EDITORIAL

Los nuevos aires nos esperan si queremos

Julio Faesler

El sexenio que está por terminar ha resultado ser un estuche de ensayos dispendiosos en proyectos insostenibles y corrupción incontrolable. Andrés Manuel López Obrador, agitador profesional usó los peldaños democráticos que ahora critica para conquistar la presidencia y coronar sus años de activismo con la instalación de su particular modelo de socialismo utópico concebido en un régimen necesariamente personalista.

Los cuatro años del gobierno autocrático serán festejados mañana domingo 27 con la marcha de respuesta, algunos llaman de revancha, a la de la sociedad civil del pasado día 13. La encabezará personalmente el presidente confiado en estadísticas que le reconoce un 60% de popularidad nacional. Sin duda le será fácil llenar el Zócalo capitalino con el reclutamiento de las huestes organizadas desde todos los confines del país que se sienten comprometidos y honrados en dejarse llamar "acarreados".

La dicha marcha replica las bien conocidas de dictaduras pasadas y presentes en países con que, por cierto, AMLO cultiva cordial amistad. Es un ejemplo de su empeño en escindir a la comunidad nacional en la estrategia que sitúa, por un lado, al pueblo al que enlista con dádivas que, como en estos días va aumentando, para en tal esquema enfrentarlo a la otra ciudadanía, libre, que condena por perversa, explotadora que como "neoliberal" es enemiga de la mayoría popular. Se trata de transformar a México en una sociedad utópica.

La Cuarta Transformación ha resultado en una desordenada serie desperdicios, dispendios en proyectos insostenibles y corrupción incontrolable malgastando escasos recursos del gobierno y entidades de servicio social que existían.

La conclusión a la que lleva la evaluación anterior es inevitable. Llegado 2025, sin membretes ni ismos, cualquier gobierno sucesor del actual tendrá por tarea sustituir el estado de desorden general y de promesas instintivas incumplidas con un gobierno unificador del esfuerzo social en una propuesta coherente que asigne a cada uno de los sectores la contribución que cada uno debe aportar al desarrollo nacional.

Antes de disquisiciones doctas sobre modelos a seguir, los que, así espero, desde ahora diseñan propuestas de acción del siguiente gobierno, tienen que precisar necesidades de cada área con sus acciones concretas vistas como conjunto priorizado y articulado.

La pobreza, suma de problemas desatendidos, y su compañera la desigualdad socioeconómica es desde hay que dar la primera batalla. Ella significa asegurar alimento y salud para todos al lado de una vivienda digna. Lo anterior se respalda en un ambiente de seguridad que descansa en policía y justicia. La mejora de condiciones de vida parte de la educación desde el nivel básico con lo que se abren actividades productivas de los artículos que la sociedad demanda.

Después del sexenio de AMLO que, no llamó al esfuerzo unido sino desarticuló todo en indicaciones vagas y hasta contradictorias se tendrá que echar a andar, como visión nueva, el proceso coordinado de progreso serio y firme.

Se requiere llamar desde ahora a todos los sectores públicos y privados interesados en que la próxima administración intercale inteligentemente las áreas oficiales y empresariales de un país moderno y competitivo. Los servicios públicos deben ser coordinados reconociendo ciertos servicios como propios del gobierno como el de la seguridad o la impartición de justicia, intercomunicaciones básicas o la educación básica. Atender esas responsabilidades rebasa la capacidad económica oficial. Los recursos del presupuesto aprobado por el Congreso han de defenderse contra las mermas y la corrupción que hasta ahora son parte del escenario.

Ampliar y mejorar servicios implica aumentar recursos. Es evidente que a esta obligación fiscal corresponde un nivel de servicios al menos de una calidad también de altura.

En la actualidad los ingresos fiscales del gobierno mexicano son alrededor del 17% del PIB, notoriamente inferiores a lo usual calculado por la OCDE. El aumento de los impuestos como el de la renta es inevitable. El gobierno de AMLO, conservador en lo fiscal, no ha dado ese paso. Al tener que afrontar esta necesidad pueden esperarse intensos debates parlamentarios.

El programa de AMLO, incompleto y contradictorio, no camina hacia el dorado bienestar general prometido sino hacia una nación cada vez más empobrecida con una población más dependiente del aparato oficial.

El sexenio que se iniciará en 2025 no debe condenarse al lastre de repetir la serie de ensayos y errores del de AMLO. Hay perspectivas mejores.

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