EDITORIAL

El Cañón de Fernández, entre la abulia y la degradación

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

El Cañón de Fernández es uno de los parajes más bellos y contrastantes de la Comarca Lagunera, se ha convertido de pronto en un sitio muy visitado, lo cual es raro ya que era común que en él sólo te encontrabas a gente local. Durante mucho tiempo, en la clase de educación ambiental que impartí en la Universidad Autónoma de Coahuila, preguntaba a mis alumnos si conocían algún paraje del Río Nazas, en particular El Cañón de Fernández, la respuesta era siempre negativa. Esta pequeña muestra se podía extrapolar sin problema a la mayor parte de la población.

La condición de los caminos para llegar al Cañón de Fernández es bastante mala, casi para cualquier tipo de vehículo, lo que dificulta la posibilidad de adentrarse a los parajes donde la belleza se expresa primero en el agua como factor desencadenador de la gran biodiversidad presente, en los magníficos y espléndidos árboles que le dan estructura a los paisajes y en la gran diversidad de aves multicolor que aparecen y desaparecen ante nuestros sorprendidos ojos, pero quizás lo mejor de todo es la combinación del conjunto de estos elementos que dan como resultado magníficos paisajes, de gran amenidad y belleza.

Un paisaje contrastante porque cuando llegas por primera vez, con imágenes en tu mente de la desertificada ciudad, con el color gris negruzco predominando, y de pronto te encuentras gigantes y majestuosos ahuehuetes con un fondo montañoso azulado, con elevaciones importantes que terminan en punta y paredes verticales con abundantes cactáceas que prácticamente cuelgan de las pequeñas repisas que se forman en la piedra.

Pero las cosas han cambiado, el confinamiento de la gente en su casa por la pandemia ha creado la necesidad de estar en campo abierto, respirar aire puro y disfrutar la naturaleza. Aunque para ser precisos, la mejor manera de disfrutarla es sentado en la ribera junto a un ahuehuete, caminando o incluso en bicicleta son una buena idea que, quizás un poco de yoga o aerobics, observación de aves, son actividades congruentes con la calidad ambiental que nos ofrece El Cañón de Fernández, porque nos permite no solamente observar, sino también escuchar.

Los sonidos naturales forman parte de los valores ambientales, me refiero al sonido del aire, del viento, del agua y de las aves, no aquellos que provienen de alguna forma de intervención humana que tienen diferente impacto sobre la naturaleza. "El impacto de la contaminación acústica sobre los ecosistemas se ha subestimado", declara Rachel Buxton, para quien "falta concienciación".

El tamaño de los grupos que pueden estar en los diferentes parajes está regulado por la capacidad de carga de los sitios, lo que debe estar consignado en el Plan de Manejo del Parque, lo cual se debe comunicar a los visitantes, incluyendo lo que se puede y no se puede hacer, desde luego el silencio es parte importante de la actitud que los visitantes deben tener, se está en un lugar dador de vida que merece todo nuestro cuidado y respeto

El impacto de estos grupos numerosos no sólo se da físicamente, por el pisoteo aleatorio de los visitantes, el ruido que genera se convierte en una contaminación acústica que tiene efectos perjudiciales sobre numerosas especies y perturba a los ecosistemas de las áreas naturales protegidas como el Parque Estatal Cañón de Fernández. Así lo han demostrado investigadores de la Universidad Estatal de Colorado en Estados Unidos, quienes estudiaron los niveles de ruido en espacios naturales. Según los resultados encontrados y publicados en la prestigiada revista Science, el 63% de las áreas naturales protegidas de ese país registra ruidos de origen humano que duplican el volumen de los sonidos de la naturaleza. Y en un 21% de estas áreas el nivel del ruido multiplica por diez los niveles naturales.

Desde luego, las causas de contaminación acústica identificadas en el estudio mencionado vienen encabezadas por la circulación de vehículos y el desarrollo urbano en áreas colindantes, lo cual coincide plenamente con lo que ocurre en el Cañón de Fernández, en donde los vehículos todo terreno impactan gravemente a la biodiversidad del lugar y ocasionan erosión del suelo por donde pasan. Es importante hacer notar que estos vehículos están prohibidos en el Parque, además resulta incomprensible pensar que quienes conducen estos ruidosos vehículos puedan apreciar el entorno que perturban. El Cañón de Fernández no es para aumentar la adrenalina, por el contrario quien disfruta sus valores ambientales llega un estado de confort que baja los niveles de esta hormona.

Los investigadores de Science describen así el efecto de esta contaminación acústica: "alteran la distribución y el comportamiento de especies clave, [lo que] puede tener efectos en cascada sobre la integridad de los ecosistemas". Un ejemplo de estos efectos son los que sufren algunas plantas, que pese a no percibir el sonido son víctimas colaterales de la contaminación acústica. El ruido afecta en primer lugar al comportamiento de los animales. Lo puede hacer asustándolos, como en el caso de las aves que evitan volver al nido donde están sus huevos o sus crías, lo que afecta su tasa de reproducción. O puede hacerlo interfiriendo en la capacidad de oír a presas o depredadores, como en el caso de los felinos que dependen del oído para cazar, lo que afecta a su capacidad de supervivencia. Estos son sólo algunos de los impactos.

Todo esto ocurre a lo largo del Cañón de Fernández, no obstante que en el Plan de Manejo se establece un tramo importante del bosque de galería, como zona núcleo en el que sólo pueden hacerse actividades de investigación. Los vehículos todo terreno se desplazan por todo el Cañón de Fernández como Pedro por su casa ante la abulia institucional encargada de esta importante Área Natural Protegida.

Escrito en: Cañón, estos, vehículos, Fernández,

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