EDITORIAL

El titiritero

ÁTICO

Cuando a fines de 2006 el presidente Felipe Calderón anunció que lo había designado como secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna ya había reconocido públicamente, en el programa de Denise Maerker transmitido el 5 de febrero de ese año, que había escenificado, a petición de los medios, la captura de Israel Vallarta y Florence Cassez. Más allá de que sus declaraciones fuesen engañosas, aceptó -ufano- haber violado los derechos humanos tanto de los supuestos secuestradores como de las supuestas víctimas, como si el debido proceso o el Estado de derecho fuesen asuntos menores. Aunque ahora Calderón afirme que nunca estuvo al tanto de la corrupción de su brazo derecho, sabía a quién había contratado: un hombre sin escrúpulos dispuesto a cualquier cosa con tal de obtener el aplauso de los medios para él y su jefe. Habría que suponer que justo por ello lo eligió para hacerse cargo del asunto más trascendental de su gobierno: el combate contra el crimen organizado que pronto llamaría guerra contra el narco.

El juicio que se celebra en Nueva York contra García Luna, acusado de encabezar un grupo criminal y de conspirar para distribuir y vender droga en Estados Unidos -de hacer justo lo contrario de lo que afirmaba-, no solo revela los oscuros meandros de su personalidad, sino el fracaso de la estrategia que coordinó bajo las órdenes de Calderón, la naturaleza siempre mendaz de la justicia mexicana y, en fin, los absurdos de la guerra contra el narco diseñada y dirigida desde Washington. Su juicio no es, pues, solo contra una de las figuras más perversas del sistema, sino contra el sexenio de Calderón en su conjunto y, a fin de cuentas, contra la política de drogas que justo Estados Unidos le ha impuesto a toda la región.

Formado como espía en los laberintos del viejo Cisen, García Luna muy rápido demostró su habilidad para rodearse de un fiel grupo de segundones -casi fans, convencidos de su apabullante brillantez- y medrar a fuerza de apariencias y manipulación. Un pequeño Maquiavelo que, pese a su torpeza para hablar, manejaba todos los hilos de todas las instituciones a las que accedió. En primer lugar, tomó la máscara del técnico, alejado de la política, que profesionalizaría nuestras corruptas y endebles policías. Escaló así hasta convencer a Vicente Fox de formar un nuevo cuerpo, diseñado a su imagen y semejanza, que iba a rivalizar con el FBI. Desde su nacimiento, la AFI se presentó como ejemplo de modernidad policial: García Luna había aprendido la lección del PRI de que lo único importante son las percepciones y se encaminó a establecer perversas alianzas con los medios, al tiempo que se servía de su cargo solo para acrecentar su influencia y su poder.

El caso Vallarta-Cassez fue apenas el laboratorio de las tácticas que emplearía en el futuro. Una vez en el gabinete de Calderón, quien le otorgó toda su confianza -muchos afirman que lo tenía prácticamente secuestrado-, repitió y exacerbó el mecanismo con la exhibición de los narcos capturados -y antes torturados-, un despliegue mediático millonario y una acumulación de poder que lo enfrentó con todos los demás responsables de áreas de justicia. Igual que antes, mientras se presentaba como verdugo de los criminales, pactaba con ellos, les hacía favores y cobraba bien por sus servicios, todo ello en medio del caos desatado por el ambiente de guerra calderonista, pensando ya en su porvenir de rico consultor.

Una guerra, y una estrategia general, absolutamente fallidas: hoy como entonces, y sin importar el número de capos capturados o de víctimas en el camino, todas las drogas siguen llegando a los puntos de venta en el primer mundo pese a los millones -sí, millones- de muertos con que contribuimos los países pobres. En este monumental fracaso, García Luna es apenas un eslabón: el resultado del juicio no debería ser solo su condena, el descrédito de Calderón o de México en su conjunto -el viejo y adocenado espía representa mejor que nadie nuestra normalidad-, sino la de una de las estrategias globales que más daño le han hecho a México y al mundo.

@jvolpi

Escrito en: García, Luna, solo, Calderón

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