EDITORIAL

La COP27

Julio Faesler

La Conferencia en Sharm El Sheikh, al sur de la península árabe, en la que por cierto se encuentra el bíblico Monte Sinaí, está por registrar un vertical fracaso.

No parece haber manera de resolver el problema de cubrir los daños causados por las emisiones nocivas, atribuidas principalmente a los países industrializados. Los países en desarrollo, aunque en parte culpables, son los que están resintiendo más los desastres ecológicos y demandan la creación de los fondos necesarios para emprender las reparaciones y remodelación de sistemas de producción a base de combustibles fósiles.

Las posiciones opuestas no se habían resuelto ayer, el viernes 18 de noviembre, día del cierre del mundial, y hubo otro encuentro más de una serie. Quedaba la escasa posibilidad de continuar las discusiones aún pasada la fecha final en las instalaciones que Egipto ofrecía.

El costo de los daños y más que nada la remodelación de los emisores es astronómico. Las responsabilidades son el tema en discusión. Marcelo Ebrard, nuestro delegado, ha insistido en la creación de un fondo internacional de financiamiento en favor de los países siniestrados. Las últimas conversaciones de México con los Estados Unidos prevén cientos de centros solares y eólicos de producción de electricidad y modernización de las turbinas hidroeléctricas. Lula da Silva, pronto nuevo presidente de su país, se compromete a echar abajo la política de Jair Bolsonaro de favorecer la actividad ganadera, agrícola y minera deforestadora de la Amazonía. Gustavo Petro de Colombia dejará de refinar petróleo contaminando. Estos signos de aliento son minúsculos contrastados con la imponente dimensión de reducir el ritmo de polución que muchos estiman ya ha pasado de su punto de posible retorno.

El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres declaró: "Las emisiones mundiales están en su nivel más alto de la historia y siguen aumentando. El impacto del clima está diezmando las economías y las sociedades, y sigue creciendo. Sabemos lo que tenemos que hacer, y tenemos las herramientas y los recursos para hacerlo… Estoy aquí para hacer un llamamiento a todas las partes para que estén a la altura de este momento y del mayor reto al que se enfrenta la humanidad. El mundo está observando y tiene un mensaje sencillo: estar a la altura y cumplir".

Pero la COP27 no alcanza su indispensable meta. El impase entre los principales asistentes lleva al Secretario General a lamentar que se ha roto la comunicación y la confianza entre los países ricos y los pobres. Es verdad. Desde la primera Conferencia de Comercio y Desarrollo (UNCTAD) en 1964 en Ginebra, coincidente con la descolonización de África y Asia, fue el primer intento de cooperación de los ricos en favor de los pobres y que se han seguido sin interrupción.

No se ha bajado el índice de contaminación y deterioro ambiental. La crisis continúa castigando a todos, particularmente a los más vulnerables, los más pobres. La insensibilidad ante el problema se explica inevitablemente en el individualismo liberal que ha dominado el concepto del desarrollo desde antes del siglo XIX y que es excusa y justificación de la ceguera respecto a la responsabilidad social y el uso indiscriminado del progreso a toda costa, empezando por sacrificar al ser humano. La larga agenda de preocupaciones que aquejan a los ya 8 mil millones de seres que habitamos el planeta no tiene horizontes de alivio mientras que las decisiones internacionales continúen siendo la suma de intereses personales o nacionales. El ejemplo más cercano de lo anterior está en la propia ONU cuyas recomendaciones, ya no digamos sus acciones, son la suma de las posiciones de sus miembros.

Las conferencias internacionales que proliferan casi todas ellas convocadas para resolver problemas de aguda importancia para el mundo topan con esta realidad.

La crudeza de lo anterior explica el porqué de la inquietud generalizada transmutada en violencia popular en todo el mundo y el desprestigio por falta de altura de miras de los partidos políticos y el los gobernantes.

La crisis del ambiente, tema del COP27, pide nuevas fórmulas para bajar el ritmo de contaminación. También las pide para atender el índice de insatisfacción mundial que el antropocentrismo ha gestado en sus más de dos siglos de vigencia.

[email protected]

Escrito en: países, mundo, altura, están

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas