EDITORIAL

Mimar al monstruo

Jesús Silva

El consentido del régimen ha mostrado su naturaleza. Se le ha presentado como la única estructura confiable del Estado mexicano, una corporación eficiente y ahorrativa que encarna al pueblo verdadero. Nadie ha hecho mayor publicidad a los uniformados que el presidente López Obrador, quien suele contrastar la austera eficiencia de los militares con el dispendio y la arrogancia de los encorbatados. Los soldados obedecen y resuelven problemas, los técnicos lo embrollan todo encerrados en el laberinto de sus procesos. Los militares son el pueblo mismo y están, por ese hecho, por encima de cualquier sospecha.

Las consecuencias de todos los mimos empiezan a mostrar su cara más amenazante. Era evidente que la apuesta militarista tendría costoso gigantescos. Que significaba un terrible retroceso histórico que ataba a las siguientes administraciones. Militarizar es fácil. Recuperar el control civil de lo militarizado no lo será. En estas semanas hemos visto lo que significa el fortalecimiento político del ejército y la carta de impunidad que el presidente le ha extendido retóricamente a las fuerzas armadas.

El ejército viola la ley y seguramente engaña a su comandante supremo. Se ha sentido con la capacidad para formar unidades de espionaje que no tienen ningún sustento jurídico y con la protección para vulnerar derechos de ciudadanos mexicanos sin ninguna consecuencia. Hay que subrayarlo volviéndolo a decir: el ejército viola la ley. La investigación Ejército Espía divulgada por Animal político, Aristegui Noticias, Proceso y R3D da cuenta de la magnitud de la transgresión militar. El ejército ha constituido ilegalmente una unidad que se mantiene secreta para espiar ilegalmente a quien el propio ejército apunta como enemigo. Nos hemos enterado que existe un Centro Militar de Inteligencia, una unidad secreta que no rinde cuentas a nadie.

Ese es el monstruo que ha alimentado el presidente López Obrador. La corporación armada siente la cobertura política suficiente para crear ilegalmente cuerpos ilegales que actúan ilegalmente. El CMI es eso: una estructura militar fundada sin respaldo legal, que actúa al margen de la ley. El ejército funda cuerpos ilegales y secretos e instruye a sus integrantes a violar la ley. El monstruo del militarismo acata el llamado de su naturaleza: actuar por encima del derecho con el pretexto de ser la instancia salvadora de la paz pública; esconderse de la mirada pública, violar los derechos de quien cataloga como enemigo.

El ejército no tiene facultades para intervenir comunicaciones privadas y, sin embargo, ha quedado demostrado que ha espiado conversaciones del defensor de derechos humanos Raymundo Ramos. No hubo, por supuesto, ninguna autorización judicial para que pudieran intervenirse sus comunicaciones. El espionaje bajo López Obrador es mucho peor que el que se vivió bajo Peña Nieto, porque el de hoy lo ordena un cuerpo militar que actúa en secreto.

Las revelaciones recientes exigen la renuncia del Secretario de la Defensa Nacional. ¿Cómo puede permanecer en su puesto el responsable de una transgresión de este tamaño? ¿Cómo puede seguir ocupando su cargo quien ha desatendido tan abiertamente las instrucciones públicas del presidente de la república? El monstruo se percibe imbatible y actúa ya como un poder indomable. Ha acumulado tal poder que no hay quien sea capaz de disciplinarlo. Somos testigos de una alarmante arrogancia militar. El Secretario de la Defensa puede burlarse abierta y públicamente de las instrucciones del comandante supremo. El Secretario de la Defensa puede burlarse del Congreso constituyendo estructuras ocultas a su inspección.

Y el Secretario no encuentra reprimendas de su jefe, sino el ofrecimiento de coartadas para sus abusos. Lo grave no es el ridículo del argumento sino la dejadez ante los militares. El presidente no ha llamado a cuentas a su subordinado, no ha ordenado la inmediata clausura de un centro ilegal de espionaje, no ha sancionado a quienes se han pitorreado públicamente de sus instrucciones. Y el Secretario que ha ordenado la violación de la ley y el desacato de la instrucción presidencial permanece en su cargo. El monstruo manda.

Escrito en: ejército, presidente, monstruo, quien

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