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Franco Félix, apólogo de una madre finada

“La novela (Lengua dormida) ha tenido suerte porque trata sobre la experimentación de una ausencia y su duelo. Estoy agradecido porque me siento en compañía de una sociedad huérfana, porque al final, la orfandad crea vínculos”.

Franco Félix, apólogo de una madre finada

Franco Félix, apólogo de una madre finada

DANIELA RAMÍREZ CERVANTES

Tú origen es ella. En su interior te formas y bajo su amparo te amoldas al mundo. Te alecciona de qué va la vida y te foguea para que la vivas. Luego, de pronto, ella no está más. Experimentas un quiebre en tu historia personal porque la mujer que te dio la vida ha perdido la suya ¿Qué significa extraviar así a una madre?

Sobre esa ausencia escribe Franco Félix en Lengua dormida, el autor sonorense se suma a la lista de autores que a lo largo del tiempo han hecho literatura entorno a la pérdida de sus progenitoras.

Ana María es la mujer que desde niño lo intrigó y de quien iba haciendo apuntes, no tenía muy claro para qué, pero en libretas o diarios escribía de ella. La contemplaba como un ser atípico, pero no sería sino hasta después de su muerte que se enteraría, que, en vida, a Ana María se le durmió la lengua y calló deforma definitiva los episodios de otra vida.

Es así que Franco se lanza a la exploración para descubrir que su madre no vivió siempre en Hermosillo, sino que un tiempo se asentó en la Ciudad de México en donde tuvo un marido y cuatro hijos, a quienes abandonó repentinamente.

La acción, evidentemente, ya no pudo ser explicada por Ana María, por ello Franco Félix intenta reforzar, a través de otras voces, el retrato más fiel de su madre.

El resultado es una muy lograda novela que no sólo contiene tintes de lo infortunio de un duelo, sino que además está impregnada de un humor accidental que de alguna manera reivindica la vida de una mujer que decidió guardar silencio, pero que disfrutó singularmente la vida ocultando una herida abierta.

Poética, filosófica y matizada de humor y de amor, Lengua dormida es una oda y la búsqueda de una madre finada que se expresó en vida, más, desde su silencio.

Abres y cierras la narración del libro de Ana María, tu madre, recurriendo a sueños que tuviste, ¿Por qué echar mano de esta herramienta onírica para redondear la historia?

El territorio onírico ha sido un instrumento cognitivo en muchas sociedades. Desde las más triviales hasta las más avanzadas han recurrido al sueño para desarrollar o sofisticar la mente. Se supone que el sueño, y sobre todo la lucidez o la extraña lucidez que te da el sueño, ha hecho que la inteligencia humana prospere. En este caso, el sueño me ha permitido conciliar muchas discusiones que se quedaron pendientes con mi madre. Es importantísimo ese terreno, este territorio, porque más allá de loa mítico y simbólico que puede ser, también es muy terapéutico, porque al final eres tu hablando contigo mismo. Y eso, para la historia, funcionó bastante bien. Inicia y cierra con un sueño, porque justo, de entrada continuo una conversación y al final la mantengo, como si quisiera que el final no fuera el final, sino un diálogo más, como si estuviera abriendo otra conversación en ese territorio.

¿Cómo fue ir recuperando lo que tú llamas los principios del idioma de tu madre?

Creo que el idioma de mi madre está constituido de silencios. A lo largo de los años siempre consideré que mi madre era muy tímida, muy silenciosa; yo mismo heredé esa personalidad, yo soy muy tímido, soy una persona muy seria, pero, claro, el origen de su silencio es muy distinto. El de ella era una razón social, cultural. Digamos que un silencio por una pintura social que la condenó a este papel de ser un monstruo por abandonar a sus hijos, el silencio de ella fue muy orgánico, digamos, y el mío es un poco sintético. Su silencio es muy duro y muy fuerte, como se puede leer en el libro y creo que darme cuenta de qué está hecho este silencio, para mí era darme cuenta de cuál es el lenguaje, era analizar la antología de su silencio. Una antología que originó toda esta lengua dormida, para aludir al título.

