“El Príncipe Valiente tiene miedo.
No quiere cazar animales feroces.
Quiere leer historias acerca de lugares maravillosos. No quiere pelear. Quiere imaginar… un día se
va lejos del reino. Pasa el tiempo y
regresa contento por lo que ha
descubierto, y aunque a veces
siente miedo, ahora sabe transformarlo”, escribe la artista Estelí
Meza, sobre su obra El Príncipe
Valiente tiene miedo.
UNA OBRA GANADORA
El Príncipe Valiente tiene miedo es la obra ganadora del XXII
Concurso de Álbum Ilustrado A
la Orilla del Viento (2018), cuyo
jurado estuvo integrado por Israel Barrón, Laura Guerrero y
Ricardo Peláez. Como reconocimiento, la autora recibió 150 mil pesos
y la publicación de la obra, la cual apareció en librerías a partir de junio del año
pasado. Este certamen premia a lo mejor
en la materia a nivel mundial; el libro ya
se presentó en Bolivia y en México. “De
niña me imaginaba diferente al adulto
que hoy soy. Sin embargo, las cosas van
cambiando, uno evoluciona, y actualmente me siento satisfecha conmigo y
con lo que he realizado. Los libros son
necesarios en la vida de todas las personas, son amigos que siempre están ahí
para acompañarnos”.
A ella le parece que lo bonito es ofrecer libros a los niños y niñas, para que
sientan que son objetos que les pueden
dar muchas cosas, desde historias e información, hasta arte y cultura; los contenidos les ofrecen mundos que no conocen, países y personas que son iguales o
distintos a cada lector; el 80 por ciento de
su obra la hace por gusto para ese sector
de la población, el resto son encargos de
revistas y firmas mundiales como Google. Todo empezó cuando era niña. Mi padre fue un gran lector y los libros siempre estuvieron presentes en casa. Me llevaba a la Feria Internacional del Libro
Infantil y Juvenil (Filij), (por cierto la feria y yo tenemos la misma edad) y me
compraba libros. Era un momento importante en el año. Ya en casa pasaba horas con los libros, sobre todo viendo las
ilustraciones, fascinada por los colores y
creando mis propias historias.
A partir de ahí comenzó a dibujar, casi siempre imágenes encaminadas hacia
una historia infantil. Con el paso del
tiempo descubrió que satisfacer a los infantes es una labor más complicada de lo
que parece, porque el escritor y el ilustrador, binomio que en ella se conjuga armoniosamente, debe crear productos
fuertes, que atrapen su atención, en donde los textos y los colores conecten con
los niños y niñas para que se sientan
identificados.