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Contar historias desde las burbujas de ladrillos

El español Juan del Val conversa sobre su nueva novela

Contar historias desde las burbujas de ladrillos

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YOHAN URIBE

Delparaíso es un conjunto residencial de casas que es vigilado las 24 horas por guardias, alarmas y cámaras, donde el lujo y la apariencia parecen ser igualmente infranqueables. Sin embargo, sus enormes muros no protegen del miedo, del amor, de la tristeza, del deseo y de la muerte, al grado que en algún momento sus habitantes llegan a cuestionarse si tiene sentido protegerse de la vida misma.

Con la facilidad del narrador omnisciente, el escritor español Juan del Val, levanta los techos de esas viviendas en serie para contarnos las historias de quienes habitan esas burbujas de ladrillo, historias a veces divertidas, a veces incómodas, pasiones, deseos, frustraciones y maldad, en un universo tan inmenso como lo puede llegar a ser un conjunto de casas rodeadas por muros.

En entrevista para El Siglo de Torreón, el también periodista, reflexiona sobre el retrato de la realidad que recrea en su más reciente novela, publicada bajo el sello editorial Espasa del Grupo Planeta.

-¿Es esta novela un retrato de la sociedad del miedo o de la sociedad de las apariencias?

Efectivamente está novela está situada en una urbanización que está en Madrid, pero es perfectamente universal, en cualquier país, en cualquier capital, se ven estás urbanizaciones que tienen que ver con un tipo de construcción con base en la seguridad. A mí me interesaba mucho ese concepto, de las personas que se aíslan protegiéndose del exterior.

Lo que me apetecía mucho contar es lo que luego pasa adentro de cada una de esas casas y de cada uno de esos personajes, que efectivamente, las bardas de seguridad, las cámaras, los guardias , te pueden proteger, pero solo de una parte porque de ti mismo no te pueden proteger . En ese sentido quería crear esa fauna de personajes que están llenos de inseguridades en un marco basado completamente en la seguridad.

Al final es una novela que habla de muchas cosas, de la apariencia, de la inseguridad en un entorno tan seguro, y habla muchas veces del miedo, y del miedo no es fácil protegerse solo con vallas de seguridad.

-¿Una acuarela del nuevo concepto de ciudad en el que es más difícil encontrar vender una idea de vida, que vivir?

Sin duda. Es la esencia de la novela. Yo creo que tiene que ver, en ese sentido creo que es una historia muy contemporánea, con una manera de vivir que estamos teniendo todos y yo añadiría que lamentablemente. Esa forma de disfrutar solamente cuándo el otro te ve disfrutar, que las cosas buenas parecen que no te están pasando si el otro no ve que te están pasando.

A mí esto me parece que es muy triste, cuando hablas de esa búsqueda, es buscarse a sí mismo, encontrarse así mismo, enfrentarte a tus dudas es probablemente lo más difícil a lo que se tiene que enfrentar el ser humano, y por eso lo que hacemos es proyectar imágenes, para que otro te vea como tú quieres que te vea, pero bueno, yo en general, tanto en lo que escribo, como vivo, me interesa mucho más lo que pasa, que lo que se ve, y está novela tiene mucho que ver con eso, realmente estoy contando lo que pasa, dentro de todas esa espuma que es lo que se ve.

Esa cosa tan brillante, unas casas muy bonitas, con el dinero, el lujo, pero luego cuando hurgas encuentras una herida y de eso me apetecía contar y escribir en Delparaíso.

-¿Para buscar ese realismo fue necesario construir un relato coral?

En mis dos anteriores novelas, hay un protagonista. "En Parece mentira", era un hombre; luego en "Candela", que fue premio primavera de literatura, era una mujer, pero era un personaje potente, protagonista único, y sobre él rebotaban los secundarios. Esas dos novelas están escritas en primera persona.

Acá me fui a la tercera persona y evidentemente tenía que haber un narrador que mirara un montón de historias. Efectivamente no se podía contar lo que yo quería contar a través de un solo personaje, sino en una novela coral. Me parece que el único protagonista que hay en Delparaíso es en sí mismo el lugar. Una novela coral en la que en ningún caso me atrevería a decir quién es el protagonista, entre seis, siete, ocho de los personajes todos son en sí mismos, todos se relacionan entre sí en el escenario.

-Pocas veces el urbanismo y la arquitectura se abordan en la literatura ¿es necesario voltear a ver el entorno para entendernos?

