Veinte años han transcurrido desde la invasión estadounidense de Irak. Doce del inicio de las protestas populares que desembocaron en la catastrófica guerra en Siria. La mayoría de los países de la región continúan inmersos en diversos conflictos. Viven múltiples crisis y confrontaciones. El conflicto fundamental entre Israel y Palestina ha registrado en las últimas semanas otra gravísima escalada de violencia. El enésimo regreso de Benjamin Netanyahu al frente de un gobierno de coalición en Israel, ahora conformado por los partidos de extrema derecha y los ultraortodoxos, ha precipitado una riesgosa división interna debido a una controvertida reforma del poder judicial. Pero también ha modificado el statu quo con sucesivos bombardeos a y desde Gaza, redadas e incursiones en Cisjordania, haciendo uso de cohetes y aviones, con enfrentamientos, ataques suicidas y atentados recurrentes, tiroteos, desalojos, demoliciones y otras acciones punitivas. Más muertos de ambos bandos. Además de efectivos del ejército israelí, han participado jóvenes y milicianos palestinos y grupos de choque de colonos judíos.
Se alejan cada día más las premisas y condiciones sobre el terreno para conseguir una solución pacífica negociada al conflicto palestino israelí. Múltiples acciones están socavando cualquier perspectiva de paz. Las advertencias de Naciones Unidas y Estados Unidos, las denuncias de las potencias europeas sobre la ilegalidad de los asentamientos según el derecho internacional, (incluso conforme a la propia legislación israelí), cuando en los hechos se legalizan, mediante autorizaciones administrativas, la expansión y construcción de nuevas colonias judías, resultan notoriamente ineficaces. Suenan cada vez más huecas. Todo lo anterior provoca que languidezca el derecho inalienable de los palestinos a la autodeterminación.
Por otra parte, de manera paralela, las dificultades para encontrar una salida en torno a los desafíos internos y externos en Irán también han ido en aumento. Se han tornado más complicadas. Sin embargo, simultáneamente, están ocurriendo esfuerzos importantes en el contexto de los cambiantes escenarios geopolíticos actuales.
Las mayores protestas en la historia de Israel han tenido lugar en las últimas semanas. Cientos de miles de israelíes han salido a las calles en todas las ciudades para oponerse y manifestar su rechazo a una reforma judicial promovida por el gobierno que acabaría con la independencia del Tribunal Supremo, subordinándolo a él, estableciendo un control sobre los procesos de selección y coartando la actuación de los jueces. La semana pasada se prendieron nuevas alarmas cuando decenas de reservistas de unidades de élite anunciaron que dejarían de servir en el ejército, si Netanyahu y sus aliados no ponen fin a sus maquinaciones en el legislativo. Se suman a las alertas detonadas por los empresarios del floreciente sector tecnológico. El parlamento podría aprobar la reforma antes del 2 de abril.
El presidente Isaac Herzog, sin funciones de gobierno ni poder como jefe de Estado, está intentado que se suspenda el proceso parlamentario, temiendo un grave colapso constitucional y social. El ministro de Seguridad Nacional, un radical ultraortodoxo, condenado por incitación, quien es visto por los propios responsables operativos de la seguridad interna como una seria amenaza, procedió a cesar al jefe de la policía de Tel Aviv acusándolo de actuar con "excesiva tibieza" cuando, según él, debió actuar con dureza extrema al enfrentar a los manifestantes, calificándolos como "anarquistas". El actual ministro de Finanzas, detenido en 2005 por planear actos de sabotaje, tiene responsabilidades en la administración de los territorios ocupados. El poder judicial juega un papel primordial, de contención, ante los intentos de implantar un Estado basado en la ley religiosa judía. La prensa liberal viene alertando sobre un posible golpe, consistente en usar medidas de fuerza para derribar las limitaciones y garantías de equilibrio, impuestas por la ley. Por ello, cientos de miles de israelíes han salido a defender, de manera expresa, lo que consideran un peligrosísimo asedio desde el poder ejecutivo sobre la democracia y sus valores, conquistado democráticamente en las urnas, con un voto cada vez más numeroso pero fragmentado. Les subleva un premier que busca librarse de las denuncias judiciales en su contra por actos de corrupción.
Las tumultuarias protestas internas coinciden con una incesante escalada de violencia con los palestinos. Desde enero las incursiones del ejército israelí para "neutralizar" a milicianos palestinos armados, asentados en Cisjordania, han ido en aumento. En lo que va del año han muerto más de 78 palestinos y 15 israelíes. Se aproxima el Ramadán, el mes sagrado para los musulmanes, que coincidirá este año con la Pascua judía, pudiendo resultar un factor explosivo en los territorios ocupados, sobre todo después de las sangrientas incursiones recientes en Nablus y Jenin, y los intentos por arrasar el poblado palestino de Hawara. Más de 475 mil colonos israelíes viven en asentamientos enclavados en Cisjordania, en medio de 2.8 millones de palestinos. Las tensiones dentro y fuera de la coalición aumentan al igual que en la sociedad, ante la posibilidad de que el gobierno intente anexionar el área C, esto es, el 60% del territorio palestino ocupado por esos asentamientos judíos, donde también sobreviven 350 mil palestinos, separados por muros, barreras, carreteras.
Hablar de una "iranización" de Israel, no es irónico. Netanyahu continúa en una pendiente teocrática, mientras obstaculiza los esfuerzos del Organismo Internacional de Energía Atómica para desbloquear las negociaciones destinadas a renovar el acuerdo nuclear de 2015 entre Irán y las potencias mundiales. Justo cuando acaban de restablecerse las relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita, gracias a una decisiva mediación de China.
@JAlvarezFuentes