EDITORIAL

Perspectivas mundiales en 2023: tendencias en América Latina y el Caribe

Jorge Álvarez Fuentes

Sigue aumentando la desigualdad y la pobreza en el mundo mientras continúa concentrándose la riqueza, sobre todo en América Latina. Varios gobiernos, incluidos aquellos electos con plataformas políticas de izquierda, enfrentan dificultades para poner en ejecución un conjunto de políticas eficaces que reduzcan ambas y permitan la mejor redistribución de la riqueza. Los males que aquejan a toda la región son muchos: el bajo crecimiento económico, la inflación, el desempleo y la informalidad, la inseguridad alimentaria, el alza en los costos de la vida, la ausencia de oportunidades, una menor movilidad social, pero sobre todo, la violencia criminal y la emergencia climática, así como el deterioro en la gestión de los asuntos públicos. Hay igualmente un desencanto con la democracia ante la corrupción estructural y la ineficacia de los gobiernos. Todos ellos socavan el estado de derecho y la impartición de la justicia, propiciando una mayor intervención policiaca y de las fuerzas armadas, al extenderse y acentuarse la incomunicación a través de las redes sociales y agravarse la exclusión, la desinformación y la polarización política. Algunos politólogos sostienen que la combinación explosiva de ingobernabilidad, crisis económicas recurrentes y una incontenible violencia política y criminal podría hacer de América Latina el mayor polvorín político y social del planeta.

Los recientes asaltos violentos a las sedes de los tres poderes en Brasilia y las amplias manifestaciones de protesta y repudio a diversos gobiernos son presagios funestos. Asimismo, la aguda crisis política del Perú, que mantiene una pendiente golpista, con ataques a instalaciones públicas y vías de comunicación, la prolongación del estado de emergencia y una brutal represión policiaca.

Se vislumbra otra década perdida en América Latina y el Caribe con una mayor desintegración. Desde marzo de 2020 las brechas sociales, las diferencias políticas e ideológicas entre países, las protestas populares y los estallidos sociales siguen acentuándose y extendiéndose en toda la región. Más de 200 millones de personas viven en la pobreza, el 32 % de la población total, de los cuales 82 millones se encuentran atrapados en la pobreza extrema. Los salarios reales han perdido 10% de su valor y hay una evidente precariedad laboral, sobre todo entre los jóvenes y las poblaciones indígenas. Campea el oportunismo político y mediático respecto de la importancia de los jóvenes, las mujeres, las minorías y las clases medias. Proliferan los engaños de un futuro distinto, promisorio, sea que provengan de los autoritarios de izquierda o de los reformistas de derecha. La región tiene un bono demográfico que debe aprovechar antes de 2029, cuando la población dependiente (los menores de 15 y mayores de 65 años) comience a crecer más que la población en edad de trabajar.

Este año habrá elecciones generales en Argentina, Guatemala y Paraguay. Colombia y Ecuador celebrarán elecciones regionales, siempre divisivas. Habrá mucho en juego y no será sólo cuestión de elegir entre opciones partidarias y candidatos. Las consultas sobre reformas y enmiendas constitucionales proseguirán y cargarán aún más el ambiente político electoral en la mayoría de los países. Sin embargo, por encima de la confrontación en torno a las elecciones y las frecuentes divisiones y fracturas políticas exacerbadas por el avance de las conductas populistas, el auge del autoritarismo y cierto fanatismo, aunado a la degradación institucional, el mayor riesgo político para América Latina y el Caribe reside en las organizaciones criminales, las cuales se han expandido y transnacionalizado, imponiendo condiciones sobre numerosas actividades productivas y la seguridad pública en vastos territorios, no sólo en México, Colombia y América Central, sino progresivamente en un número cada vez mayor de países de todo el continente.

La Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe, el mecanismo de concertación regional, reunida esta semana, tendrá pocos avances, sin brújula ni liderazgo. La otrora exitosa Alianza del Pacifico fue puesta en coma inducido. Brasil no tendrá un regreso fácil como líder regional y portavoz del sur. Como otros, es un país dividido. El gobierno de Lula protegerá la Amazonia, impulsará una reforma fiscal, mantendrá las reformas laboral y de pensiones y dará marcha atrás a la privatización de ocho importantes empresas estatales. Pero su recuperación requerirá construir alianzas para enfrentar una oposición interna reunida en la derecha fascista alentada por Bolsonaro que retuvo la mayoría en el Congreso y obtuvo importantes gobiernos estatales.

La narcopolítica ha hecho que elites y mafias compartan el poder en Honduras y Guatemala. El combate al crimen organizado en El Salvador, a las pandillas, se finca en un modelo de seguridad autoritario y represivo que no respeta los derechos humanos. Un modelo que podría seducir incluso a Costa Rica que padece una epidemia de homicidios. Nicaragua vive el ocaso de una dictadura personal. Venezuela seguirá en el laberinto en el que se encuentran perdidos el régimen de Maduro y la oposición dividida. Las conversaciones para encontrar una salida podrían fracasar. Colombia avanza hacia el objetivo de alcanzar una paz global, que incluye lograr acuerdos con las últimas guerrillas, desmontar las estructuras armadas no estatales y normalizar sus relaciones con Venezuela. Ambos gobiernos estudian un corredor para conectar el mar Caribe y el océano Pacifico. Cuba se mantendrá socialista entre la resignación y la desesperanza. Argentina deberá afrontar una elevada inflación y las recurrentes presiones para el pago de la deuda. El liderazgo joven e inexperto en Chile tendrá que curtirse en el proceso constituyente que debió reponerse.

@JAlvarezFuentes

Escrito en: América, mayor, Latina, políticas

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