EDITORIAL

La actuación mexicana contra Trump y el 5%

Kimberly Breier

Aprincipios del año 2019 las caravanas de migrantes que viajaban hacia el norte, en cifras mensuales de detenciones en la frontera suroeste de Estados Unidos, superaban las 140 mil personas. Esto representaba una emergencia tanto humanitaria como de seguridad que ambos países debían atender.

El presidente Donald Trump tomó la decisión de presionar a México para que hiciera más por conseguir mejores resultados, imponiendo un arancel inicial de 5% a todos los productos procedentes de México.

Todo el peso de esta negociación cayó sobre mí, después de una reunión en la que había quedado claro que el arancel iba a destruir el sector automovilístico estadounidense en Michigan, Ohio y otros estados.

Si bien el T-MEC se firmó a finales de 2018, no había recibido la aprobación del Congreso de Estados Unidos en junio de 2019. Y el Congreso mexicano tampoco había ratificado el T-MEC a principios de junio de 2019. El acuerdo comercial que había sido objeto de duras negociaciones durante casi dos años, que forma la columna vertebral de la cooperación económica de América del Norte, estaba en juego.

En lo que a mí respecta, el fracaso no era una opción.

Lo que necesitábamos era una serie de medidas creativas que supiéramos que serían legales, eficaces y humanas para hacer frente a la oleada de inmigración.

México recibiría a los migrantes para esperar la resolución de sus solicitudes de asilo, y con ello la teoría era que el número de migrantes descendería precipitadamente (así fue). El sistema de asilo estadounidense se mantuvo totalmente abierto y a disposición de los migrantes. México también enviaría refuerzos a su frontera sur con Guatemala, para hacer cumplir la ley mexicana, y tomaría otras medidas que considerara necesarias.

Quienes querían adoptar una postura inflexible y dejar que la relación bilateral se fuera por un precipicio -yo creía en aquel momento que había gente en ambos lados que aplaudía ese resultado- subestimaban las consecuencias, tanto políticas como económicas para ambos países.

El cálculo del presidente Trump siempre pareció ser que Estados Unidos podría soportar el dolor económico que causaría su arancel por más tiempo que México, incluso si México tomaba represalias. Probablemente tenía razón, pero el dolor habría sido sustancial.

Y lo que es más importante, las víctimas de esa batalla económica habrían sido el pueblo estadounidense y el mexicano, los puestos de trabajo, las cadenas de suministro, y la competitividad. Nada bueno habría salido de ello.

La parte mexicana lo vio claro. México enfrentaba amenazas sin precedentes no sólo de un vecino del norte, sino del país que recibe alrededor del 80% de sus exportaciones.

El secretario Marcelo Ebrard sabía lo que estaba en juego. Sabía que esto era difícil, conocía los riesgos, e hizo lo que tenía que hacer por su país y por el pueblo mexicano en ese momento. Y lo que es más importante, México también demostró que podía dejar de lado las emociones, compartir la responsabilidad y encontrar soluciones que fueran las mejores para el pueblo mexicano.

Escrito en: México, Trump, hacer, ambos

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