EDITORIAL

Ágora pública

Juan Luis Hernández Avendaño

Esta semana inició el tan esperado juicio contra Genaro García Luna, el todo poderoso secretario de seguridad del gobierno de Felipe Calderón, empezando por la selección del jurado. "No sé cómo me sentiría con García Luna en la sala", afirma un nervioso candidato a ser parte de quien tomará la decisión de si nuestro compatriota será culpable o inocente de favorecer al cártel de Sinaloa y delitos asociados. El miedo sobrevuela este juicio tantas veces aplazado.

Algunos esperan que este juicio cimbre al sistema político mexicano revelando la penetración absoluta del narco en la política y en los gobiernos. La prensa y la opinión pública está deseosa de oír nombres, cadenas de corrupción, confirmar sus sospechas y sorprenderse de lo que aún está por saberse de cómo hemos quedado los mexicanos atrapados sin salida frente a la narco violencia.

Pero algunos otros piensan que no sabremos mas de lo que ya sabemos y que el final de García Luna puede ser similar a la del Chapo Guzmán, aislado en una celda de alta seguridad mientras el negocio de la narco violencia en México goza de cabal salud.

El año inició muy movido con la aprehensión de Ovidio Guzmán apenas unas horas antes del inicio de la cumbre entre Biden, Trudeau y AMLO. Parece que el fentanilo es ahora el enemigo público número 1 de Estados Unidos pero no les interesa mover un ápice en la industria armamentista que usa eficientemente el sistema de cárteles mexicanos. El gobierno federal tuvo que esperar tres años para enmendar su operativo de captura de Ovidio, pero jamás se olvidará que ese liderazgo regional en crecimiento que las autoridades denominan "Los menores" puso de rodillas al estado mexicano bajo la amenazada de cubrir de sangre y muertos el territorio, de prosperar la detención.

También hemos sabido estos días que en Italia, la policía nacional detuvo a Messina Denaro, el padrino de la Cosa Nostra, evadido de la justicia durante tres décadas, ejemplo de la relación entre mafia y violencia, proceso social que acompaña a Sicilia desde mediados del siglo XIX.

Estas postales no hacen mas que confirmar que la sobrevivencia del estado, es decir, la arquitectura político institucional para defender el bien público y la seguridad de los ciudadanos, está todos los días en duda, en equilibrios inestables, en avances y retrocesos, observando, siendo cómplice o rindiéndose al poder cada vez más omnipresente de la cultura del narco y de la existencia de procesos de narco violencia convertidos en ganancias exorbitantes para unos y pérdidas de vidas humanas para muchas familias.

Mientras el Chapo Guzmán le pide a AMLO intervenir por él porque "no ha visto la luz del sol" quizás acordándose de las comodidades de las que gozaba en Almoloya y la facilidad con que se fugó de dos penales mexicanos, han pasado seis meses sin saber dónde está el asesino de los jesuitas de Cerocahui. Si el estado mexicano no es capaz de sostener una investigación seria para identificar el paradero, vivo o muerto, de un líder municipal mafioso, menos podrá enfrentar el reclamo de paz y seguridad con justicia que piden miles de familias cuyos hijos e hijas están desaparecidos, o en la cárcel porque les fabricaron los delitos, o los adolescentes y jóvenes siendo carne de cañón de los propios cárteles.

A veces parece que estamos atrapados sin salida frente la narco violencia o la narco cultura. Si un jugador profesional de futbol hace una fiesta de cumpleaños con sus hijos pequeños con temática de narcos es que definitivamente nos queda un largo trecho para que como sociedad comprendamos que tipo de vida merecemos vivir.

Escrito en: narco, seguridad, violencia, juicio

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