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JUAN MANUEL GONZÁLEZ

Muchos empleados tienen un trabajo tal que, prácticamente tienen que estar disponibles las veinticuatro horas de los siete días de la semana. Están pensando constantemente en el trabajo y ello no les permite tener el ancho de banda suficiente para pensar en sus propias necesidades. Por lo general la gente se preocupa demasiado y piensa que no está demostrando su valor si no está disponible todo el día completo, especialmente si se trabaja en forma remota.

Si se está en esta situación, lo primero que se debe hacer es detenerse, respirar hondo y entender que el mundo del trabajo no depende solo de una persona. Dejar de preocuparnos. La lista de preocupaciones en el día a día puede ser enorme. Preocuparse mucho por demasiadas cosas nos hace estar alerta todo el tiempo, y eso puede derivar en ansiedad y otros problemas como el trastorno de ansiedad generalizada. No preocuparse por nada, en cambio, acaba en depresión.

Preocuparse es humano. Estamos programados para ello, para anticiparnos a los peligros y ser capaces de generar un plan B, en caso de que lo que nos da miedo que pase termine ocurriendo. Los “y si…” son infinitos y pueden llegar a colapsar tanto nuestra atención que al final quedemos paralizados. Creemos que muchos de ellos van a pasar y nos sentimos indefensos, perdidos. Pero no hay que alarmarse: la inmensa mayoría de las cosas que nos preocupan jamás ocurrirán. La estadística está de nuestra parte. Un estudio de la Universidad Estatal de Pensilvania muestra que el 91% de las preocupaciones de las personas no se hacen realidad.

Si duda del estudio mencionado, haga el experimento: pregúntese qué cosas le preocupan más, qué acontecimientos que podrían pasar le dan más miedo y, un año después, compruebe cuántos se han cumplido. El 90% no ocurren nunca. El resultado se parecerá mucho a lo que Earl Nightingale -pensador estadounidense- dijo en los años cincuenta del siglo pasado: el 40% de lo que nos preocupa jamás ocurrirá, el 30% no podrá ser cambiado, aunque nos preocupemos, el 12% son preocupaciones innecesarias sobre nuestra salud y el 10% son pequeñas e inconexas. Con estos datos, nos queda solo 8% de preocupaciones legítimas a las que debemos prestar atención. Menos de una de cada 10.

Tampoco se trata de no preocuparse en absoluto. La preocupación nos prepara para actuar porque aumenta el nivel de adrenalina y ayuda a enfrentarnos a las cosas. “Es una respuesta adaptativa”. La cantidad de información que recibimos hoy día ayuda a incrementar las preocupaciones: leemos decenas de artículos sobre éxitos y fracasos, cambios y nuevos retos en las empresas, nuevas formas de hacer negocios, las habilidades personales que hoy se requieren en el trabajo. Todo ello genera preocupación.

Por lo tanto, para evitar que la preocupación y la disponibilidad continua para el trabajo nos afecten negativamente, empecemos por definir que es lo que necesitamos. Cuando se trata de nuestra salud y felicidad, todos tenemos diferentes necesidades, pero hay muchas que son comunes, dormir lo suficiente, ejercitarnos, comer bien y hay otras también esenciales: tiempo para convivir con los demás, para disfrutar la naturaleza, para nuestra conexión espiritual y para hacer cosas que nos producen alegría.

Determine que es lo que usted puede hacer. Cuando somos requeridos en nuestro trabajo porque existe una prioridad emergente, no podemos ser capaces de atender todas nuestras necesidades personales, pero podemos pensar en lo que podemos hacer razonablemente en esta situación y de esta forma encontrar alternativas para atenderlas al menos de manera parcial.

Si usted piensa que siempre hay algo mas que usted puede hacer, piense en las actividades adicionales que le darán satisfacción y prográmelas, dese permiso a sí mismo para hacer lo que le gusta.

Prepárese usted mismo. Decídase a que el tiempo requerido para su propia atención y cuidado sea sagrado. Elimine los obstáculos, tenga en mente por qué lo hace -por tener su propio tiempo para ustedy recuerde que esto es muy importante para su vida.

Sea muy claro con los demás. Defina con sus familiares la disponibilidad de su propio tiempo y negocie con ellos para que cooperen con usted, todos saldrán ganando con ello. Haga lo mismo con sus compañeros de trabajo, si alguno de ellos sugiere una junta muy temprano por la mañana o una reunión fuera de trabajo por la noche y el horario es negociable, dígales cual es la mejor hora para usted y que no afecte sus actividades personales.

Probablemente en algunas ocasiones no será posible encontrar tiempo para sus actividades personales necesarias a las que me referí al principio, pero, por lo menos, usted se mantendrá atento a encontrar tiempo para sí mismo.

Fuente: Divine time management. Harvard Business Review.

www.degerencia .com/jmgc

Escrito en: usted, trabajo, tiempo, hacer

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