¿Qué papel juega el silencio en tu obra?

Mi silencio es un poco parecido a lo que hace la música, se entiende la música como un intercambio de sonidos, pero también un intercambio de silencios, como un intercambio de huecos. Se supone que el silencio en la música es tan importante como el propio sonido, de echo, en la escritura, el silencio o la parte que no está ahí, es muy importante justo al nivel semántico, es decir, todo lo que no se dice en el libro es entendido por el lector y eso habla de una competencia no sólo lectora sino humana y cognitiva, social. Todo aquello que yo omito decir pero que el lector está entendiendo, nos vuelve un poco cómplices. Todo aquello que no está en el texto es incluso hasta más importante, porque yo no estoy inventando el lenguaje, pero como llegamos con este bagaje, lector y autor, digamos, tenemos cierta complicidad lingüística y esa complicidad lingüística implica también una complicidad cultural. Entender que en nuestro país, por ejemplo, existe ese tipo de violencia a nivel intrafamiliar, sin que yo use la palabra violencia intrafamiliar sigue siendo muy duro, es un tema que nos vuelve cómplices. Hay que pensar esos silencios que tenemos como seres dentro de una sociedad, el silencio es una materialidad importantísima en mi novela.

Muchos autores han escrito sobre la pérdida de sus progenitoras, es un fallecimiento que deja evidentes fracturas. En tu caso, ¿cuál fue el efecto que te dejó Lengua dormida?

Siento que la pérdida de mi madre como a cualquier otra persona, escriba o no escriba, cualquiera que sea la profesión, creo que es determinante, es un parteaguas en su historia. En mi caso, además de ser un parteaguas, fue un corte de caja en mi historia personal. Me di cuenta, cintando a Richard Cohen, que mi madre era más que mi madre, me hizo cuestionarme muchas cosas del arquetipo de lo que es ser madre. Sobre todo a partir de la investigación que hice de ella creo que la conozco un poco más y la conozco un poco más en términos literarios, filosóficos, filiales, pero también da pauta a un desconocimiento, entre más la estudio, entre más sigo conociendo cosas de ella, porque una cosa es el libro y otra es la historia sobre ella, la cosa real sobre su muerte y entre lo que se publicó en el libro y en lo que sigo conociéndola, incluso con las presentaciones del propio libro, con la gente, con los comentarios, con el mensaje que recibo, por un lado, la desconozco un poco más, también me intriga un montón más su misterio, creo que el conocimiento que puedo acumular sobre ella es menor al desconocimiento y eso es un privilegio para cualquier ser humano. El hecho de que la desconozco aún más, la vuelve más humana porque nosotros tendemos a cuantificar o a cualificar la humanidad de las personas, sólo con todo aquello en positivo, con todo aquello que haces bien o lo que haces mal, pero más que eso, lo que se vuelve una incógnita, es esta cosa psicoanalítica del desconocimiento, es la que engaña y me permite ver que las personas, al final, no ostentan de conocerse y al intentar obtener cierto retrato en su totalidad es completamente inocuo, es una trampa. Me gusta muchísimo desconocerla aún más y saber que es una cosa mucho más grande que mi madre, eso me ha dejado mucho el libro.

En la historia de tu madre, también te desdoblas a ti mismo ¿Consideras esta novela como tu obra más honesta?

