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A la carta con Nuño

Siglo Gourmet

JOSUÉ NUÑO

Hoy tocó venir al Agave. Está en Plaza Cuatro Caminos y es uno de los varios lugares del grupo Cimaco dedicados a preparar alimentos. ¿Por qué le digo todo esto? Bueno, para quienes vivimos en La Laguna es un tema clásico decir que hay que ir a la Cimaco. Para quienes no, imagine un Liverpool y una plaza comercial en su ciudad. Y sobre la comida que preparan, lo que sea de cada quien, le meten sentimiento y se nota que invierten en la preparación de su gente. Eso nadie lo discute, pero ¿sabe bien lo que cocinan? Estas son mis impresiones. Cheque, lea, huela y también critique.

Comienzo por el lugar. Su techo es de ambiente industrial, pero hay detalles que revelan la cocina mexicana que hacen. Me hizo gracia que tuvieran muchísimas cactáceas y plantas de plástico y un molcajete con chiles naturales secos. El contraste es curioso. El lugar es apacible, limpio y dan ganas de sentarse. Vamos, te atrapa, eso que ni qué.

Ya instaladas mis carnes en la silla, me dispuse a husmear por la carta y no pude dejar de pensar que desde pequeño vengo a comer a un lugar de los Cimaco (así no se llaman, pero le aseguro que muchos los identificamos de esa forma). Mientras le daba vueltas a esto y recordaba algunos sabores clásicos, como el club sándwich en el café que aún tienen en el centro de la ciudad, uno de los meseros trajo el servicio de bienvenida para apapacharme. Y era una fuente grande de totopos, tostadas y una tortilla de maíz azul que me hizo saborear una tlayuda. Además, viene con tres salsas: una verde, que no tiene nada fuera de lo común, y una roja, donde se logra sentir ese sabor ahumado entre el picor del chile y el dulzor del tomate, pero el pico de gallo que sirven es una joyita, le ponen una buena cucharada de pimienta. Ese detalle junto con los frijoles refritos con queso fresco y los nopales que también acompañan te ponen la panza contenta.

Me trajeron las enchiladas de camarón en salsa de cacahuate. En el plato venían tres lindas tortillas pasadas por aceite; esto siempre se agradece, ya que con eso de que todo mundo quiere ser ligero como una pluma, a veces se desgracian platillos. Sí estaban rellenas de camarones cocidos, muy simples y deliciosos. Pero la salsa de cacahuate es otra cosa. Se lo siente ligeramente tostado y mezclado con un sabor nada invasivo de chile mirasol. Es como un mole y, sí, la combinación es acertada. Además, venía acompañado con un arroz muy sencillo con ajo y mantequilla para no robar el protagonismo. 

También trajeron algo que aquí llaman la brocheta ave del paraíso. El nombre es un poco cursi; ¿y qué es? Es un plato de inspiración griega. Imagine cubos de pollo asado al carbón junto con pimientos rojos y verdes, con un punto justo de sal, además de medio tomate también asado. Los colores son llamativos, eso ya te atrapa. Pero aquí viene lo demás, fíjese. Lo sirven con una ensalada de arúgula que acompaña un aderezo que casi me hizo decirle a la gente de cocina: “oiga, ¿dónde tiene más?, ¿me da para llevar?, es que quiero que lo pruebe mi abuelita”. El picor de la arúgula y ese aderezo dulce y concentrado (sospecho que es una reducción de balsámico) son muy agradables. Junto a todo eso, sirven un tzatziki, una especie de salsa con jocoque, menta y algo de pepino. En este plato tienes el sabor a humo, el picor, lo dulce y lo fresco al mismo tiempo; una buena combinación y me felicito por elegirlo.

Otra cosa que me llevaron a la mesa fue un chamorro de cerdo bañado en salsa de vino tinto con puré de papa. La presentación es para Instagram. Traen un plato redondo bastante grande, en el centro una cama de puré, encima el chamorro paradito, como haciendo ejercicio y rodeado de muchas gotas de salsa de vino. Por separado cada elemento es muy rico. El chamorro es suave y tiene un sabor un poco ácido por el vino, pero dulce al mismo tiempo. El puré es viscoso, suave y tiene buen sabor. Es más, hasta la salsa te la comes sola con una pasada de dedo; pero juntos estos ingredientes hacen el plato muy pesado. Con decirle que no toqué las tortillas que vienen incluidas. El chamorro con el puré creo que no es una buena opción, tal vez más salsa y como acompañamiento la papa… Pero le informo que por decencia me lo acabé, no quiero dejar en mal a mi madre y sus enseñanzas.

Para cerrar pedí unas crepas al tequila. Por favor, también hágalo. No se andan con que van a cuidar la botella porque le ponen bastante tequila. No es invasivo, ojo. Lo que sorprende es que hacen una salsa con cajeta. Sí, y acompañada de nueces y una bola de nieve de vainilla. Las dos crepas del postre y la nieve son un cliché gastronómico, pero con esa salsa se te olvida el lugar común. A cada mordida, le das un cucharazo al almíbar frío y caliente que se forma. El crunch de la nuez ya es un capricho goloso, pero si no los disfrutamos cuando los tenemos, vaya vida aburrida, ¿no lo cree?

Me pidieron que fuera más crítico y ácido con los lugares que visitaba, pero en honor a la verdad de mi tripa, todos me han gustado. Es obvio que tienen detalles y cuando encuentre uno que valga la pena mencionar lo haré. El Agave es el ejemplo de que la preparación de la comida puede ser bien ejecutada y por poco más de 900 pesos, ya con IVA, claro que te sientes satisfecho, ¿o usted no lo estaría? Instagram: pepepepon2.

Escrito en: salsa, plato, chamorro, sabor

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