EDITORIAL

El mito del fraude

Jaque mate

SERGIO SARMIENTO
"Seguir callados e ignorar la mentira envalentona al mentiroso".— Liz Cheney

Liz Cheney tiene una sólida trayectoria en el Partido Republicano. Su padre, Dick Cheney, ocupó la vicepresidencia de Estados Unidos de 2001 a 2009. Ella misma fue subsecretaria asistente en el Departamento de Estado y ha sido representante (diputada) por Wyoming desde 2017. Es una firme defensora de la ideología conservadora. En enero de 2019 fue electa presidenta de la Conferencia Republicana de la Cámara, el tercer puesto en el escalafón de los representantes republicanos, pero este 12 de mayo sus compañeros la destituyeron. La razón: rechazar la afirmación de Donald Trump de que su derrota electoral en 2020 fue producto de un fraude.

Cheney pudo haber conservado su cargo si hubiera mentido. Prefirió mantenerse firme en su convicción de que no solo no hubo fraude, sino que esta afirmación "nos hace cómplices" de los esfuerzos de Trump "por deshacer nuestra democracia".

Es probable que muchos políticos republicanos solo crean en el mito del fraude de labios para fuera, pero la mentira ha permeado entre los votantes. Una encuesta de Reuters/Ipsos publicada el 5 de abril señalaba que 60 por ciento de los republicanos piensan que la elección de 2020 le fue robada a Trump.

Los mexicanos no deberíamos sorprendernos. Buena parte del éxito de Andrés Manuel López Obrador se basa en el mito del fraude de 2006. Este pasado 13 de mayo cuestionó una vez más al consejero electoral Ciro Murayama por haber firmado en su momento un manifiesto "avalando el fraude electoral de 2006. Entonces, ¿cómo pensar que es demócrata?" Mucho del odio que AMLO manifiesta contra los intelectuales mexicanos se remonta al supuesto fraude. Diez años después, en 2016, declaraba: "Todavía estoy esperando que los intelectuales alcahuetes supuestamente independientes y escritores que avalaron el fraude, que firmaron desplegados dando a conocer que la elección ha sido limpia", ofrezcan disculpas. "Quienes presumieron de ser demócratas, liberales, se mantuvieron en silencio sobre el fraude electoral porque no son en realidad demócratas". López Obrador también ha considerado fraudulentas las elecciones presidenciales de 2012, y las de Tabasco de 1994 y 1988; en suma, todas las que ha perdido.

No hay razón, empero, para pensar que hubo fraude en 2006. El presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, se negó a declarar ganador con el conteo rápido, que favorecía a Felipe Calderón, debido a lo cerrado del resultado, a pesar de las presiones del Gobierno y de otros jugadores políticos. López Obrador se declaró ganador a las 11:17 de la noche, aunque su propia encuestadora, Ana Cristina Covarrubias, lo colocaba 1 por ciento abajo de Calderón en su conteo rápido.

Cuando las cifras oficiales dieron el triunfo a Calderón, López Obrador se declaró víctima de un fraude. Primero dijo que había sido electrónico, después tradicional, con relleno de urnas. Pidió un recuento "voto por voto, casilla por casilla", a sabiendas de que esto violaría la ley electoral, que solo permite la apertura de casillas en ciertas condiciones por el principio de que los votos deben ser contados por ciudadanos y no por funcionarios. La coalición de López Obrador, sin embargo, solo presentó denuncias en 44 mil casillas, menos del 34 por ciento. En agosto el Tribunal Electoral ordenó la apertura de 11,839 paquetes, 9.2 por ciento. Si bien se anularon 237,816 votos, de 4 millones, no cambió el triunfo de Calderón.

La verdad es que no hay pruebas de un fraude electoral ni en 2020 en Estados Unidos ni en 2006 en México, pero el mito se ha convertido en un dogma político.

CONFUSIÓN

La FGR morenista tendrá que esperar hasta el término del mandato para procesar al gobernador panista de Tamaulipas. La decisión de la Corte no aclara quién puede retirar el fuero de un gobernador.

Twitter: @SergioSarmiento

Escrito en: fraude, López, electoral, Obrador

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