No sé si honesta sea la palabra, pero sí la más transparente y la que más me expone, digamos, puedo, como dicen, la autoficción siempre es la más mentirosa, es decir, cualquier cosa que pueda creer sobre mí mismo es lo más equivocado que hay, entonces por un lado eso, que hablar un poco sobre mí, que esa es otra que no trato, porque lo que hice, en la novela, fue obviar mi presencia, soy más bien como un observador, eso sí, justamente al hablar de mi madre estoy hablando de mí mismo. Y el libro lo que hace es desnudar mi forma de ver el mundo, las cosas que pienso sobre temas, cosas que ocurren a nivel inmediato, etcétera. Sí, me deja mucho más expuesto, porque el personaje y yo somos el mismo. Me hato a dos cosas, a la oportunidad de que la novela se vuelva casi testimonial, más memoria y por otra, también de tentar un poco el relato, que por un lado está bien, alguien tiene que hacerlo, pero también me ofrece una responsabilidad, como si yo tuviera la última palabra y en términos humanos eso no está bien, uno no debería tener la última palabra nunca, pero tampoco podemos esperar a que venga alguien más a recitar la historia con otro libro.

En canción de tumba, un libro que también habla sobre la pérdida materna, Julián Herbet aseverá que escribió para entonar su dolor, en ese sentido ¿Para qué Franco Felix escribió Lengua dormida?

Canción de tumba es un librazo. Lo leí cuando salió en el 2011, pero tuve que releerlo ahora que falleció mi madre. Recuerdo haber experimentado una impresión muy profunda de ese libro pero tenía a mi madre viva, y ahora que lo leí, tiene otros tonos. Es increíble lo que hizo Julián, me parece un trabajo excepcional. Sí, él expone su dolor, yo creo que en mi caso expondría sí el dolor, pero también la alegría de que mi madre halla sido mi madre. Porque la novela esta plagada de cierto humor, la novela justo, se conecta con la pregunta anterior, me expone y mi forma de distanciarme un poco es ocultarme a partir de un humor muy intenso. Y no lo hice tan consciente, pero si lo veo ahora que ya está publicado. Sí veo que ese humor, como esta risa nerviosa, es el clásico felicitaciones en el funeral, la broma accidental. El humor está ahí, pero ese humor le rinde homenaje a la vida de mi madre, a su personalidad chispeante y alegre. Por un lado sí hay dolor, pero también la alegría de recordar que mi madre fue algo más que mi madre.

Hay humor, pero también leo en muchas partes poéticas ¿cómo trabajaste esos matices, para que en la novela no se leyera solo el dolor o el sufrimiento por perder a esta figura tan importante de la familia?

Este tono poético también es muy incidental, yo no soy muy consumidor de poesía, de echo cada vez que puedo molestó a los poetas, pero es por mi incapacidad, soy como el niño que hace bullying al niño que le da miedo. Soy como este sujeto que le molesta aquello que no entiende. Pero comprendo que esta honestidad que tiene la poesía, o esta honestidad que tiene el lenguaje poético de acercar sentimientos, de expandir estos sentimientos, incluso con un lenguaje a veces metafórico, a veces simbólico, creo que me acerco a este lenguaje poético, por mera honestidad que tengo con mi propio lenguaje, esta forma que tengo de ver el lenguaje de una forma como muy filosófica, tampoco vamos a decir que es un lenguaje filosófico como hegeliano, o kantiano; es filosófico en el sentido que se piensa a sí mismo. No sé si recuerdas al principio del libro hablo de cómo el lenguaje de los vivos y de los muertos están separados por le encarnación en tiempo y todo eso es filosófico, y entonces, la poesía y la filosofía conviven, están ahí girando desde hace décadas, eso se percibe y mi reflexión es que hay poesía porque en todas las reflexiones hay poesía y como es muy honesto y no trato de escribir una novela en la que sea la historia privilegiada, o la forma del propio relato y la propia recepción del relato, entonces se vuelve filosófico y por lo tanto, poético.

Ahora entorno a su forma, en Lengua dormida encuentro algo de biografía, apuntes de libreta, diarios, y entre todo esto, sueños. ¿Por qué decides construir así la novela de tu vida?

