La inteligencia artificial avanza en forma notable al iniciarse el 2023. Nuevas herramientas como el ChatGPT, un sistema automatizado que responde preguntas de los usuarios, a través de un chat, utilizando inteligencia artificial lingüística, que no se limitará a Bing, el recién renovado programa de búsquedas de Microsoft, han catapultado las expectativas sobre sus múltiples posibilidades y aplicaciones futuras. Estamos, sin duda, frente a un nuevo salto cualitativo. Basta ver la intensa actividad y los resultados recientes, en particular las nuevas inversiones multimillonarias destinadas a desarrollar software y nuevas aplicaciones para uso civil, pero también, significativamente, con fines de defensa, principalmente en Estados Unidos, en China, y, en menor medida, en Europa. La IA está desarrollándose de manera vertiginosa, permitiendo automatizar múltiples procesos, tareas y servicios, facilitando diferentes soluciones a necesidades establecidas y creadas. Está transformando fundamentalmente las distintas formas en las que trabajamos, vivimos y nos relacionamos.
Cuando hablamos de inteligencia artificial (IA) hacemos referencia a un conjunto de capacidades tecnológicas, basadas en las máquinas, que permite que registren, aprendan, razonen y tomen decisiones, de manera similar a como lo hacen los seres humanos. Son tecnologías interrelacionadas que se basan en la creación de algoritmos y modelos matemáticos, en sistemas informáticos inteligentes de alta complejidad, capaces de procesar grandes cantidades de datos y aprender de ellos, para operar, decidir y actuar, de forma tal que dispositivos informáticos o bien los robots inteligentes pueden realizar tareas que antes sólo podían ser hechas por seres humanos.
La IA se utiliza en diversos campos incluyendo el procesamiento del lenguaje natural; por supuesto la robótica, la visión artificial, también en los servicios y la investigación médica, así como para desarrollar herramientas amigables destinadas a brindar atención a usuarios y clientes. Los sistemas de procesamiento de lenguaje natural se utilizan primordialmente en chats y en la creación de aplicaciones que funcionan como asistentes virtuales. Por otra parte, los robots inteligentes utilizan IA para realizar tareas repetitivas, de alta precisión, como por ejemplo la fabricación de productos con materiales delicados en ambientes controlados o la exploración del espacio. La visión asistida se utiliza de manera cada vez más intensa en los sistemas de reconocimiento facial y en el diseño y perfeccionamiento de vehículos autónomos, no tripulados. El desarrollar aplicaciones novedosas puede resultar tremendamente útil para contribuir a proteger el medio ambiente, conseguir mejores resultados en la ejecución de la transición energética y mejorar los servicios de salud. Se vislumbra un cambio radical en los recursos y paradigmas de la ciberseguridad.
En los procesos de implementación de IA se hace uso del análisis de datos y del aprendizaje automático, lo que permite a gobiernos, plataformas tecnológicas y empresas procesar grandes cantidades de datos y obtener información de gran valor sobre los ciudadanos y sus clientes, sus actividades, operaciones, hábitos, gustos y las maneras en que se comportan en el espacio público, como consumidores, y en los mercados. También se utiliza, de manera creciente, para optimizar las cadenas logísticas y de suministro, el análisis de riesgos financieros, la detección de operaciones ilegales, de lavado de dinero o fraudulentas. Cada día más para analizar opciones y tomar decisiones de inversión.
Estas herramientas tecnológicas se están desarrollando rápidamente en un mundo impulsado por el valor de los distintos tipos de datos, los big data. Sin embargo, la IA no es neutral, lo cual plantea múltiples cuestiones éticas y legales, al igual que la necesidad prioritaria de establecer medidas legislativas y de regulación. Cuestiones difíciles de responder. ¿Quién se hará responsable si aplicaciones de IA ponen en riesgo vidas humanas, dañan intereses o propiedades privadas? ¿Quién controla la IA, sus formas de innovación y la aplicación de herramientas digitales automatizadas? ¿Permanecerá siendo una caja negra? ¿A quiénes corresponde determinar límites, criterios y establecer los derechos de los usuarios? ¿Habiendo disposiciones parciales, debe ser una instancia internacional o instituciones nacionales quienes regulen la IA? Hay una serie de Principios sobre IA de la OCDE, también un documento de Recomendaciones de la UNESCO sobre el desarrollo ético de la IA.
Hay consenso de que la IA transformará la mayoría de las industrias en la próxima década, lo que hará fundamental que las empresas inviertan, con una nueva visión, en promedio el 4% de sus ingresos, para escalar sus operaciones, desarrollar sus capacidades de investigación y desarrollo y aprovechar todo el potencial. Dos ejemplos: OpenAI de Microsoft, el desarrollador del ChatGPT, continuará invirtiendo miles de millones de dólares y la Unidad de servicios en la nube de Amazon duplicará en dos años los más de 100 mil usuarios que ya están ejecutando aplicaciones de IA, ante la preferencia de muchas empresas en el mundo de aliarse con los gigantes tecnológicos estadounidenses.
Además, existe la preocupación legitima que la automatización basada en la IA termine por contribuir a reemplazar a los trabajadores humanos, especialmente en labores simples o repetitivas en las industrias, con el consecuente desempleo masivo. Hay también el temor fundado de que se siga usando para diseñar y fabricar armas autónomas capaces de destruir y matar sin intervención humana. Están también los desafíos de la privacidad y seguridad de los datos personales ante los sesgos posibles en el uso de los algoritmos de la IA.
Muy acertada resulta la publicación del libro multidisciplinario: Mi vecino es un robot. Los retos para convivir con la Inteligencia Artificial, con textos de divulgación a cargo de especialistas.
@JAlvarezFuentes