EDITORIAL

La pandemia del fentanilo

Yohan Uribe Jiménez

Técnicamente el fentanilo es un narcótico sintético muy recurrente en la medicina por su enorme capacidad de analgesia y anestesia. Desde su creación, en 1960, su uso fue escalando en los Estados Unidos hasta convertirse en el opioide sintético más utilizado en la medicina, incluso, sólo en 2017 en la unión americana se contabilizan 1.7 millones de recetas de este fármaco, que por cierto aparece en las lista de medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud. Si, ese mismo compuesto químico que hoy es declarado enemigo número uno en la guerra contra el narcotráfico que al menos ante la opinión pública, dice mantener el gobierno estadounidense.

Para los Estados Unidos parece que el único país involucrado en el trasiego de drogas hacia su territorio es México. No importa que Colombia, por ejemplo, siga siendo el principal productor de cocaína del planeta, si, es cierto que los carteles mexicanos se han convertido en la bodega que controla el trafico mundial, pero el silencio del gobierno norteamericano hacía el principal productor no deja de llamar la atención.

De igual forma, el silencio de los gobiernos de Estados Unidos y México con el gigante asiático, China, como principal productor de fentanilo en el mundo, resulta por decirlo menos curioso. Incluso los grupos criminales chinos que compran el fentanilo sin ninguna regulación legal, en el paraíso creciente de las farmacéuticas, utilizan el propio correo postal de los Estados Unidos para distribuir en dosis personalizadas este producto, haciéndolo casi imposible de rastrear para las autoridades, que como de costumbre para simular la guerra contra las drogas culpan de todo mal a México.

China es la súper potencia por excelencia, no sólo económica, sino de control. El gobierno prácticamente controla todo, medios de comunicación, industria, organizaciones y no existe en su territorio oposición política alguna, razón por la cual resulta casi imposible de creer que no logre meter en cintura a los laboratorios que producen este opioide, más cuando es abiertamente conocida la participación gubernamental en gran parte de la industria farmacéutica del gigante asiático.

Qué hubiera pasado si un alto funcionario de México, en su caso la Secretaria de Seguridad Pública Rosa Icela Rodríguez, hubiera dicho en un foro anti-drogas lo que el viceministro de seguridad de China Liu Yuejin sostuvo sin siquiera inmutarse ante la Organización de las Naciones Unidas en 2016: "Los países que consumen drogas ilegales no tienen justificación para exigir que los países productores de drogas combatan su fabricación".

Porque no se escucharon voces de congresistas estadounidenses, ni activistas de ese país y mucho menos actores del gobierno pedir declarar a los laboratorios chinos organizaciones terroristas. Es más, los comentarios del viceministro chino no dieron ni para un posicionamiento serio de la Administración de Control de Drogas (DEA) de nuestro vecino del norte. Una razón más para pensar que la política de ese país contra las drogas no deja de ser una simulación que varía de acuerdo a los intereses económicos de la nación, venga de un país considerado socio comercial, o de un cartel bien visto para ellos.

El año pasado el fentanilo cobró la vida de más de 71 mil personas en la unión americana, las sobredosis aumentaron un 23 por ciento respecto al 2021 y este año la cifra parece que se incrementará proporcionalmente. Lejos de ver la desarticulación de las grandes organizaciones criminales en ese país, su discurso siguen siendo los carteles mexicanos, desde que mexicanos y colombianos ponemos los muertos por cientos de miles, el gobierno estadounidense se hace el de la vista gorda al interior de su territorio. Haya no hay carteles, puchadores, lavadores de dinero, empresas fachada y mucho menos bancos que pongan en circulación los miles de millones que el tráfico produce.

Demostrado está que la gran ganancia de las sustancias ilegales denominadas drogas ilícitas no está en la producción, tampoco en el tráfico, sino en la distribución de pequeñas dosis, es decir que el grueso de ese valor, más del 60 por ciento, se quedan en suelo americano. Lo que no se entiende es porque al menos frente al gobierno colombiano, Estados Unidos parece haber abandonado acciones para combatir el cultivo y producción de cocaína, y frente al gobierno chino parece bajar la cabeza y buscar un culpable al que pueda alzar la voz y que por supuesto no sea el principal retenedor de los bonos de deuda de su nación.

Mientras, en México la invisible e impresentable oposición, pretende politizar el tema pensando en las elecciones, sin entender que ese flagelo del narco y sus implacables tentáculos cuando abrazan un territorio lastiman a su población independientemente al partido político que los gobierne. México, que lucha contra el crimen organizado, armado hasta los dientes con alto poder de fuego y tecnología proporcionados por el mismo país que exige resultados, también guarda silencio contra los gobiernos de Colombia y China, incapaces de controlar su producción y exportación de drogas, mientras la calles cada día se tiñen más de rojo.

@uyohan

Escrito en: gobierno, drogas, Estados, país

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