México

Carlos Fuentes era considerado ‘un peligro’ para Estados Unidos

El buró lo consideraba un riesgo e intentó negarle la visa para ingresar a nuestro vecino del norte

AGENCIAS

Era el tercer lunes de mayo de 1962. En la cartelera de México convivía El Santo contra las mujeres vampiro con películas bíblicas clásicas como Los 10 mandamientos. En los deportes, el equipo brasileño América del Río empataba al Guadalajara con una pésima actuación del árbitro, de acuerdo con las crónicas de la época. Y en la cultura, La región más transparente, de Carlos Fuentes, se vendía con éxito en su traducción al inglés. 

Al otro lado de la frontera, el gobierno de Estados Unidos ponía en marcha un programa conocido como Alianza para el Progreso, propuesto por el presidente John F. Kennedy, para intentar solucionar problemas sociales y evitar nuevos estallidos como el de la revolución cubana. En ese tercer lunes de mayo, la oficina del FBI en México enviaba un memorándum a su director para informarle que Carlos Fuentes —uno de los principales críticos de la Alianza para el Progreso— había solicitado una visa para entrar a territorio estadounidense y participar en un debate televisivo con Richard Goodwin [uno de los principales consejeros de Kennedy], pero el documento le fue negado. Se consultó un archivo de 170 páginas elaborado por el FBI sobre este novelista entre 1962 y 1985. 

El agente John F. Desmond dejó claro en un cablegrama urgente que la embajada tenía “órdenes de Washington de demorarle la visa si la solicita y esperar nuevas instrucciones”. En una edición del 8 de abril de 1962, Arnaldo Otero, corresponsal, escribió que funcionarios estadounidenses le confiaron que la negación de la visa estaba relacionada con los contactos que mantenía con dirigentes comunistas en México. Al año siguiente, en 1963, infiltrados dentro del Partido Socialista de los Trabajadores de Estados Unidos facilitaron a la oficina del FBI en Cleveland copias de una carta escrita por Fuentes. 

La misiva era sobre la Alianza para el Progreso y fue difundida por el Comité para el Juego Limpio en Cuba de la Universidad de Indiana. Fuentes reclamaba al pueblo norteamericano su creencia de que todo lo que es bueno para ellos es bueno para el resto del mundo. “México y Cuba han demostrado que sólo la revolución puede traer cambios estructurales capaces de modernizar a los países. Por favor miren el provincianismo intelectual de la ‘Guerra Fría’. Traten de entender qué es lo que queremos nosotros, los pueblos de la hambrienta, revolucionaria y subdesarrollada parte del mundo”. 

En entrevista, la doctora Georgina García Gutiérrez-Vélez, investigadora de la UNAM y biógrafa del escritor, sostiene que “Fuentes se convirtió en portavoz de muchas inquietudes durante los años Carlos Fuentes era ‘un peligro’ para Estados Unidos 60 y eso no se le perdonó. Era una época de enormes protestas en el mundo, en Estados Unidos se estaban cocinando los cambios: era la época de la liberación sexual, de las Panteras Negras, la Guerra Fría, el mundo bipolar”. 

Fuentes fue parte de una larga lista de artistas como Pablo Picasso, Jean Paul Sartre, Pablo Casals y hasta el Ballet Bolshoi, a los que la Ley McCarran les vetó el ingreso a territorio estadounidense por supuestos vínculos con regímenes totalitarios. “El FBI tenía una desinformación verdadera sobre Fuentes, lo catalogó como comunista y marxista en una época en donde el macartismo todavía persistía como mentalidad y todo comunista debía ser juzgado”, dice García Gutiérrez-Vélez. 

Tras varios intentos, el novelista logró burlar el cerco tendido por Washington gracias a un pasaporte diplomático que consiguió como funcionario del Instituto Nacional de Bellas Artes de México y lo utilizó en 1965; sin embargo, la vigilancia del FBI se extendió hacia los viajes de Fuentes por varias partes del mundo: a Nueva York y Laredo en 1964; a Le Havre, Francia, en 1965; a París y Roma, en 1966; a La Habana, en 1968, y a San Juan, Puerto Rico y Londres, en 1969. 

