EDITORIAL

Sólo el calendario cambió

Manuel Rivera

Despierto en un nuevo año y veo todo igual.

La realidad se resiste a los deseos, el pecado a las bendiciones y la comodidad a los propósitos.

Qué extraño: cuando me acosté quise, con todas mis fuerzas, un México diferente, sin un gobierno de fantasía que recurriera a la fe para disfrazarse de realidad y sin una "oposición" cuyas dos principales propuestas fueran regresar al pasado de demostrada ineficiencia y corrupción, y denostar al presidente elegido democráticamente para hacerlo ver como un profeta mártir, por supuesto merecedor del apoyo popular, resultado seguramente distinto al buscado.

También me pareció raro no amanecer como quería, es decir, convertido en un padre y ciudadano ejemplar, con una nueva visión de la vida, motivado en extremo y reinventado en mi quehacer.

¿Seré tan ingenuo como el candidato que con amplia sonrisa me decía que estaba totalmente seguro de que ganaríamos las elecciones, porque la enorme mayoría de las personas a las que daba la mano le regresaban el saludo? ¿O deberé regresar a mi dureza de esa época que me llevó a responderle que eso, a lo sumo, indicaba cortesía, no intención de voto?

¿Seré tan irónico como aquella ocasión en la que rompí el corazón de otro aspirante, quien ufano confesaba también su optimismo preelectoral, en este caso resultado de la algarabía de los niños de la primaria ubicada al lado del comité de campaña, quienes para saludarlo hasta escalaban la barda de la escuela? "Tienes razón, vamos bien", le dije, "porque en unos diez años más, cuando cumplan los 18 para tener derecho al voto, arrasaremos en las elecciones".

Quizá no soy así. Tal vez solamente quiero integrarme al fenómeno temporal de los buenos deseos, de la paz y de la ilusión de amanecer en una nueva vuelta al sol que mágicamente cambie el entorno, sin exigir mayor esfuerzo a los beneficiarios de esta conversión.

Me detengo aquí para reconocer que estoy tratando de pontificar acerca del cambio, tema lejano a mi conocimiento, que si acaso se configura almacena sólo dos saberes: que la vida es finita y puede concluir sin previo aviso.

Pero si en Nuevo León el naranja de Movimiento Ciudadano se transformó en morado, en Tamaulipas el PAN habló del cambio sin morderse la lengua y en Coahuila el PRI vio saltar ratas del barco antes de tiempo, ¿tendré la capacidad para caer más bajo?

Auto relevado entonces de vergüenza mayor, continúo desordenando letras con relación al cambio:

La roca siempre sería la misma sin el agua y el viento que en complicidad con el tiempo la moldean.

Sin embargo, la transformación de las personas es mucho más complicada que la registrada en la naturaleza, pues además de las fuerzas que requieren las cosas para mutar -que en los seres humanos podrían traducirse en motivos-, el hombre requieren al menos conciencia sobre la necesidad de su transformación, voluntad para explorar otros rumbos, claridad de metas para no perderse cuando ingresa a lo desconocido, determinación para llegar al sacrificio si es necesario, valor para enfrentar los obstáculos que surjan en su nuevo camino y constancia para nunca dejar de perseguir sus sueños.

Modificar la justificada sonrisa del presidente cuando menciona los nombres de los aspirantes de la oposición a sucederlo, dejar de sentirse objeto de burla mayúscula cuando este mismo personaje califica al mexicano como el pueblo líder mundial en alfabetismo político o transformar en serio a las personas y sociedades que amanecen iguales el 31 de diciembre y el 1 de enero, son algunos casos en los que podrían aplicarse los factores arriba mencionados, antes de suponer que situaciones como estas cambiarán por el mero paso del tiempo.

Claro, hay otra opción para permutar la realidad por lo deseado, que sin demandar gran esfuerzo y con garantía de efectividad parece ser la más empleada: sumarse a la simulación general, esa en la que algunos líderes políticos hacen como que dicen la verdad y muchos ciudadanos hacen como que les creen, fórmula ideal para que ambas partes sean felices esperando el último día del 2023, fecha en la cual desearán, una vez más, felicidad y esperarán, ahora sí, ser mejores todos.

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