EDITORIAL

Zopilotes y paloma

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

Andrés Manuel López Obrador se encuentra sitiado. Cercado por ingentes problemas, asediado por sus adversarios, entrampado en sus errores y, por si ello no bastara, con un muy reducido margen de maniobra y urgido a replantear la estrategia y reaccionar de un modo distinto a como, últimamente, lo ha venido haciendo.

Titila la urgencia de reconsiderar el alcance del mandato y el ejercicio del poder presidencial, de salir de la idea de concebirse a sí mismo como un héroe o un mártir para asumir a plenitud la función para la cual fue electo: jefe de gobierno y de Estado. Y, en esa tesitura, intentar abatir la desigualdad y esperar qué dice después la historia.

Hoy, está en juego la posibilidad de su gobierno, incluso la duración del sexenio -hace mucho los sexenios no suman seis años-. Ahora, pesan igual la flexibilidad, la precisión y la velocidad en la actuación presidencial. El Ejecutivo está obligado a hacer política, ya, cuanto antes. Tiene que correr con pies de plomo.

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¿Por qué decir que titila aquella urgencia?

Simple. La popularidad y fortaleza del inicio de la gestión no es la de ahora. La velocidad en la toma de decisiones -más de una vez, atropellada- no empató, lógicamente, con el ritmo de la implementación de aquellas. El titubeo en el combate frontal a la corrupción, en más de un caso, se redujo a amenaza, ariete para doblar resistencias o acto de gracia. La consulta popular sin respaldo jurídico y armado institucional, en vez de enaltecer el recurso, lo pervirtió. La confusión entre reprimir y ejercer el legítimo uso de la fuerza debilitó su autoridad. El no distinguir entre el abuso y el uso de facultades le restó instrumentos. Sin perfilar su pertinencia, la estrategia de seguridad lo presiona.

Y eso no es todo. La apertura de múltiples frentes sin calibrar la capacidad para atenderlos de conjunto diluye o retrasa resultados. La no transformación de la alianza electoral en alianza política, sumando a otros factores de poder determinantes, le disminuyó impulso en la acción. La manía de clasificar sin distingo a los otros como adversarios le restó apoyos. La falta de empatía con demandas sociales distintas a las de su catálogo lo mostró insensible a legítimos reclamos. La obsesión de privilegiar la comunicación con los suyos y descuidar la información con los otros lastimó la posibilidad de un lenguaje común de entendimiento.

Y, ni qué decir, la adversidad del entorno económico y sanitario lo colocó y lo tiene contra la pared.

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Puede no parecerlo, pero sí hay quienes festejan con cara compungida la crisis sanitaria y económica, la caída del precio del petróleo... ¡Ah!, y la baja en la calificación soberana de México.

A esos actores les preocupa el cuadro, desde luego, pero los ocupa no desaprovechar la oportunidad para frenar o, de plano, reventar el proyecto impulsado por el jefe del Ejecutivo y, eso, pese a la preocupación y el problemón en puerta, los tienta a actuar en función de sus propios intereses políticos, económicos e ideológicos.

Si la otra cara de una crisis es la de la oportunidad que acarrea, esos actores ven, en la magnitud del problema, la ocasión de sabotear, revertir o, al menos, neutralizar los planes del mandatario. En la fragilidad del momento, como en el decreciente liderazgo presidencial, advierten la coyuntura para mostrarle los dientes al mandatario, disfrazando el gesto de sonrisa.

No hay novedad en esto. Más allá de la visión idílica de la historia, abundan ejemplos en ella de cómo, cuando la circunstancia exigía unidad y solidaridad, los actores actuaron con lealtad a sus intereses y no a los nacionales. Por cierto, el libro "Temporada de zopilotes" (Paco Ignacio Taibo II, Planeta, 2009) que tanto recomienda el presidente López Obrador, debería releerlo. No sólo desde la perspectiva de los tremendos zopilotes, sino también desde la óptica de la inocente palomita que se dejó engañar por no escuchar a quienes le advertían peligros.

¿Escucha el mandatario a quienes, sin renunciar al proyecto ni someterse al dictado presidencial, le formulan recomendaciones? ¿Hay Gustavos en el equipo de colaboradores?

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En el muy complejo cuadro que hoy acecha la posibilidad del gobierno lopezobradorista y amenaza la salud de los mexicanos, quien se encuentra al centro de la crisis y la disputa por el poder es el doctor Hugo López-Gatell.

Sobre los hombros del subsecretario y su equipo recae el peso no sólo del efecto del virus sobre la ciudadanía, sino también sobre la economía e, increíble, de todos lados recibe presiones, como si no bastaran las derivadas de la propia circunstancia. Por los suyos y los otros, de buena y de mala fe, Hugo López-Gatell es tironeado y jaloneado.

Le exigen aplicar más pruebas, como si no se supiera que no las hay. Apagar la economía sin afectarla. Encender la economía sin provocar contagios. Obligar el aislamiento social sin lastimar derechos. Comprar ventiladores sin dinero, como si fueran abanicos. Hacer igual que en los países del primer mundo, aunque esté en el tercero. Limitarse a informar a partir de criterios técnico-científicos, aunque más de uno lo empuje al litigio político.

Mejor sería saludar -mostrar, dice el diccionario, benevolencia o respeto- al subsecretario y a su equipo, al tiempo de aplaudir a los médicos y las enfermeras que se la juegan de a deveras.

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El presidente López Obrador se encuentra sitiado. Ojalá rescate la inteligencia y la flexibilidad de las que ha echado mano cuando se ve presionado. Ojalá rescate de sí mismo al político que se crece al castigo y deje ir al que se pierde en la victoria.

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Escrito en: López, encuentra, posibilidad, poder

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