Mientras las agencias de inteligencia estadounidenses lo acusaban de ser marxista y sabían hasta cuando entraba en la embajada soviética (como cuando un soplón advirtió que fue a almorzar con miembros del Instituto de Intercambio Cultural México-Rusia en 1964), la crítica nacional apuntaba a sus cercanías con el gobierno. 

Tras su nombramiento como embajador en Francia por la administración de Luis Echeverría, una columna de Daniel Dueñas en EL UNIVERSAL señaló: “Se le acusa —amén de traidor a sus ideas— de novelista malo, que ha aprovechado las situaciones políticas para colocarse y lograr el éxito y la fama. Es un hombre enriquecido, vive como magnate a costa del gobierno y su designación diplomática lo comprueba. También lo señalan como a un niño bien, a un burgués que poco o nada tiene en común con lo que escribe y, por ende, como a un oportunista sin ideales, sin convicciones políticas”. 

Fuentes duró menos de dos años en ese puesto y renunció en 1977 como respuesta al nombramiento de Gustavo Díaz Ordaz como embajador en España, pero la crítica persistía. En esos días, el periodista Roberto Blanco publicó otra columna en este diario: “Fuentes ha sido el representante personal de Luis Echeverría en París. Gastó millones de pesos de nuestro hambriento pueblo, en comprar a algunos ‘intelectuales’ franceses”. 

El 4 de septiembre de 1970, un agente escribió una nota al director del FBI sobre Fuentes: “Él asegura que se divorció del marxismo en años recientes. Deberíamos verificar su presencia en Estados Unidos y estar dispuestos a obtener y reportar información con respecto a sus actividades aquí”. A pesar de este “divorcio”, los archivos que guardó el buró sobre el escritor llegan a 1985. 

DIANA O LA CAZADORA SOLITARIA 

En 1994, Carlos Fuentes publicó una novela que se presume autobiográfica y contiene episodios de su vida durante los 60, precisamente los años en los que el ojo del FBI cayó sobre él. La novela se titula Diana o la cazadora solitaria y narra la relación que mantuvo con la actriz Diana Soren mientras filmaba una película en México. 

El verdadero nombre de Diana Soren es Jean Seberg y la película que filmó en nuestro país es Macho Callahan, un western de Bernard L. Kowalski en el que también participó Pedro Armendáriz Jr. Seberg era conocida por sus simpatías con movimientos políticos de izquierda. “Era una figura emblemática del radical chic hollywoodense, la celebridad que presta su fama y entrega su dinero a las causas radicales. Cuando la conocí era partidaria de los Panteras Negras”, escribió Fuentes en su novela. 

Por estos nexos, el FBI enfocó todas sus baterías en perjudicarla. En 1970, un agente especial en Los Ángeles envió un mensaje al director: “Pedimos permiso para publicar el embarazo de la conocida actriz Jean Seberg por un miembro de las Panteras Negras. La publicación del caso podría servir para deteriorar su imagen ante el gran público”. 

Para García Gutiérrez-Vélez aquello era una cacería de brujas y Seberg se convirtió en una para el FBI. Tras desaparecer nueve días, Seberg fue hallada sin vida cubierta con una cobija al interior de un coche en París en 1979. La causa de muerte, según los médicos, fue una sobredosis de barbitúricos. Romain Gary, esposo de Seberg, declaró que las filtraciones del FBI afectaron tanto a la actriz que el niño nació muerto. “Jean se volvió sicótica”. 

Diez años después de la muerte de “Diana”, la Guerra Fría terminó con la caída del muro de Berlín y el largo proceso de disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Las barras y las estrellas fueron el gran triunfador y tanto sus ideas como su modelo económico imperan en el mundo desde entonces. 

En 2002 (ya “divorciado” del marxismo, según las palabras del FBI) Fuentes escribió: “Me preocupa un orden capitalista autoritario en el que sin enemigo comunista totalitario al frente, se le imponga un modelo único y dogmático de mercado”. El novelista murió 10 años después y con ello terminó La edad del tiempo, un conjunto de novelas que escribió durante 27 años.

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