EDITORIAL

Mario Hernández Mestas, maestro de La Laguna

Yo río libre

JULIO CÉSAR RAMÍREZ

Jesús Mario Hernández Mestas, lagunero que murió a los 64 años de edad el 29 de marzo del 2008, fue un hombre de asombroso alcance en erudición. Economista, físico-químico, matemático, profesor normalista, autodidacta en Antropología, Sociología, Demografía y Ciencia Política. Platiqué con él en los últimos días de su vida. Me mostró cómo y por qué era enorme en ese tiempo -hace doce años- la cantidad de niños y jóvenes de la Comarca Lagunera, mujeres y hombres, que se embarcaban en la revolución computacional, sin el interés del sistema educativo oficial, institución "que se halla en una decadencia de más de veinte años". Las siguientes fueron sus palabras, mucho antes de los tiempos del WhatsApp.

Hoy -2008- los muchachos traen iPod escuchando música con audífonos, una serie de dispositivos electrónicos con memorias que van de miles a millones de bytes; hasta el MP4, al que le caben videos con una pequeña pantalla. Tienen contacto con las invenciones cibernéticas, las conocen; Internet, blogs, páginas web, software libre. La irrupción de la nueva tecnología computacional en La Laguna.

En contraparte, el sistema educativo oficial se quedó veinte o treinta años atrás, rezagado, en el limbo.

Totalmente desconocida hace veinte años, hoy encontramos tecnología computacional hasta en las tiendas de la esquina, tortillerías, autobuses, aplicadas a la agricultura, a la ganadería; no solo en grandes empresas como Peñoles, Lala o la Modelo, sino en compañías de diverso tamaño. Y el sistema educativo oficial no lo previó.

Frenéticos y desprotegidos, niños y jóvenes extraen destrezas y habilidades de las tecnologías de la informática y la computación, de las que obtienen adiestramiento en funciones básicas de operario, tal vez sin proponérselo.

Los muchachos aprenden fuera de las escuelas, en los café-Internet, en los videojuegos. Y el sistema educativo sigue arrastrando en ese sentido concepciones de veinte y treinta años atrás. Y cuando esa revolución todavía no ocurre en él a la velocidad en que está aconteciendo, los principales actores del sistema educativo se preocupan más por los aspectos administrativos que por el impacto de estos desarrollos en lo pedagógico y en lo didáctico.

Si los hindúes tratan de poner un parque industrial en Gómez Palacio, de electrónica avanzada, el ferropuerto o el centro de conectividad y otros megaproyectos, me pregunto yo: ¿Y la mano de obra calificada, dónde está? ¿En Monterrey? ¿En el Distrito Federal? ¿En Texas? ¿En California?

Mientras nuestros muchachos siguen sujetos a procesos de aprendizaje que ya no corresponden, arriban a la revolución computacional que los arrojará más temprano que tarde a la calle, adiestrados en las funciones básicas de un operario globalizado, al mercado libre de la fuerza de trabajo.

Los alumnos ya no se extrañan cuando ven a un profesor que maneja la pantalla electrónica, las computadoras. Y todavía más, la mayoría de los docentes tiene resistencias para acceder a las nuevas tecnologías.

El salto tecnológico tiene que ser de abajo hacia arriba. Al revés no funciona, la experiencia nos lo dice; ni aquí ni en Estados Unidos, en ningún lado.

La salida al problema son los maestros y las maestras, todavía de diez y quince años de antigüedad, cuando menos; y los muchachos que están siendo formados en las Normales de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo. Ellos desde secundaria -algunos desde niños- ya manejan las computadoras, si se quiere en videojuegos. Muchos hacen tareas con la Internet. Es una ventaja, que cuando ellos crezcan y vean materias como la Física, la Química, las Matemáticas o las mismas Ciencias Sociales, se van a encontrar con los recursos de las nuevas tecnologías, que les darán mayor información, más amplia y profunda. Es una esperanza que yo veo como salida a actualizar el sistema educativo.

El pensamiento único está dominando en el planeta; es un pensamiento pragmático, utilitarista, que no ve la posibilidad de que otro mundo es posible. Están convencidos de que esa es la opción de los seres humanos, sobre todo de las clases subalternas. Los de arriba sí cultivan cosas; tienen asesores, vivencias culturales, con sus posibilidades económicas. Ellos nos siguen viendo a los demás como subordinados, casi como instrumentos de trabajo y ellos son los dueños.

Estas fueron palabras suyas en 2008. Jesús Mario Hernández Mestas, in memoriam. Y su frase preferida: "¡Movimiento, gallo!".

@kardenche

Escrito en: sistema, educativo, muchachos, veinte

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