Puede ser. En el caso Delparaíso hay algo paradójico que creo que tiene que ver con otra esencia de la novela, y simbólicamente todas las casas son iguales, son idénticas por fuera, y luego ya por dentro cada una es diferente, también está ahí su personalidad. Yo, que escribo de cosas que generalmente me interesan, que son las personas, también siento cierta debilidad por la estética, por la construcción, y si bien no me interesa mucho ese concepto de aislamiento, si me gusta mucho la estética.

Yo creo que las sociedades que se construyen a través de urbanizaciones como las que yo describo, no son sociedades sanas, yo creo que hay que sociabilizar de otra manera, también de eso hablo en la novela, hay momento en los que los de fuera quieren entrar porque consideran que ese lugar es fabuloso, de hecho tiene muchas cosas buenas, pero los de adentro están ahí como un poco presos, y a lo mejor lo que les gustaría a muchos es salir.

La gente como verdaderamente puede ser sociable es estando con los demás, por eso a mí hay algo de esta pandemia que todos hemos vivido a nivel mundial, y me parece muy triste es que no hemos podido ser nosotros. El ser humano es sociable y en el momento que no lo hace creo que se equivoca y comete un error, la gente tiene que abrazarse, mezclarse, besarse, amarse y tocarse, sino todo lo demás es un error, cuando te proteges y pones demasiadas barreras, creo que tu vida es mucho más pobre, y al final del miedo nadie te va a librar.

-¿Puede ser una novela generacional que retrata la felicidad que posteamos, más que la que tenemos?

Sí, yo creo que es una novela muy generacional, muy de ahora, es perfectamente reconocible y también muy universal en el sentido que se puede leer en cualquier lugar del mundo y vas a entender perfectamente de que conflictos estamos hablando. Yo no soy un nostálgico, creo que la nostalgia en general casi siempre es una trampa y de la nostalgia hay que huir en la medida de lo posible. Pero una vez dicho esto creo que vivimos tiempos que son mejorables.

Cada vez tenemos menos tiempo para la reflexión, cada vez nos preocupamos más por el mensaje corto, sin fondo, por el titular, por el tuit, por lo aparente, por la foto, y a mí me parece que todo esto nos está empobreciendo un poco primero como seres humanos y luego como sociedad. Parte de eso lo muestro en la novela, sin ser yo un autor que tenga demasiada vocación de juzgar y de criticar, yo prefiero exponer y que luego el lector reaccione a partir de un paisaje que yo describo.

Creo que estamos viviendo momentos en los que es demasiado importante la estética de lo corto, el mensaje que tiene que llegar rápido y hay poco espacio para pensar, creo que a muchos de los personajes de la historia no les va demasiado bien por eso, porque no se han ocupado demasiado de sí mismos, de quererse, de aceptarse tal cual son y han estado más preocupados por eso que los demás veían de ellos.

-Cómo observador ¿no miras una sociedad que habla de derechos y libertades cuando más se esclaviza a si misma?

Sí, estoy totalmente de acuerdo. Estamos viviendo una época en la que nos dejamos ser lo que somos, el ser humano tiene muchas sombras, alguien capaz de hacer cosas maravillosas, pero también tiene la capacidad de hacer daño, matar, herir, y la vida es eso también. La vida no es siempre rosa, no es gente diciendo cosas convenientes, y cosas que le puedan satisfacer y complacer al otro, no, la gente se pega, sufre, se muere.

Como reflexión, independientemente de la novela, aunque también tiene que ver, por lo menos en la sociedad española y creo que también en México, es exportable perfectamente, hay un momento en que estamos obviando todo lo que hacemos hasta el punto que estamos obviando casi la muerte. La gente antes se moría, estamos hablando el mismo idioma, pero ahora decimos falta, se fue, no está.

Y no, es: se murió, la gente sufre, tiene dolor, y esto es algo de lo que permanentemente, como si no lo contamos o no lo expresamos, parece que no existe, pero sí que existe, y a mí me gusta ir a esos lugares del pensamiento, del sentimiento que no son necesariamente ejemplares, y en esta novela hay gente miserable, en momentos se comporta como gente perversa porque así somos, también hay que mostrar al ser humano como es, muchas veces con su crueldad porque somos eso, y si huimos de eso, acabaremos siendo muy ñoños y muy poco interesantes.

Escrito en: creo, tiene, novela, gente

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