Vas a decir que es un libro accidental, parece que me tropecé con el libro, pero sí es consciente, porque lo hice durante toda mi vida. Mi madre siempre me pareció muy rara, a ella también le parecí muy raro (risas) pero durante toda mi vida hice recortes; anotaciones de las impresiones que tenía sobre ella, de las preguntas que tenía sobre ella, digamos que el libro se fue alimentando durante mucho tiempo, te hablo desde que soy un niño de 13, 14 años, todas estas impresiones que tengo, todas estas dudas, por un lado, se fundan como notas, en otras estoy escribiendo un ensayo sobre el escape, la huida y forman parte de la novela y en otras estoy haciendo relatos casi poéticos sobre ella durmiendo, y todo eso, al final, se conjugó en la manera en que se dio el libro, y la intervención profesional viene la parte editorial de decir qué entra, qué no porque tampoco tiene mucho sentido irse con un libro de 500 páginas para entender algo sencillo. Autores y lectores, en ese sentido, creo que entendemos que existe una violencia, que existe un silencio también y que poco a poco lo combatimos y sobre todo las mujeres, que con todo los movimientos y todas estas discusiones que están poniendo sobre la mesa no sólo social y político, sino también a nivel literario, creo que esto se ha conjugado poco a poco. Son muchos los pedazos de información que había sobre mi madre entre ellos la idea de que es lo que debería de ser una madre, que es el tema, y creo que fue necesario colocar una parte de todo esto para conformarla.

En alguna parte leí que lo peor para una familia era tener un integrante que fuera escritor ¿cómo interpretas tú esa sentencia?

(Risas) sí, comprendo que eso puede ser un poco incriminatorio. Pero fíjate, en la parte familiar materna hay una distancia digamos como de la historia de la familia, en cambio en la familia paterna, al contrario, me recrimina porque están esperando salir en el libro, y me dicen que cuando voy a escribir el libro sobre ellos como si tuvieran las vidas mas interesantes del mundo (risas). Sí, totalmente de acuerdo (con la sentencia), pero en el caso de mi familia, tienen una ansiedad enorme por aparecer en los libros.

¿Crees que alguien quede inconforme con lo que relatas en Lengua dormida?

Sí, estoy seguro que sí y ahí está el libro para hablar. Ahí mismo escribo que esto no es lo que yo creo, sino que eso es a través del lenguaje que se ha registrado a través de distintas voces a las que se presta la voz apagada de mi madre, digamos que todas las cosas que no pudo decir mi madre sí las dijeron sus hermanas, mis tías, sus familiares cercanos. Me prestaron su voz para decir eso que no se podía decir, por lo mismo, los personajes están ocultos, no dejo los nombres completos. El libro no está para apuntar con el dedo, para señalar a nadie. El libro es sobre aquello que a mi madre la convirtió en eso lo que la mayoría piensa, digamos, el ser una mujer que abandona a sus hijos, es una mala madre pues bueno, hablemos...y de eso se trata, de seguir dibujando los contornos de ese vacío y si hay alguien que se moleste, lamentablemente no hay buzón de quejas, pero puede escribir su propio libro.

Al final nos entregas una obra universal, porque como describes, al morir la madre: “sabremos que hay alguien ahí afuera, con la misma herida, con la misma pérdida…”

Totalmente. El libro ha echo eco por eso, veo en las propias reseñas, he visto como el libro tiene esta cualidad de plataforma para su propio dolor y a veces ya no tiene que ver tanto con la madre, sino que ese dolor lo proyectan con un padre o con un hermano o con un amante que se les murió. Al final, la historia de mi madre hace eco justo por ese dolor o esa aflicción universal que es la ausencia, todos vamos a experimentar una ausencia, incluso seremos objeto de una ausencia en un momento, eso, si tenemos suerte para que alguien le faltemos. La novela ha tenido suerte porque trata sobre la experimentación de una ausencia y su duelo. Estoy agradecido porque me siento en compañía de una sociedad huérfana, porque al final, la orfandad crea vínculos.

Escrito en: libro, madre, poco, silencio

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