EDITORIAL

Perspectivas mundiales en 2023: las tendencias en Asia

Jorge Álvarez Fuentes

Las tensiones y conflictos en Asia están al orden del día. Hay muchísimo en juego para el devenir de las transformaciones profundas del orden mundial. No sólo para el presente y futuro de la extensa región clave del océano Indo Pacifico. En Asia Pacifico y Eurasia, conjuntamente, será donde ocurrirán los desenlaces del siglo XXI. En estas regiones están sucediendo una serie de confrontaciones tanto militares como comerciales, en medio de los complicados intentos por desacoplar a las principales economías del mundo. Las premisas fundamentales de la geopolítica, previas a la pandemia, han cambiado diametralmente. En Occidente, empezando por Estados Unidos y la Unión Europea, se pugna para que prevalezca una visión globalista, dominante, mientras en Oriente, con China y Rusia a la cabeza, junto con otras economías emergentes, hay la convicción de defender un mundo multipolar, alternativo, que reemplace la prolongada hegemonía estadounidense, en franca retracción. La región de Asia Pacifico se ha tornado uno de los principales ámbitos de contienda geopolítica, antes que un espacio primordial para impulsar la cooperación y el desarrollo. De facto, esto perecería demostrar que la globalización se torna, en forma acelerada, en una mayor regionalización, distinta y problemática.

Muestra de lo anterior es como Japón advierte hoy, en forma muy diferente, las acciones del régimen chino y las amenazas militares de Corea del Norte, como desafíos estratégicos sin precedente, por lo que ha emprendido el mayor giro, en décadas, en su política de defensa, con una estrategia que incluye desarrollar, por primera vez, capacidades ofensivas y triplicar el gasto militar en los próximos cinco años, hasta equipararlo al nivel de los países de la alianza atlántica. La marina china, desde hace tiempo, lleva a cabo maniobras navales y operaciones aéreas cerca de la isla de Okinawa y otros territorios insulares en disputa, mientras continúa en ascenso la posibilidad de una ocupación militar de Taiwán por parte de China. Corea del Norte sigue incrementando y probando su arsenal estratégico y desarrollando armas nucleares tácticas, incluyendo misiles balísticos intercontinentales, armas hipersónicas y satélites con fines militares, contando con el beneplácito tácito de Pekín y apoyo diplomático. La alianza y cooperación militar, con fines de defensa colectiva y propósitos de disuasión, concertadas de tiempo atrás entre Estados Unidos, Japón y Corea del Sur, han cobrado, en consecuencia, otra dinámica e importancia.

Mientras Estados Unidos busca disuadir y contrarrestar por todos los medios a su alcance la expansión de las capacidades de influencia, las relaciones económicas e intereses comerciales y el poderío militar y naval de China, habiendo reiterado hace unas cuantas semanas su firme compromiso con la defensa de Taiwán y Japón, Rusia y China han decidido, en fecha reciente, fortalecer su estrecha coordinación bilateral en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU, la Organización para la Cooperación de Shanghái, el bloque geoeconómico formado por los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y el G20, pero, sobre todo, acordaron reforzar su amplia colaboración y cooperación estratégica para ser socios globales en esta nueva era. Prueba de esto último es que China, el mayor importador de petróleo del mundo, continúa comprando combustible ruso, con descuento, a pesar de las sanciones impuestas por la guerra en Ucrania. También ha facilitado navíos superpetroleros propios para transportar crudo de Rusia a puertos de China e India, luego de que los países del G7 y Australia establecieran un tope al precio del petróleo ruso de 60 dólares por barril y restringieran el uso de servicios occidentales de carga y de seguros. Las exportaciones de gas de Rusia a países del antiguo bloque soviético cayeron el año pasado en un 45%, al igual que las destinadas a la Unión Europea, pero han aumentado considerablemente los suministros a China con quien Rusia planea construir, en los próximos dos años, sendos gasoductos y oleoductos a través de Mongolia.

Luego de 900 millones de ciudadanos chinos contagiados, el fin de la caótica estrategia de cero COVID y los estrictos confinamientos, está en curso un reajuste enorme en la política exterior y económica de China, orientado a recuperar, mejorar y ampliar sus vínculos políticos y económicos. Los objetivos son reestablecer un crecimiento económico sostenido para conseguir una "prosperidad común" destinada a mejorar las condiciones de vida de millones de trabajadores rurales, recuperar el consumo interno, estabilizar el importantísimo mercado inmobiliario y sortear la crisis financiera que aqueja a decenas de ciudades y gobiernos locales.

China busca evitar el aislamiento provocado por la extendida percepción de que sostiene una rivalidad con los países occidentales, habiéndose propuesto enderezar, en primer lugar, sus lazos económicos y comerciales con Europa, ante la posibilidad de que Rusia, con Putin al mando, no consiga imponerse en Ucrania y salga debilitada militar, económica y políticamente. Cabildea para que las naciones europeas adopten y repitan como mantra la "no desvinculación". Que tomen un curso diferente de los Estados Unidos, quienes decidieron romper y desacoplar sus lazos comerciales con China, particularmente en tecnologías y sectores sensibles.

La Unión Europea es el mayor socio comercial de China y mantiene un enorme superávit comercial con el bloque. Las principales empresas europeas son, a su vez, los mayores inversionistas en China. El gigante asiático buscará, simultáneamente, ampliar sus inversiones, aumentar sus exportaciones, acrecentar el comercio y recuperar proyectos de infraestructura en América Latina, con Brasil y Argentina, pero también con Chile, Colombia, Perú y México.

@JAlvarezFuentes

Escrito en: China, países, Rusia, mayor

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