que las violaciones, vejámenes, torturas y extorsiones, no sólo vienen de las bandas del crimen organizado que trafican personas, sino de las propias autoridades, policías municipales, estatales y federales que como aves de rapiña piden su propia cuota a los migrantes.

Como de costumbre, polarizar y politizar el tema dará para que hablemos más de quién endilga la culpa a quién (presidente, gobernadora o alcalde), que de las víctimas. Las investigaciones, por la contundencia de la evidencia, darán para destituir a uno o dos funcionarios, de bajo perfil de seguro, de seguro; mientras que quienes deberían haber previsto está situación, mañana continuarán con el distractor de turno y buscarán que olvidemos la tragedia, de seguro; eran migrantes, no pasa nada, dirán los políticos, de seguro.

Tan escueto es el comunicado del INM, como ingenuo el anuncio de dar un permiso de visitantes por razones humanitarias a los migrantes que resultaron afectados por el incendio, tragedia que desde luego ellos mismos pudieron haber evitado, por lo que se ve en el video quitar un candado o abrir una reja hubiera bastado para evacuar y salvar la vida de 39 personas. Un país que desde hace siglos ha arrojado migrantes, no puede cerrar los ojos ante el dolor de quienes han sido desplazados por la guerra, la pobreza y la necesidad.

Festejamos el triunfo del presidente Biden en nuestro país vecino, odiamos a Trump, no podría ser para menos, es impresentable desde cualquier punto de vista, pero, aunque nos cueste trabajo aceptarlo, más con el carisma de un político como Obama, lo cierto es que en lo general y sobre todo en los asuntos migratorios a México, centro y sur América, le ha ido mejor cuando gobiernan los republicanos que los demócratas. Históricamente hemos tenido menos deportaciones y menos tratos denigrantes a esa población.

Ojalá que más allá del circo que están haciendo los congresistas, a quienes no les ha importado el drama de la migración, porque no se han visto propuestas al menos en las dos últimas legislaturas, este horror deje un precedente, al menos en la memoria de los ciudadanos y antes de cerrar el vidrio del carro, o renegar cuando vemos migrantes pedir una moneda en un crucero, tratemos de tener empatía con uno de los fenómenos que más han causado dolor a la humanidad, salir de tu tierra para buscar sobrevivir en un lugar tan extraño como ajeno.

No habrá marchas, ni condenas. No se paralizará el país. No serán acreedores a homenajes, honores, ni cortejos. Tal vez ni siquiera tengan justicia. Eran migrantes. Pero lo que sí está en nuestras manos es reflexionar, al menos por el dolor que en este momento deben estar teniendo las 38 familias de las víctimas de la indiferencia de un estado que no pudo quitar un candado o abrir una puerta. Ojalá que alguien gire su mirada al INM y exija una verdadera reforma. No se vale.

@uyohan

Escrito en: quienes, migrantes,, sino, migrantes

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