EDITORIAL

Perspectivas mundiales en el 2023: las tendencias globales

Jorge Álvarez Fuentes

No se necesita una bola de cristal para anticipar que este será un año muy difícil y peligroso para el mundo. Un año incierto, complicado y convulso como fue el 2022, en el que seguirán sucediéndose múltiples crisis simultáneas. Hemos entrado en una recesión económica global, con una espiral inflacionaria a pesar de las altas tasas de interés fijadas por los bancos centrales. Algunas economías emergentes están cerca de no poder hacer frente a los pagos de sus deudas. Los principales motores del crecimiento: Estados Unidos, China y la Unión Europea registran, en forma simultánea, una desaceleración económica, habiéndose debilitado el empuje de sus actividades productivas. Habrá sin lugar a duda impactos negativos para todas las regiones, numerosos países experimentarán nuevas presiones. Los pronósticos negativos están avivando las preocupaciones en los mercados financieros internacionales y generando inquietudes en los de energía, ante la demanda y las fluctuaciones de los precios del petróleo y gas, los altos costos de la energía eléctrica, acicateando la nefasta vuelta al uso de carbón; aun si Europa está atravesando por un invierno anómalo y cálido.

La guerra de Rusia en Ucrania proseguirá por segundo año, sin visos de negociaciones de paz, las cuales ninguna de las partes parece querer, a pesar de los enormes riesgos de su ampliación y las secuelas negativas de las sanciones para el mundo entero, incluyendo una posible escalada nuclear. Mientras tanto, otras situaciones graves de conflicto, tensiones y divisiones internas y amenazas geopolíticas en Asia, África y Medio Oriente, al igual que en América Latina, seguirán incrementando los riesgos para la seguridad internacional, energética y alimentaria, socavando la estabilidad social. Si de algo podemos estar ciertos es que la pandemia del COVID no llegará a su fin este año. A la presente sexta ola de contagios seguirán otras y habrá nuevas variantes del virus. El aumento de su propagación en China ocasionará la reimposición de controles fronterizos y otras afectaciones a las cadenas de suministro. Muchos sistemas nacionales de salud pública están al borde del colapso, mientras el desarrollo de nuevas vacunas traerá enormes ganancias a las grandes farmacéuticas.

La sustentabilidad planetaria continuará estando en juego. No podemos dejar de enfrentar sin demora y en forma colectiva la emergencia climática o cejar en los esfuerzos para conservar, restaurar y hacer un uso sustentable de la diversidad biológica, teniendo metas claras y mediables para el 2030. Los múltiples y complejos problemas mundiales requieren, ahora más que nunca, que los gobiernos, los gobernantes y los gobernados no vean exclusivamente sólo hacia adentro y vuelquen sus preocupaciones para tratar de resolverlos al interior de sus naciones, o reaccionen respecto de su entorno geográfico inmediato, sino mantengan una visión amplia y abierta, prospectiva, para ser capaces de ver la enormidad e incertidumbre de los desafíos que se ciernen sobre el presente y el futuro del mundo. Los países no pueden actuar en forma aislada; sus desafíos deben encararlos cooperando no compitiendo.

Todos tenemos que asumir nuevos compromisos con plena conciencia de la urgencia que implica actuar individual y colectivamente, unidos entorno a la humanidad. La comunidad de naciones -tan cuestionada- tendrá que sumar esfuerzos en favor del crecimiento, la lucha contra la pobreza, la desigualdad, la precariedad laboral, la salud pública y la preservación de los equilibrios de la naturaleza. La única manera de ser optimistas en estos tiempos desastrosos será enfrentar el año nuevo con un firme sentido de confianza, de audacia y convicción, de que es posible impulsar cambios profundos y verdaderos para mejorar la vida en el planeta tierra, sabiendo que en el mundo habrá futuros desiguales e inciertos, Hoy podamos vislumbrar como la globalización se torna aceleradamente en una mayor regionalización.

En 2023 seguramente podremos apreciar mejor las grandes tendencias de la proclamada "desglobalización" y los verdaderos alcances de los nacionalismos económicos. Predicciones serias señalan que se intensificará la relocalización productiva debido a los altos costos y los suministros limitados de energía, la reorganización y reconfiguración de muchas industrias y la incorporación de nuevas tecnologías y procesos de automatización e innovación. Ello podría hacer más lenta la impostergable transición energética, alejando el objetivo de descarbonizar la economía mundial y la urgencia de adoptar energías alternativas, máxime si los mercados siguen fragmentándose y continúa agudizándose la división global del trabajo. Cabe anticipar que seguirán ahondándose las divisiones entre el norte y el sur y acentuándose los desequilibrios entre el oeste y el este. Para algunos países se ha vuelto muy crítico el acceso a bienes y servicios básicos.

La crisis múltiple que vive el mundo está exacerbando la desigualdad social dentro y entre los países. Hay una renovada rivalidad entre las grandes potencias y la arquitectura de la seguridad colectiva resulta obsoleta. Los individuos y los hogares más vulnerables, los países de menores ingresos han sido los más afectados en los últimos tres años. Por ello, tanto las naciones desarrolladas como las naciones en desarrollo deben comprender cabalmente las implicaciones de lo que podría ocurrir si no cambian las políticas públicas nacionales y si se amplía la brecha respecto de los beneficios de la revolución digital en curso, del 5G, el internet de las cosas y la inteligencia artificial. Es clave mantener los Objetivos de Desarrollo Sostenible como urgente y decisivo evaluar y cambiar las políticas multilaterales para adoptar nuevos paradigmas de la ayuda internacional, los préstamos y la asistencia para el desarrollo.

@JAlvarezFuentes

Escrito en: seguirán, países, nuevas, grandes

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas