EDITORIAL

El Cañón de Fernández, último tramo vivo del río Nazas

Julio César Ramírez

Sobreviviente del paraíso perdido, el Cañón de Fernández, con agua permanente, ubicado en la parte sur del municipio de Lerdo, Durango, en las cuencas centrales del norte de México, está dotado por los más ricos recursos naturales de la región conocida como La Laguna, zona fronteriza de los estados de Durango y Coahuila. Alberga, todavía, 581 especies vivas diferentes, entre ellas 25 endémicas o únicas de su territorio en aves, insectos, peces y vegetación. Área de humedal, de esteros permanentes, montañas y ecosistemas biodiversos donde el ambiente original no ha sido esencialmente alterado, abarca una superficie de 17 mil hectáreas, desde las compuertas de la presa Francisco Zarco, que contiene el agua del río Nazas y representa el mayor y principal vaso alimentador de agua para la comarca. Enfrenta múltiples amenazas.

En la quietud natural, comparten hábitat álamos, sauces, ahuehuetes, huizaches, mezquites, ocotillos y distintos tipos de cactus, con aves como la aguililla de cola roja, la aguililla gris, el pato del bosque, el águila pescadora, auras y el capiturrín. Mamíferos como el zorro, el cacomixtle, el coyote, la ardilla y el conejo de cola blanca encuentran casa en un ambiente de reptiles como víboras de cascabel y la lagartija de collar, además de veintisiete tipos de peces. Visitan el lugar algunas especies de aves migratorias como el pato canadiense.

Pero hace unos quince años, más o menos, empezaron a aparecer algunos concesionarios federales alrededor del río, que colocaron cercas en esos parajes, desmontaron terrenos, construyeron enrejados y cabañas e instalaron "spa", entre múltiples acciones con fines de turismo de lucro que iniciaron un proceso de alteración e incluso destrucción del hábitat de cientos de especies naturales, cambiando el uso de suelo y debilitando, sobre todo, el bosque de galería, débil de por sí. Y el proceso sigue.

Se trata, entonces, de mirar al pasado, para aclarar la visión del presente.

La parte más importante y frágil de las 17 mil hectáreas corresponde al bosque de galería, área riparia que se encuentra precisamente alrededor del río, concesionada en ese tiempo.

Dicho lugar tan hermoso, con sabinos de hasta mil 400 años de edad, con vegetación y agua permanente, iba despertando la avaricia de los concesionarios que tenían y estaban comprando; porque, aunque era un traspaso de concesión, por "debajo del agua" se compraban a muy buen precio las concesiones, y las personas que estaban adquiriéndolas eran de dinero.

Lo más preocupante era -según revelaban los inventarios del área natural protegida- que especies como el agave Victoria Reginae, que requiere cuarenta años para desarrollarse, y el cactus Reina de la Noche, que florea una sola vez al año y por la noche, se encontraba en peligro de extinción.

El lugar no sólo es famoso en el país, sino en el mundo.

En abril del 2005 se declaró Área Natural Protegida bajo el nombre de Parque Estatal "Cañón de Fernández", incluido el 2 de febrero de 2008 en la lista de sitios preservados por la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas, conocida en forma abreviada como Convenio de Ramsar, en memoria de la ciudad de Irán donde se firmó el 2 de febrero de 1971 a orillas del mar Caspio.

Lugar ideal para el ecoturismo, con pinturas rupestres y cuevas, el Cañón cuenta con espacios para la observación de aves, el campismo y elevaciones para escalar, practicar rapel y el turismo comunitario.

Atrae el ecosistema a innumerables visitantes que gustan del ciclismo de montaña, la contemplación de aves y paisajes; de alpinismo y de kayac, pero también del motociclismo, entre otros.

No obstante, ya entonces generó el motociclismo un enorme daño al ecosistema, por lo que se buscó que fuera actividad no permitida.

Igual sucedía con la pesca desmedida o "inconsciente", con huellas de estragos en la población de peces.

Pronto se encontró el impacto de la imposición de cercos y construcciones: la fragmentación o división del área y sus ecosistemas. Se impedía, en primera instancia, el libre flujo de la fauna; se le ponía una barrera que no la dejaba llegar al agua, lo que la obligaría a irse a donde si tuviera acceso, o simplemente empezaría a desaparecer.

La fragmentación impedía el libre flujo de los pastos también, de las semillas. Se introducían especies exóticas, origen de plagas incontrolables, que empezaban a desplazar a las especies nativas, alterando la biodiversidad.

Además, el impacto antropogénico, la compactación de suelos por el constante paso de personas y vehículos, siempre en un mismo sitio, iba haciendo que la vegetación ya no creciera en el lugar, que se erosionara y quedara el suelo completamente desnudo.

Aún hay tiempo para evitar un daño irreparable, decían los especialistas, pero no mucho.

En la actualidad, sigue el dilema al Cañón de Fernández: Degradación o preservación.

@kardenche

Escrito en: especies, Cañón, agua, área

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